Según un reciente informe del Ministerio de Salud de la Nación, entre el año 2001 y el 2011 el consumo de bebidas alcohólicas en los estudiantes secundarios creció un 113 por ciento. Paralelamente, las consultas por emergencias en jóvenes derivadas del consumo de drogas mostró un incremento del 40 por ciento entre 2009 y 2012.
El estudio señala también que la sustancia ilegal más consumida entre los adolescentes es la marihuana y que un 10,4% de los jóvenes consumió esta droga al menos una vez en el último año. Son cifras alarmantes, que lamentablemente no tienen la debida atención de parte de quienes tienen el deber de atender y prevenir estas situaciones.
Lo que hasta hace unos años era una situación excepcional, que tenía que ver con la ingesta de alcohol de manera ocasional, habitualmente los fines de semana, en algún local bailable, se fue extendiendo a la previa, que hace que chicos y chicas ingresen ya alcoholizados al boliche. El hábito los lleva a consumir también los días de semana, y actualmente a todos los horarios del día, incluyendo incluso a veces en el interior de las escuelas y /o en horario escolar sin que los gobiernos nacional, de la Ciudad y provinciales aborden con suficiente seriedad y responsabilidad el problema.
Los adolescentes mujeres y varones toman cada vez más, y desde edades cada vez más tempranas. En las chicas el alcohol genera adicción más rápidamente, además produce consecuencias inmediatas en muchos casos, como abusos sexuales u otro tipo de abusos. Más allá de este informe del Ministerio de Salud, esto es algo que se percibe claramente en la realidad. Se advierte el creciente número de adolescentes con problemas de consumo de alcohol. Una característica alarmante que se repite es el aumento de la cantidad de adolescentes mujeres que consumen alcohol en exceso, con la consiguiente vulnerabilidad para su salud y su sexualidad, especialmente en lo que se refiere a infecciones de transmisión sexual y embarazos precoces, entre otros.
No extraña que se vean estas conductas, en un contexto de deterioro de la educación y de relajamiento de las conductas sociales, donde no hay premios ni castigos, donde se eliminan amonestaciones y sanciones disciplinarias, donde la impunidad reina desde los funcionarios del Gobierno, donde el vicepresidente procesado por varias causas de corrupción sigue representado al país y se lo festeja como a un héroe. Y donde la inacción frente al narcotráfico, e incluso la impunidad de los narcotraficantes implicó un avance del mismo en nuestro país que conlleva no solo el tránsito sino también el aumento del consumo interno de drogas, y además la falta de estímulos para los adolescentes y jóvenes frente a su futuro genera esta situación.
Para los adolescentes, esta década es perdida. Nos deja, entre otras cosas, adolescentes y jóvenes que se desarrollaron con pocas o sin expectativas futuras, con una educación en franca decadencia -no solo la educación pública sino también la privada, con muy pocas o nulas posibilidades de salida laboral. Se generó un grupo vulnerable que cae en la adicción al alcohol fácilmente. Las chicas ante la falta de posibilidades futuras se plantean como única alternativa de vida el ser madres y así buscan la maternidad como única forma de encontrar su identidad.
Toda la sociedad somos responsables de que esta generación de adolescentes vean recortadas sus posibilidades, con las consecuencias que esto tiene para el país. Porque no se empobrecen solo los adolescentes, se empobrece toda la sociedad ya que estas chicas y chicos son los futuros ciudadanos y dirigentes del país y los que generaran el desarrollo futuro.
Es urgente revertir esto y para eso es necesario que los gobiernos nacional, de la Ciudad y provinciales actúen, pero que también los padres, los docentes, los responsables de los medios de comunicación asuman su responsabilidad. El Estado los debe ayudar y eso no es solo ayuda económica sino también promover modelos y pautas de vida diferentes.