El furor por Scholas, la ocurrente idea de Francisco

Ciudad del Vaticano, Lunes 1 de Septiembre de 2014. La imponente aula Paulo VI se llena de celebridades del deporte, especialmente el fútbol internacional, la farándula, el mundo empresario y líderes espirituales de las principales religiones monoteístas. Mientras tanto, el periodismo de todo el planeta se desespera por obtener una exclusiva de Maradona, Zanetti, Simeone, Zidane y los corresponsales de Buenos Aires, del polifacético funcionario peronista -devenido en diplomático argentino- Guillermo Moreno. Algunas filas más atrás la blonda familia de Wanda Nara y su nuevo marido, le da a la reunión un toque de programa televisivo de espectáculos de la tarde. De repente, se abren las puertas del escenario y aparece el pivote que hace todo esto posible. Francisco, inmaculado de blanco, provoca el estallido de los casi 500 asistentes, especialmente del exótico grupo del “Padre César y sus Pecadores” que desde las últimas gradas entonan a los gritos su canción sobre un Papa Latinoamericano.

Como siguiendo la consigna con que él mismo instigara a los jóvenes católicos en Río de Janeiro el año pasado, todos hacen lío y mucho. Los teutones guardias suizos y los esquematizados oficiales del protocolo vaticano de impecable jaqué, casi desesperados, intentar controlar y ordenar esta masa compuesta mayoritariamente de argentinos e italianos, a excepción de los jugadores de fútbol que vienen de todas partes del planeta. Tarea para nada sencilla.

Así se presentaba ayer en la siesta italiana el partido que más tarde, en el Olímpico de Roma, jugarían a beneficio estos astros de la pelota. Una iniciativa conjunta de la Fundación Pupi y de Scholas Ocurrentes. El director de orquesta de todo este barullo, el joven argentino Roberto Sarti, en un muy prolijo italiano, le anunciaba al Santo Padre que se le entregaría el premio que obtendría el ganador del encuentro: un pequeño olivo de la paz, símbolo de todas estas iniciativas elaborado completamente en plata por el orfebre rioplatense Pallarols. Desde el escenario los directores mundiales de Scholas, los también argentinos José María del Corral y Enrique Palmeyro, junto con Monseñor Guillermo Karcher observaban orgullosos el inicio de su tercer encuentro y el haber podido cumplir al pie de la letra el mandato papal: lograr unir con esfuerzos como estos, todo lo que normalmente parece desunido.

Hace algunas semanas, el gurú del marketing político norteamericano, Dick Morris, le sugirió al Papa Francisco que, según su criterio, Scholas, además de sus actividades deportivas y de sus programas específicos, tenía que servir en el mundo de las redes sociales para agitar la web. En una imagen comparativa un tato provocadora, le comentó al sucesor de Pedro que él tenía la misma cantidad de seguidores que el CEO de Facebook. Pero que mientras que los 1200 millones de personas que todos los días se conectan por la red inventada por el joven Zuckerberg, la misma cantidad de fieles que en el planeta se identifican como católicos debían agitarla. Que como el “Italian salad dressing”, compuesto de aceite y vinagre que los estadounidenses utilizan para aderezar una ensalada, Facebook solo conecta pero no integra. Que esta red inventada por Francisco debía, a través de proyectos educativos comunes a todos, lograr mezclar con fuerza lo que normalmente no se mezcla. Estudiantes, maestros y padres palestinos con israelíes, coreanos del norte con los del sur, ucranianos con rusos, norteamericanos negros con blancos y latinos, ricos con pobres y la lista sigue interminable, lamentablemente para el mundo divido de hoy. Hay que agitar y unir sin distinciones de credos razas, nivel socioeconómico, ni nacionalidades.

Esto es lo que intentaremos hacer realidad en estos próximos días los convocados a la Ciudad del Vaticano pata trabajar en el proyecto Scholas por el argentino más famoso e influyente de la historia. Ir concretando esta idea, que hasta hace poco era una utopía, de unir lo desunido. Utilizando los deportes populares en cada lugar, como en este caso el fútbol con sus estrellas, para difundir una idea de hermandad y generando conocimiento y armonía entre las nuevas generaciones. Con el supuesto que mientras más se conozcan y compartan proyectos comunes desde la infancia, los pueblos tenderán a amarse y tolerarse más, alejando para siempre el fantasma del odio, la discriminación y haciendo que en un futuro la guerra sea una institución olvidada en el arcón de los recuerdos tristes de la humanidad. Esta es la Ocurrente idea de Francisco que poco a poco se va concrentando. Ojalá así sea.

