A un año de cumplirse el centenario del primer genocidio del siglo XX, cometido contra la nación armenia, Turquía mantiene acciones y políticas similares a las desarrolladas en el contexto de la Primera Guerra Mundial mientras se llevaba adelante el plan de exterminio de los “Jóvenes Turcos”.
Antes de avanzar en la profundidad del artículo, es necesario considerar determinadas cuestiones relacionadas a la historia. Es hacia fines del siglo XIX cuando el pueblo armenio, que habitaba dentro del Imperio Otomano, comenzó a ser perseguido por órdenes del Sultán Abdul Hamid, quien ordenó masacrar a 300.000 armenios en respuesta de los reclamos de derechos y garantías que exigían los mismos como ciudadanos del Imperio. A su vez, es importante considerar que en 1909, el Partido de los Jóvenes Turcos llevó adelante una revolución política en contra del régimen imperial. Sin embargo, la situación de los armenios no se alteró ya que los líderes de aquel partido en realidad tenían un plan genocida que comenzó en 1915 y en el cual , fueron masacrados 1.500.000 de armenios. Así también se debe tener presente que la República de Turquía fue fundada en 1923 por Kemal Ataturk, quien estableció el principio “paz en casa, paz en el mundo”; asimismo, el fundador de la Turquía moderna estipulaba que el lugar de Turquía en el mundo debía estar entre las naciones occidentales.
Es a partir de los puntos detallados y observados anteriormente que se puede comenzar a comprender el mapa político actual de Turquía. De esta forma, se hace necesario formular la siguiente pregunta: ¿Es Turquía un Estado democrático tal como lo afirman sus máximos dirigentes? No caben dudas que para los líderes del oficialista AKP (Partido de Justicia y el Desarrollo), el país euroasiático es un Estado democrático de derecho y altamente desarrollado. Sin embargo y, a pesar del “cambio de régimen político” desde la llegada del 2002 del partido islamista del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, Ankara continúa presentado un doble discurso a la hora de emprender medidas y acciones llevadas adelante en los asuntos internos e internacionales.
Por ello mismo, Turquía es sinónimo de un sinfín de contradicciones como lo son: en primer lugar, la falta de libertad de expresión identificada en la constante censura hacia los intelectuales críticos del gobierno y a su vez, lo certifica el reciente bloqueo por parte del gobierno a las redes sociales Twitter y YouTube; en segundo lugar, la reiterada y marcada violación a los DD.HH. a lo largo de las protestas en contra del “establishment” turco en 2013; y en tercer término, la permanente intromisión en los asuntos internos de Siria materializado en el apoyo a grupos opositores al dictador Bashar Al Assad.
Si se atiende lo descrito anteriormente, pareciera que el gobierno de Ankara no ha llevado a la práctica lo que expone en su discurso político. Es decir, no ha desarrollado en la realidad un cambio profundo en sus políticas tanto a nivel doméstico como regional e internacional.
Prueba de ello fueron las elecciones municipales que se llevaron a cabo recientemente en Turquía, las cuales se celebraron bajo un contexto de tensión e incertidumbre. Esta situación se reflejó, en primer lugar, a partir de las denuncias de fraude electoral realizadas por parte del principal partido opositor, el CHP (Partido Republicano del Pueblo). En este sentido, el candidato por el CHP, Mustafá Sarigul, ha reclamado el recuento total de los votos en las elecciones locales “para una mejor aceptación de los resultados”.
En segundo lugar, y no menos importante, desde el viernes 21 de marzo, tres días antes de las elecciones municipales, la ciudad siria de Kessab, ubicada a escasos kilómetros de la frontera con Turquía, y habitada mayoritariamente por armenios, se encuentra siendo atacada por rebeldes vinculados a Al Qaeda, quienes cuentan con el soporte y la logística del Estado turco. Este dato no es menor ya que Ankara es miembro de la OTAN desde 1952 y ahora se encuentra apoyando a grupos terroristas en contra de la población armenia. Esta vinculación turca con grupos que persiguen intereses totalmente antagónicos a los buscados por los aliados de Ankara podría llegar a generar un fuerte rechazo y malestar por parte de Occidente debido a la lucha antiterrorista que promociona y lleva adelante EE.UU. y sus aliados en la región.
Es por ello que, a partir de las tensiones postelectorales y los recientes ataques a la población armenia y, a un año de cumplirse el 100º aniversario del genocidio contra los armenios, se puede concluir y afirmar que Turquía no ha logrado estándares reales y efectivos de un Estado de Derecho que justifique su ansiada entrada a la Unión Europea.