Aunque creamos lo contrario el agua es un recurso escaso, sólo el 0,025 de la disponibilidad mundial es de agua potable. En 1993 la ONU declaró al 22 de marzo como el día internacional del agua con el objetivo de que los gobiernos llevaran adelante medidas para la conservación y desarrollo de los recursos hídricos a nivel internacional, frente a la pérdida y déficit de acceso al agua potable en vastas regiones del planeta.
Una de las mayores amenazas a los recursos hídricos, además del cambio climático, la deforestación es la gran contaminación derivada de vertidos industriales, agroquímicos y desechos cloacales. La intensificación del uso de sustancias químicas tóxicas y peligrosas para el ambiente y la salud por parte de las industrias representa uno de los mayores riesgos para este recurso esencial para la vida.
En Argentina, numerosos cursos de agua se encuentran en situación crítica y amenazados por vertidos químicos. Entre ellos, el Riachuelo. En un informe publicado el año pasado, Greenpeace analizó las campañas de monitoreo realizadas por la autoridad a cargo de su saneamiento –ACuMaR- para así poder conocer si las acciones promocionadas por el gobierno se reflejaban en menores niveles de contaminación de las aguas. Lamentablemente, los resultados indicaron que los cursos de agua presentan niveles de contaminación industrial media y alta a lo largo de todo el recorrido del río y que si bien en algunas zonas se evidenciaron mejoras temporarias, esta situación no se mantenía en el tiempo, por lo cual no puede afirmarse que exista una tendencia positiva. La ausencia de una tendencia en la mejora de la calidad del agua demuestra que las medidas adoptadas para el control de la contaminación de origen industrial han sido completamente insuficientes e ineficientes para lograr el objetivo de saneamiento.
Es necesario que ACuMaR redefina los objetivos de recomposición de la Cuenca y realice cambios en las políticas de control industrial, específicamente las normativas que permiten a las empresas seguir volcando sustancias tóxicas y que plantean objetivos poco ambiciosos de recomposición. Por otro lado, es fundamental que las empresas tengan la iniciativa de aceptar la responsabilidad del problema de los vertidos de sustancias peligrosas e implementen políticas que permitan transparentar sus procesos productivos, con el fin de identificar y eliminar estos elementos nocivos.