Estamos entre el grupo de pertenencia y el espacio de descontrol frente a un estado de anomia que se sigue imponiendo en un país en el cual hay un déficit alarmante en lo que a políticas de prevención respecta.
Parece que hasta el momento no se asimiló que la droga como enfermedad es la base primaria de la droga como delito. Y que prevenir lo primero será un continente de prevención de lo segundo. Además, claro está, de evitar las muertes por consumo en contextos que ya de por sí conllevan un aparato reproductivo de agite y experimentación al compás de una música que necesita la adrenalina del “power”.
Se trata, sin más, de las fiestas electrónicas. En donde la sociología de la moda se complementa con un capital cultural y simbólico de la imitación. El desafío ante las drogas nuevas. “Volar”, como dicen algunos. “Alucinar”, como expresan otros. Continuar leyendo