Herencias de la Guerra Fría

Hace más de dos décadas, Ucrania fue uno de los tres estados firmantes del acta de defunción de la Unión Soviética, demostrando así, por un lado, su lealtad histórica al viejo imperio comunista pero también su firme decisión de enterrarlo. Tras un período de cierto “impasse” en su relación especial con Rusia, en cierto modo, la continuadora jurídica de la antigua unión, esa aparente dualidad volvió a hacerse elocuente en el año 2004. En dicha ocasión, protestas civiles y presiones internacionales, bajo el “paraguas” de “Revolución Naranja” urgieron por nuevas elecciones al presidente Yanukovich (aliado del Kremlin ruso) y meses más tarde, ya en 2005, catapultaron a la dupla Yushenko-Timoshenko al poder, bajo un régimen político semipresidencialista. Facciosidad, corrupción, populismo, sobreactuación de Timoshenko y otros factores, favorecieron el fin de dicha coalición liberal-demócrata y con ella, el fin de las ilusiones “prooccidentalistas”.

En el 2010, insólitamente, con el apoyo de su viejo archirrival Yushenko, volvió al poder Yanukovich, quien reformó la Constitución para convertir a Ucrania en presidencialista, y tras su categórico triunfo electoral, bajo la nueva institucionalidad dos años más tarde, envió a prisión a la líder opositora Yulia Timoshenko, bajo cargos de corrupción. Así, Yanukovich demostraba ser nada original: al igual que la gran mayoría de los países detrás de la ex “Cortina de Hierro”, lideraba un régimen político con fachada democrática, pero nada liberal, con cooptación de los medios de comunicación, clientelismo empresario (los oligarcas de Donetsk y Dnieperpetrovsk), más corrupción y desigualdad social. Sin embargo, cuando en noviembre del año pasado, Yanukovich, en la soledad del poder y con un contexto económico bastante adverso, decidió no adherir a la posibilidad de ingreso a la UE en Vilna (capital de Lituania), estallaron manifestaciones civiles, aunque inicialmente, de menor tenor a las de 2004. La posterior represión y la palpable demostración de un gobierno debilitado, estimularon las protestas sin liderazgo claro pero cuando el Presidente acordó primero con Rusia, la aceptación de un préstamo multimillonario y gas a precio subsidiado, y trascartón, sancionó leyes que prácticamente prohibían las protestas. Todo el clima confrontativo empeoró. El ex campeón mundial de boxeo Vitali Klitschko, incorporado hace un par de años a la actividad política, al frente del partido UDAR y otros sectores de cuño ideológico liberal o nacionalista, extremistas, como “Patria” y “Swoboda” (Libertad), se vieron motivados a actuar, incluso en términos cuasi paramilitaristas, esta vez, bajo la expresión “Euromaidan”.

Continuar leyendo

Verano convulsivo a orillas del Nilo

La inestabilidad egipcia se resiste a desaparecer. Febrero de 2014, la fecha estipulada para el test electoral refundacional, asoma muy lejana. A dos años y medio de la caída del dictador Hosni Mubarak, el “oasis democrático” de la Hermandad Musulmana (HM) en el poder, a cargo del electo -con el 51 % de votos pero el 48 % de ausentismo- Mohamed Morsi, se vio interrumpido por nuevas y masivas revueltas, la “intervención” del Ejército -el más poderoso de África- y recientemente, las fracturas tanto en el nuevo gobierno provisional como en su flamante oposición, que se debate en el dilema de la institucionalidad o la guerra civil. Mientras tanto, Occidente, atrás de los acontecimientos, discute tecnicismos del carácter de si es o no un “golpe” el perpetrado contra Morsi -éste, paradójicamente apoyado en su momento, por un culposo Obama-.

Ciertamente, la coalición del Frente de Salvación Nacional (FSN) y el “Tamarod” (“Rebélate”) -engendrado del Kefaya (“Suficiente”) anti-Mubarak en 2004, se inserta en la lógica de las “revoluciones blancas”, postelectorales, pacíficas, convocadas a través de las redes sociales, donde las clases medias urbanas y educadas, exigen, demandan, reclaman de manera muy diversa ante regímenes semiautoritarios, corruptos y fundamentalistas, que no logran mutar su legitimidad de origen en una similar de ejercicio. El sueño de Kant y Tocqueville de más democracia universal está presente allí, a pesar de las enormes diferencias culturales entre Kiev, Estambul, Brasilia, Tbilisi, Buenos Aires, Moscú y demás ciudades que vieron a lo largo de las dos últimas décadas semejantes espectáculos callejeros.

Continuar leyendo