La tradición ambiental de Argentina

María Belén Aliciardi

Existe cierta monopolización del discurso ambiental por parte de grandes potencias y comunicadores, que hoy ven reverdecer el tema y lo utilizan políticamente con intereses específicos. Esa monopolización se traduce en los diferentes espacios multilaterales que abordan la cuestión ambiental, donde los países desarrollados buscan condicionar el desarrollo de los emergentes aun cuando la responsabilidad de éstos en la contaminación mundial y el cambio climático es desproporcionadamente menor.

Pero en la Argentina, a diferencia de lo que muchas veces suele creerse, la cuestión ambiental ha estado en agenda desde hace mucho tiempo. El primero en referirse a conceptos que hoy se enfocan en el desarrollo sustentable fue Manuel Belgrano, obteniendo del Virrey un Decreto prohibiendo la tala del curupay o sevil, que amenazaba con extinguir los montes de este árbol rico en tanino.

Más cerca en el tiempo, dentro del Primer Plan Quinquenal (1947-1952) de Juan Domingo Perón se analizaron temas como recursos naturales (por ejemplo los bosques, Ley de Defensa de la Riqueza Forestal 13.273 de 1948); saneamiento rural y global, especialmente de las aguas, y el plan agrario. Por entonces también se incorpora la primera cláusula de tiente ambiental a la Constitución Nacional de 1949 (artículo 40, sobre la propiedad de recursos naturales, vigente hasta el golpe del ’55). Y la energía nuclear tuvo su hito en la Argentina el 31 de mayo de 1950, cuando Perón firmó el decreto que dio vida a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). El Segundo Plan Quinquenal (1952-1955) establecía que la expansión de la agricultura debía hacerse en función de las demandas del mercado, la infraestructura de caminos y la ecología regional. Por otro lado, el Instituto Balseiro de Física de San Carlos de Bariloche cobró vida con el convenio entre CNEA y la Universidad Nacional de Cuyo, del 22 de abril de 1955.

Pero, lo más contundente, fue el 21 de febrero de 1972, cuando Perón escribió el “Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo”, desde su exilio en Madrid para la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano de Estocolmo, del 5 al 16 de Junio de ese año. El texto tiene una vigencia asombrosa. Fue uno de los primeros en la historia universal que menciona la remediación ambiental, el cambio climático, la geopolítica, el agotamiento del agua potable y la conciencia ambiental conducentes al Desarrollo Sustentable. Todos términos desconocidos políticamente hasta más de 20 años después y que hoy las naciones del primer mundo procuran preservar pero a costa de los países emergentes, cuando en sus fases de desarrollo hubo poca o nula consideración al respecto y, por el contrario, fueron en general procesos caracterizados por la utilización irracional de los recursos naturales, propios y ajenos.

Perón, en 1973, formó un “Comité de Cuenca” del Riachuelo para monitorearlo, las mismas funciones que hoy cumple la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR). Y durante sus presidencias se crearon varios Parques Nacionales: “El Rey” (1948) y “Lipeo-Baritú” (1974) ambos en Salta, el del “Rio Pilcomayo” (1951) en Formosa, el “Parque Chaco” (1954) y “Bosques Petrificados” (1954) en Santa Cruz. No olvidemos que Argentina fue el primer país sudamericano y el tercero en el mundo en crear un Parque Nacional, gracias a Francisco P. Moreno en 1922.

Por lo tanto, no son los países periféricos novatos en el tema, por más que la agenda ambiental busque imponerse desde el centro. El recorrido histórico en el caso argentino exhibe una preocupación constante por el medioambiente. En los diferentes discursos de Perón se puede apreciar cómo aborda temas sorprendentemente actuales y de preocupación mundial. Ese interés se materializó en políticas públicas bien concretas, como la creación de la Secretaria de Recursos Naturales y Ambiente Humano, en 1973, cuya primera secretaria fue la Dra. Yolanda Ortiz. Ella, además, fue la primera funcionaria de este tipo en Latinoamérica.

Son muchos los desafíos en materia ambiental que quedan por delante, y en buena hora el intento por construir una agenda común que los aborde en mercados globales caracterizados por actividades extractivas e intensivas en la explotación de los recursos. En naciones como las nuestras, el abordaje debe ser integral y el aprovechamiento de las riquezas naturales sustentable para el uso y disfrute de las generaciones presentes y futuras, limitando los egoísmos particulares y dando participación a la población en general.