Lo han logrado. Ellos lo hicieron.
El Gobierno que se va consiguió algo inédito: agrietar, también, al Poder Judicial.
Uno de los tres poderes del Estado quedó literalmente partido al medio. Por un lado, una “agencia militante”, temblorosa, obediente y pusilánime. Temerosa hasta los límites del ridículo del poder político, de la prensa y de algunos integrantes de organismos de derechos humanos. Eso sí, se autotitula como “legítima”.
En el fuero penal, esta facción se caracteriza por la obediencia ciega y absoluta a los postulados del abolicionismo penal, a la adoración enfermiza hacia sus gurúes y a la satanización de toda persona que lleve uniforme, aunque esta haya nacido en 1990.
Por el otro lado, quedamos los restantes. Los “ilegítimos”. Estupefactos algunos frente a este abismo creado. Combativos otros ante el accionar de la espada divisoria. Continuar leyendo