Desde el 19 de abril de 2013 Venezuela vive un proceso de autogolpe continuado del cual sólo se podrá salir, democráticamente, si la oposición gana y administra con responsabilidad y sabiduría su mayoría en la Asamblea del 2015.
Como en una vieja película de comienzos del siglo pasado, el 8 de diciembre del 2012 el Caudillo designó a su sucesor y, para no innovar -aconsejado por el otro caudillo caribeño-, para ese trance pensó en el más obediente y no en el más capaz. Para entonces ya habían comenzado las conspiraciones en palacio y en los cuarteles transmutados en restaurantes VIP con güisqui 18 años.
Ante los aprietes, el presidente -débil, sin liderazgo, capacidad ni popularidad- huye hacia adelante con la idea de ganar tiempo a la espera del milagro que le permita sortear una crisis económica, política y social heredada, cuyo origen no se atreve a denunciar porque lo enfrentaría con el difunto y sus otros deudos. Continuar leyendo