Cuatro Papas juntos: la genialidad de un argentino

Roma, literalmente tomada y ocupada como tantas otras veces en el pasado. Pero ahora no fueron los bárbaros, ni Napoleón, mucho menos los nazis. Es el turno de los polacos que sin armas ni tanques, solo con estandartes y banderas, cantaban, festejaban y alababan a su nuevo santo. Un poco más tranquilos, pero no por ello menos en cantidad, son los peregrinos que llegaron por el otro, el italiano, el Papa bueno. Como ya es habitual, todos sin excepción, aclamando y vivando al argentino que llegara el año pasado desde el fin del mundo. Francisco, antes de iniciar la imponente ceremonia de canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, se acercaba y abrazaba con su antecesor y Papa emérito, el alemán Benedicto XVI. Algo inédito y universal por donde se lo viera.

Mientras tanto la mañana lluviosa y gris que amenazaba con aguar esta fiesta de fe y esperanza, de repente, justo en el mismo instante en que nuestro compatriota proclamaba con vos solemne la santificación, se iluminaba con un rayo de sol que inundaba la Plaza de San Pedro. Allí entre las sillas y las gradas se mezclaban los aplausos y gritos de júbilo de reinas y reyes, presidentes y jefes de Estado, que un número cercano a los cuarenta llegaron hasta el Vaticano para no perderse esta brillante idea de Francisco y representar dignamente a sus pueblos. En el público se abrazaban, por ejemplo, el hijo y la nieta de Ronald Reagan con curas y misioneros venidos desde los más profundos rincones del África negra. Michael Reagan luciendo un traje marrón, en homenaje a su padre, que vistiera uno del  mismo color en su primer audiencia con Karol Wojtyla. Eran los tiempos en que trabajaban y acordaban  por la libertad de medio mundo.

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En una muestra más de su enorme habilidad política,  esta ceremonia conjunta manda una señal muy potente de lo que el actual Papa quiere para la Iglesia y su papado. Combinar a un luchador, principista, carismático y extremadamente popular como el polaco con la bondad infinita, el afán de modernidad y reforma del italiano. Esa es la genialidad de Francisco. Sin grandes declaraciones, ni profundas e incomprensibles encíclicas, con gestos más que simbólicos y elocuentes, dar por terminado un ciclo de profundas divisiones internas en la institución fundada hace dos mil años por Cristo. Una convulsión que la condujera a la mayor crisis de los últimos tiempos y que culminara con la renuncia de Ratzinger. Nuevamente el político, el estratega, el jesuita en acción.

Como si esto no fuera suficiente, otra vez en aquella histórica plaza se cantaba el evangelio en latín, como corresponde a la liturgia romana pero también en griego, un nuevo gesto para los cristianos ortodoxos y la posibilidad de reunificación de los que se dividieron en el 1054. Algo que por primera vez en siglos se había registrado en la entronización de Francisco en retribución a la visita de Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla y líder espiritual de los casi 300 millones de personas que siguen los ritos de Oriente.

La confluencia en un mismo liderazgo y una misma visión superadora de los que venían convocados por la santidad del uno o del otro sintetiza perfectamente lo que se ha propuesto el hasta hace un año Cardenal Bergoglio. Personalmente, formé parte de una delegación invitada por Newsmax, la página web conservadora más leída de los EEUU, que convocó a Roma a un grupo muy importante de dirigentes políticos y empresarios que se sintieron llamados principalmente por el legado de Juan Pablo II y su enorme contribución al mundo libre. Lech Walesa, entre otros,  nos habló de cuán importante fue su rol en el derrumbe del comunismo soviético, empezando por su tierra polaca.

Pero en forma paralela, en otros rincones de la ciudad eterna, se congregaban al mismo tiempo los convocados por la obra de Juan XXIII. Su ejemplo de vida, su bondad y su convicción reformista y modernizadora marcaron un antes y un después en el devenir de la Iglesia y su forma de conectarse con el mundo moderno y sus fieles.

El domingo todos coincidimos en la Plaza de San Pedro y bajo la protección de los santos y mártires de mármol, producto del genio creativo de Miguel Angel y Bernini, que parecían testificar extasiados este momento histórico de la institución  a la que ellos mismos entregaron sus vidas, un argentino, el más famoso de todos los tiempos, proclamaba la santidad de dos de su predecesores casi inmediatos.

Allí, en el medio de la multitud, uno no podía sino sentir un inmenso orgullo. Uno de los nuestros concitando la atención de todo el planeta y dando una muestra impresionante de que en este mundo en que vivimos, se puede practicar la humildad y la sencillez, sin por eso renunciar a los grandes objetivos trascendentes. Se puede hacer sin necesidad de defeccionar. Se puede ser y parecer.

¡Dios salve y ayude al Papa argentino!

El Papa Francisco, muy conforme tras la reunión con Cristina

La bucólica paz de los jardines vaticanos poco se alteró por la presencia de la presidente argentina. En este pequeñísimo país independiente todos están acostumbrados a visitas de alto nivel en forma casi permanente. Prácticamente no pasa un día, ni mucho menos semana alguna, sin que algún mandatario, rey, jefe de Estado o personaje importante se acerque a saludar el líder espiritual más influyente de toda la humanidad.

