Ezequiel, de 27 años de edad, murió luego de correr una maratón. Héctor, de 28 años, dejó su vida en una cancha de fútbol. Manuel, de 26 años, falleció mientras practicaba su rutina de crossfit en un gimnasio. Beltrán, de 14 años de edad, murió durante una clase de gimnasia escolar. Oriana, falleció mientras jugaba al hockey. Tenía 13 años. Mateo falleció a los 17 años mientras entrenaba durante una gira de rugby en Sudáfrica. Diego murió a los 39 años una vez finalizado el partido de rugby que había disputado en Córdoba.
A esta lista de tragedias le podríamos sumar muchísimos más casos en los que ocurrió lo que comúnmente se denomina “muerte súbita”. Pero ¿qué tienen en común las muertes de Ezequiel, Héctor, Manuel, Beltrán, Oriana, Mateo, Diego y la de tantos otros? Eran jóvenes y deportistas, pero todo indica que ninguno de ellos se había sometido a los estudios clínicos de medicina preventiva para detectar si padecían una cardiopatía congénita o algún impedimento para llevar a cabo actividad física de alta exigencia.
El chequeo clínico rutinario de la salud de los deportistas es algo que raramente se cumple, y muchas veces se limita a quienes integran equipos que compiten profesionalmente en las ligas y divisiones superiores de clubes. Los equipos pequeños y amateurs, sin importar la disciplina deportiva de que se trate, rara vez llevan a cabo estos exámenes sobre sus planteles.
Es evidente la falla en los controles de la medicina preventiva. Las investigaciones muestran que las causas más frecuentes de muerte súbita son: la cardiopatía hipertrófica, la enfermedad cardíaca valvular, estenosis valvular aórtica, displasia arritmogénica del ventrículo derecho, síndrome de Brugada, anomalías congénitas y miocarditis, entre otras.
Las causas entre los deportistas también varían de acuerdo con la edad. En los atletas de más de 35 años, el 80% de los casos de deceso se debe a la enfermedad arterial coronaria, mientras que otros estudios realizados en Italia y Estados Unidos demostraron que en atletas menores de 35 años es la miocardiopatía hipertrófica o la displasia arritmogénica del ventrículo derecho, dos enfermedades que se encuentran dentro del grupo de las cardiopatías congénitas.
La muerte en ocasión de deportes puede ser prevenida, pero para ello deben seguirse las recomendaciones de los cardiólogos y deportólogos: 1) el deportista debe someterse a las evaluaciones de aptitud física; 2) deben difundirse las técnicas de reanimación cardiopulmonar (RCP); 3) los centros deportivos deben contar con desfibriladores.
Sin dudas, el primer punto es el más importante. Si no se toma conciencia acerca de los beneficios de la evaluación predeportiva, los demás será paliativos, que podrán o no funcionar, dependiendo de la suerte de cada caso.
La inquietud generada por el panorama de desatención descripto, me motivó a presentar en abril de este año un proyecto de ley estableciendo un régimen básico de medicina preventiva en el deporte. En dicho proyecto se establece la obligatoriedad en la realización de estudios médicos a todo deportista, profesional o amateur, que intervenga en certámenes nacionales e internacionales. Esta obligación apunta a evitar o reducir un gran porcentaje de las muertes que se originan como consecuencia del alto rendimiento que se les exige a los deportistas sin mediar la realización de los estudios previos que determinen si está habilitado clínicamente para ello.
La importancia de la medicina preventiva en el deporte significa reducir los mayores costos que la atención de afecciones más graves implica, y lo que resulta mucho más importante, prevenir muertes que bien podrían haber sido evitadas.