En un año durante el cual el 42% de la población mundial irá a las urnas a renovar sus líderes políticos a través de elecciones democráticas, tanto legislativas como presidenciales, cabe preguntarse si el mero hecho de votar basta en sí mismo para que un sistema se considere una verdadera democracia, o si es tan sólo un primer paso elemental y fundamental, pero que por sí sólo no alcanza.
Costa Rica, El Salvador, Macedonia, Eslovaquia, Afganistán, Algeria, Panamá, Hungría, Lituania ,Malawi, Colombia, Indonesia, Turquía, India, Bosnia, Kosovo, Brasil, Uruguay, Bolivia, Moldávia, Sudáfrica, Líbano, Namibia, Tonga, Rumania, Mozambique, Unión Europea, Estados Unidos, entre otros tantos países renovaron o renovarán sus autoridades a través del voto popular, de enero a noviembre del 2014.
Nada mejor que conversar con los taxistas de cualquier parte del mundo, y en especial con los de determinadas ciudades cosmopolitas de los Estados Unidos donde todos son originarios de diferentes confines del mundo. Estos trabajadores diurnos y nocturnos ofician tanto de psicólogos como de escuchas de sus pasajeros de distintos géneros, edades y nacionalidades. Obtienen y procesan información en forma directa de gente común. Lo que sienten y piensan acerca del mundo en que nos toca vivir. En Nueva York los taxistas suelen ser de Pakistán, India e Indonesia. En Miami , haitianos y africanos. En Washington, en su mayoría provienen de países africanos, predominantemente de Etiopía y otros como Mauritania.
En mi último viaje en taxi en Washington, el conductor de Mauritania no hizo más que corroborar una vez más el pensamiento generalizado, ya no en científicos o intelectuales sino en gente común que trabaja diariamente y no tiene ningún tipo de privilegios más que el de votar. Este hombre, frente a mis preguntas, respondió que si bien hoy en África en la mayoría de los países se vota, la democracia allí sigue brillando por su ausencia. Son democracias en cuanto al voto, esto es, en la forma pero no en el fondo, ya que ninguno de los otros elementos inherentes a una verdadera democracia se cumple. Los gobernantes son votados en elecciones poco transparentes y rápidamente devienen en dictadores. La riqueza natural de estos países en muchos casos es grande, pero la corrupción lo es aún más. Los gobiernos se apropian de estos recursos en nombre de lograr una mayor igualdad y redistribución, pero en la realidad esto nunca termina sucediendo ya que sus verdaderos y encubiertos fines distan mucho de esto. Estos gobiernos terminan con todos los sueños de su población de lograr una vida mejor. No existe una real división de poderes, por el contrario, estos se concentran todos en uno, su líder. El Ejecutivo es el que toma los recursos y los hace propios transformándolos en una caja, mediante cuyo manejo soborna al Poder Legislativo y subordina al Judicial nombrando mandatarios fieles a su amo que jamás lo juzgarán. Se eternizan con los fueros sin poder ser destituidos ni juzgados. Cualquier pensamiento distinto al de ellos es suprimido ya que es visto como una amenaza. Con esto como objetivo se persigue y reprime a la oposición o a quien piense distinto. Se monta un aparato propagandístico, a través de la apropiación de los medios de comunicación, también obtenidos con la caja. Se desprestigia y tilda de fascista, terrorista, golpista u oligarca a todo aquel con otra opinión. Se subordina a las masas a una obediencia debida, o bien por temor o bien por reparto de dádivas que nunca mejorarán sus vidas, pero dada la pobreza de la que vienen, las recibirán como una bendición. Así utilizarán a los pobres en las sucesivas elecciones para sus propios fines: eternizarse en el poder para enriquecerse, lo que a su vez les brindará más poder aún. Un círculo vicioso que lejos está de favorecer a nadie más que a ellos mismos. La población se conformará con que se empareje hacia abajo: “si yo no puedo acceder a vivir mejor entonces que vivan todos como yo”. Habrá una transferencia de riquezas de los particulares a sus gobernantes y de estos a sus amigos y cómplices. Hoy Nigeria superó en PIB a Sudáfrica y se erigió como la mayor economía africana pero la corrupción allí no conoce límites; ahora, eso si, se vota.
Esta no es sólo la realidad de la mayoría de los países de África que poco parecen importarle al mundo hoy, sino la de muchos más que van a elecciones, se llaman a sí mismos democracias, pero de democracias tienen poco y nada.
Votar solamente no sirve para nada. Termina siendo como un espejismo: elijo para que después con impunidad total y sin freno alguno hagan lo que se les antoje en desmedro generalmente del pueblo. Es un primer paso importante pero necesariamente debe ser seguido por muchos otros, como ser el respeto por las instituciones, que se traduce en la clara división e independencia de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, para que de esta manera no existan excesos ni atropellos y verdaderamente se gobierne a favor del pueblo y para el pueblo. El Ejecutivo debe gobernar para sus ciudadanos, el Legislativo trabajar y promover leyes que favorezcan al ciudadano común y no a pequeños grupos de poder y el Judicial juzgar sea quien sea el que cometa el delito. Los funcionarios deberían ser los primeros en dar el ejemplo de honestidad y los primeros en pagar las consecuencias en caso de abuso de poder y de corrupción. El ejemplo debe darse de arriba hacia abajo. Una sociedad con un gobierno corrupto necesariamente se volverá corrupta. Invertir en educación es fundamental para que la gente no sólo vote mejor sino conozca y ejerza sus derechos cívicos. El problema radica en que a una buena cantidad de líderes políticos esto no les conviene ya que de educar a su población como es debido, jamás volverían al poder, ni aún reciclándose.