El pasado martes, el secretario de Seguridad Sergio Berni volvió con otro de sus discursos rancios, oportunistas y populistas, que no ofrecen soluciones para la inseguridad, sino que combaten fuego con fuego, delito con irracionalidad, miedo con expresiones de terror y dijo: “Estamos infectados de delincuentes extranjeros”.
Ningún discurso solucionará la inseguridad mágicamente, mucho menos aquellos que fomentan la xenofobia y refuerzan los peores prejuicios sociales y de las fuerzas de seguridad. El grito obsoleto de Berni no apunta a mejorar la situación sino que destruye una posible respuesta institucional, dinamita el reconocimiento de derechos y la igualdad de los extranjeros que distingue positivamente a la Argentina, fomenta irresponsablemente lemas del pasado y hunde a la función pública -y a la comunidad de argentinos- en la ignorancia y violencia.
Como si fuera poco, el discurso tiene un correlato más violento en las acciones de la Gendarmería reflejadas por las imágenes de la casi cotidiana represión de la protesta social: cuerpos sangrando, oficiales deteniendo militantes, trabajadores y hasta diputados –el caso de Nicolás del Caño- recibiendo balas de gomas; las fuerzas de seguridad criminalizando la manifestación política y negando el derecho a la protesta. Berni da discursos violentos y los acompaña con represión institucional.
Los prejuicios que dispara Berni son refutados por los datos estadísticos cotejados por el propio Estado, tanto a nivel del Servicio Penitenciario como de la Corte Suprema, y así contradicen abiertamente al funcionario. Según los datos del Servicio Penitenciario Nacional, cada 100 personas en prisiones federales, solamente 19 son extranjeras. Y el número se reduce entre 5 a 10 cuando sumamos a todas las cárceles provinciales, de acuerdo a cifras de la Procuración Penitenciaria Nacional.
Todo indica que Berni parece estar “infectado” (sic) de prejuicios y violencia. La vacuna de la xenofobia y el instinto represivo, sin embargo, la conocemos bien: respetar los derechos, la Constitución, la libertad de expresión y el derecho a la protesta, los derechos de los extranjeros y evitar los discursos del rancio oportunismo que nunca solucionó nada para darle cordura a las respuestas oficiales.