En coincidencia con el almuerzo entre estos dos compatriotas del fin del mundo en la Residencia de Santa Marta, un grupo de personas de todo el planeta, entre ellos muchos argentinos, sesionábamos a pocos metros en la Casina Pío IV sede de la Academia Pontificia de las Ciencias. Se trataba de las segundas jornadas organizativas y estratégicas de Scholas Ocurrentes, la red global que interconecta escuelas de todos los continentes, como forma de potenciar el diálogo, el encuentro y la paz entre los más jóvenes sin distinciones de raza, credo o nacionalidad. En esta oportunidad chicos y chicas de las zonas más pobres y marginadas de la tierra intercambian experiencias y visiones con sus congéneres de vidas mucho más privilegiadas. Una idea que surgiera en Buenos Aires, en tiempos del entonces Arzobispo Bergoglio y que coordinada por José María del Corral y Enrique Palmeyro, ahora está siendo extendida a nivel universal.

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Solo la presidente y el Papa sabrán a ciencia cierta cuáles fueron los temas tratados durante la muy extensa reunión que celebraron este mediodía justo al lado de la Basílica de San Pedro. Cristina ya algo ha comentado a la prensa. Señaló que se habló de pobreza y exclusión, de economía; se conocieron sus regalos; se la vio llegar con su tobillo inmovilizado tras su accidente en el hotel romano donde se aloja y se la vio emocionada y contenta. No es para menos. El líder espiritual de los 1200 millones de católicos, su compatriota más famoso y querido de toda la historia, la personalidad mundial del momento, le dedicó más tiempo a ella que a cualquiera de sus colegas. Estuvieron más de dos horas a solas.

Si bien el Papa no se ha expresado al respecto, la señal concreta de la larga duración de su reunión indicaría claramente su comodidad e interés en la misma. Aquí en el Vaticano la gente que lo conoce bien, se anima a afirmar que para el hasta hace un año cardenal Bergoglio, el encuentro también fue más que provechoso. Muchos gestos y señales concretas indicarían lo mismo. Hasta habría suspendido su corta siesta habitual, una costumbre más que justificada por su pesada agenda que comienza todos los días al alba.

Pero más allá de los contenidos, las conversaciones y de las especulaciones, mucho es lo que se puede extraer del hecho mismo de la reunión. Primero, vuelve a señalar la especial preferencia y atención que Francisco le sigue prestando a su país y sus habitantes. Un año después de su asunción, el Papa avanza a paso firme en varios frentes al mismo tiempo. La reforma del gobierno de la Iglesia y la Curia romana, la transparencia de sus finanzas, el freno a los abusos, el aporte a la discusión ideológica internacional, las acciones concretas para derrotar a la pobreza, el rol en el manejo de los asuntos geoestratégicos planetarios, son asuntos de una complejidad y gravedad tal que lo podrían tener absolutamente absorbido. Pero Bergoglio sigue prestándole mucha atención a lo que sucede en su patria. Las numerosas visitas argentinas que recibe, así como los muy frecuentes llamados telefónicos que realiza reafirman claramente que no olvida a su tierra de origen.

Esta preocupación se traslada ahora a los cuidados y atenciones que le prodiga a Cristina. Consciente del rol que puede desempeñar quiere que la democracia en la Argentina funcione bien y que los extremismos peligrosos se moderen. En momentos en que se vive un fin de ciclo, algo habitualmente muy conmocionante en un sistema como el nuestro, procura fortalecer las instituciones y que todos cuidemos a la Presidenta para que termine bien su mandato en el 2015. Además reafirma que en la vida se puede perdonar, sin por ello olvidar. Se puede tender una mano magnánima cuando se está en lo alto, dejando de lado rencores y pequeñeces improductivas. Una lección importantísima de auténtico amor cristiano para la muy dividida dirigencia argentina.

Francisco no necesita intervenir directamente en la política concreta para influir en su tierra. Con más de 90% de imagen positiva entre sus compatriotas, basta con que siga predicando con el ejemplo para producir un verdadero terremoto político. Poco a poco, el orgullo enorme que nos depara a todos el saber que finalmente un argentino es querido y admirado en todas partes por su humildad y hombría de bien, va haciendo que todos empiecen a exigirle mucho más a sus gobernantes. Un estándar cada vez más alto. Algo que será imparable, si logra demostrar que además de humilde y coherente entre lo que dice y hace, es eficiente, consiguiendo superar algunos de los problemas enormes que enfrenta. Dejar de lado esa terrible dicotomía criolla, que como una maldición inevitable, distingue entre el que roba y hace del honesto que no logra modificar nada. El Papa nos señala que uno puede preocuparse de verdad por los pobres y hacer política con mayúsculas, sin necesidad de “hacer caja” o entregarse a los poderes de turno. De verificarse, esa sola contribución habrá modificado para siempre a su querida Argentina. ¡Fuerza Francisco!