En el estudio de los sistemas electorales encontramos un concepto que se ha hecho célebre. Se trata del de “cancha inclinada”. En estos procesos electorales a las listas opositoras se les hace casi imposible ganarle a los partidos del poder, a los candidatos del poder. Son elecciones en donde los aparatos del Estado se vuelcan con toda su fuerza en beneficio de los candidatos oficiales.
En muchos casos las autoridades electorales son epifenómenos del partido de gobierno y colaboran con este cambiando las reglas electorales en su provecho y también obstaculizando a las listas opositoras. Cuando surgen conflictos que dirimir, siempre actúan de manera sesgada. Son indulgentes ante las faltas o los delitos electorales que puedan acometer los oficialismos y severos cuando incurren en estos los opositores.
La equidad electoral también se ve afectada cuando abordamos la cuestión financiera. Las listas del oficialismo movilizan enormes sumas de dinero que en la mayoría de los casos no rinden nunca.
La publicidad oficial se confunde con la publicidad partidaria al punto de ser imposible disociarlas.
Los medios de comunicación son monocolor, enaltecen a los candidatos del partido de poder y denostan o ignoran a los que los desafían.
Aunque muchos investigadores sociales se obstinen en quitarle relevancia al clientelismo, este fenómeno contribuye con el deterioro democrático y la disminución del potencial ciudadano al afectar la noción de competencia electoral. Continuar leyendo