La Organización Internacional de la enfermedad del Alzheimer estimó en 2013 que 44,4 millones de personas sufrían la demencia y que cada año se sumarán 7,7 millones de nuevos casos. Ello implica que habrá un nuevo caso de demencia en algún lugar del mundo cada cuatro segundos. Entre dichos casos, los afectados por la enfermedad de Alzheimer representarán entre un 60% y un 70% de la totalidad.
Nuestro país no es una excepción, ya que según los números informados por el Dr. Facundo Manes, director del Instituto de Neurociencia de la Fundación Favaloro, en el año 2012, 400 mil personas padecían de Alzheimer en Argentina. Estos datos son motivo suficiente para poner a la demencia y, en particular, a la Enfermedad de Alzheimer, en la agenda pública y política de nuestro país.
Debido a los avances en el campo de la salud, los seres humanos hemos aumentado nuestra expectativa de vida, y en consecuencia, nuestras sociedades han sufrido un envejecimiento demográfico. Por lo tanto, cada día tenemos más personas dentro del grupo etario más expuesto a sufrir demencia (mayores de 65 años). Y según indican diversas estimaciones, para el año 2050, uno de cada cinco argentinos tendrá 65 años de edad o más.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa cerebral primaria, que afecta de manera progresiva la capacidad para aprender y recordar, como así también el lenguaje y la función ejecutiva, llevando a las personas a depender parcial o completamente de quienes la rodean. Por lo tanto, constituye una de las problemáticas de salud más importantes, por las tasas de crecimiento que presenta, el problema social que acarrea y el gasto económico que produce para las familias y el Estado.
Ante este escenario, es esencial que los tratamientos de este tipo de enfermedades sean oportunos (lo más temprano posible), adecuados (mediante fármacos apropiados) y accesibles (al alcance de todos los enfermos). Esta es la razón por la cual, he presentado un proyecto de ley proponiendo la creación de centros para la prevención, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, compuestos por equipos multidisciplinarios de médicos clínicos, neurólogos, psiquiatras, psicólogos y asistentes sociales.
Todas estas medidas ayudarán a demorar la evolución de la enfermedad mediante el cumplimiento de una etapa preventiva. De esta forma los controles periódicos y el diagnóstico precoz serán determinantes en el tratamiento de las personas a las cuales se les detecte la enfermedad en una etapa inicial. Asimismo, todo este tratamiento temprano ayudará a que exista mayor planificación económica y emocional, que permita brindar una mejor calidad de vida para los pacientes y sus familiares.
Para finalizar, considero prudente insistir en que la demencia no es un paso normal en el proceso de envejecimiento humano, sino que es una afección que debe ser atendida, y para la cual el Estado debe contar con los recursos necesarios para su diagnóstico y tratamiento. Ello es una obligación moral y también debe ser un derecho correctamente reconocido y protegido por nuestra ley.