Hace unas semanas se oficializó la visita del Papa Francisco a Corea del Sur el próximo 14 de agosto. Es la tercera visita en treinta años de un Papa al país asiático. Las dos primeras fueron realizadas por el Papa Juan Pablo II en 1984 y 1989.
El Sumo Pontífice llegará a Seúl y se encontrará con la Presidente Park Geun-Hye. En los días posteriores, oficiará una misa de la Asunción de la Santísima Virgen, se reunirá con jóvenes católicos de quince países asiáticos en la Sexta Jornada de la Juventud Asiática, llevará a cabo la beatificación de 124 mártires coreanos, realizará visitas a diferentes hogares y finalizará celebrando una misa en la catedral Myengdong en Seúl, la más importante de Corea.
Corea es, geográficamente, el país más alejado de la Argentina. Esta distancia se replica en la cultura, las tradiciones, el idioma, la idiosincrasia y las costumbres. Si bien obviamente el Papa no está visitando Corea del Sur en representación de Argentina, sino de la Iglesia Católica, el evento puede ser aprovechado para avanzar en el conocimiento mutuo de dos países tan diferentes. La visita del argentino más influyente del mundo es, en este sentido, una gran oportunidad.