Con este título apareció en la edición de ayer del New York Times una columna de Thomas L. Friedman, periodista a quien sigo habitualmente y con quien comparto mucho de sus pensamientos. Comienza preguntándose cuál es la pelea real en Medio Oriente hoy. ¿Es sectaria (sunitas versus chiítas) y nacional (israelíes versus palestinos y árabes versus persas)? ¿ O es algo más profundo? La respuesta en este caso se la da Nader Mousavizadeh, un ex oficial senior de Naciones Unidas y co-fundador de Macro Advisory Partners, una firma de consultoría geopolítica, quien responde que la lucha real en la región es entre incendiarios y bomberos. Aquellos que quieren sembrar el caos y aquellos que quieren la paz. Son los líderes los que establecen las pautas y los pueblos los que sufren las consecuencias.
Friedman adhiere en que hay mucho de cierto en esto. Los fuegos sectarios y nacionalistas que vemos en Medio Oriente no son naturales e inevitables como una gran mayoría podría pensar. Según Mousavizadeh, estos son producto de incendios maliciosos provocados por líderes en estos países para avanzar en objetivos políticos, económicos y de seguridad de escasa y estrecha visión. En Occidente, como consecuencia de una mezcla de fatiga y fatalismo, reducen peligrosamente a la creación de una narrativa irreversible de conflicto sunita-chiíta . Esto es históricamente falso y libera a su vez a los líderes de la región de ejercer el poder de manera legítima y responsable. Agrega que las divisiones sectarias son reales, pero las erupciones provocadas por estas pueden ser evitables. Son los incendiarios quienes prenden las llamas en estos sectarios que por sí solos se extinguirían fácilmente. Son los líderes los que se encargan de azuzar el fuego, echando combustible y dando más aire para propio beneficio.
¿Cómo funciona esto? Bashar al-Assad, presidente de Siria, es un incendiario. Cuando se vio confrontado a una protesta pacífica contra su gobierno tiránico, abrió fuego contra los manifestantes, esperando provocar que la mayoría sunita en Siria respondiera con violencia a su minoría alawita- chiíta gobernante. Funcionó y ahora Assad se presenta como el defensor de una Siria secular contra fanáticos sunitas.
El primer ministro Iraquí, Nuri Kamal al-Maliki, es otro incendiario. En el mismo minuto que las tropas estadounidenses se retiraron de Irak, Maliki deliberadamente arrestó a líderes sunitas, los privó de sus presupuestos y dejo de pagarles a las tribus sunitas que se levantaron contra Al Qaeda. Con esto logró que los sunitas respondieran con violencia. Finalmente, Maliki se presentó en las últimas elecciones como el defensor de la mayoría chiíta frente a los “terroristas” sunitas. La estrategia había funcionado.
El general Abdel Fattah el-Sisi en Egipto, lanzó una violenta campaña contra los Hermanos Musulmanes, matando, hiriendo y arrestando a cientos de sus miembros. Tiempo más tarde se presentó como candidato a la presidencia como el defensor de Egipto contra los “terroristas” de dicha fuerza política y ganó.
Los extremistas palestinos que recientemente secuestraron a tres jóvenes israelíes son también incendiarios. Su intención fue terminar con el intento de recomenzar las charlas de paz entre palestinos e israelíes y avergonzar a los palestinos moderados. Algunos radicales judíos en el gabinete gubernamental Israelí como Naftali Bennet y el ministro de vivienda Uri Ariel también son incendiarios. Ariel deliberadamente anunció planes de construir 700 nuevas unidades de viviendas para judíos en el Este Árabe de Jerusalén, torpedeando así la negociación diplomática llevada adelante por el secretario de Estado estadounidense, John Kerry. Y lo lograron.
También hay bomberos en todos estos lugares que quieren la paz. Personas como Tzipi Livni y Shimon Peres en Israel, el ex primer ministro palestino, Salam Fayyad, Mohammad Javad Zarif en Irán y el Ayatollah Ali al-Sistani en Irak, pero que hoy se ven abrumados por las pasiones desatadas por los incendiarios.
Es difícil para aquellos que no han vivido en el mundo árabe comprender que chiítas y sunitas en lugares como Irak, Líbano y Bahrain, se casan entre sí sin importar el grupo al que pertenecen. Se los llama “sushi” (por mezcla de sunitas y shiites en su pronunciación en inglés ). Las masacres sectarias no son la regla. Una encuesta recientemente publicada por Zogby Research Services, llevada a cabo en siete países árabe , muestra que una gran mayoría de personas en estos países está a favor de políticas estadounidenses que apoyen una solución pacifica al conflicto en Siria, conjuntamente con más apoyo a los refugiados sirios. La mayoría también se opone a cualquier tipo de intervención militar por parte de los Estados Unidos en la región o al apoyo armamentístico de los grupos opositores.
Con el liderazgo adecuado, los habitantes de esta región pueden salir adelante y convivir pacíficamente entre sí. La división de Irak en tres partes no es la elección del pueblo.
De seguro, la armonía entre las diferentes sectas requiere de orden, pero este no debe ser impuesto por una mano de hierro. Los iraquíes en abril pasado tuvieron elecciones justas llevadas adelante por sí solos. Quedó probado que lo pueden hacer. Estas sociedades necesitan pasar de ser gobernadas por “mano de hierro” a tener instituciones de hierro que sean legítimas, inclusivas, responsables y lo suficientemente fuertes como para enmarcar y sostener a la sociedad en conjunto, asegura Mousavizadeh.
Esto requiere del liderazgo adecuado. Entonces, cuando estos líderes vayan a Washington a pedir intervención, ayuda económica o armamentos, la pregunta que deben hacerles los políticos estadounidenses es: ¿Ustedes son incendiarios o bomberos? De acuerdo a la respuesta, accionar.