Esa vestimenta clásica ha sido -y sigue siendo- una de las definiciones sustantivas de la identidad uruguaya. Ella expresa la igualdad republicana y la laicidad del Estado. En los bancos de la escuela no hay ricos o pobres, católicos o judíos, negros o blancos. Todos, con la túnica blanca y la moña azul, son iguales en dignidad, derechos y deberes.
Por esa razón es que planteamos la necesidad de establecer, desde el principio, que la bienvenida inmigración siria, bienvenida como toda inmigración, ha de vivir un doble proceso: el de adaptarse a las leyes y los hábitos de nuestra sociedad, así como esta, a la inversa, debe procurar, con amplitud de criterio, integrarla a la matriz nacional. Esa matriz hoy felizmente consolidada sobre la base de gente proveniente de los más diversos orígenes, mayoritariamente de España e Italia, pero también de Líbano, de los barrios judíos de Europa y Medio Oriente, de Armenia, de Croacia, de Lituania, de Grecia y por supuesto de nuestros vecinos.
El debate desatado ha servido para identificar equívocos que es muy bueno comenzar a despejar. Sin las intemperancias que también han salido a luz. Continuar leyendo