La iteración de errores parece conformar el ADN político argentino. Oleadas zigzagueantes acercan y alejan a sus habitantes de la previsibilidad necesaria. Argentina ya conoció lamentablemente procesos inflacionarios y sus consecuencias. También es cierto, aunque muchos lo olviden y otros no quieran recordarlo, que, en el 2002, de una inflación mensual de 10,4% en mayo pasamos a un 0,2% en octubre. En ese mismo año, de un índice de precios mayoristas del 14,9% en mayo pasamos al 0,5% en octubre y -1,7% en noviembre. No hubo magia, hubo plan. Entre otras cosas, en medio de una enorme recesión, el ministro de Economía de entonces, Roberto Lavagna, cortó de cuajo en 48 horas la emisión monetaria.
El populismo con el cual gobernó sus últimos años el kirchnerismo de mano de Cristina Fernández llevó primero a la decisión mayoritaria de los ciudadanos de optar por un cambio. Mauricio Macri ganó las elecciones y ante la crisis debía inevitablemente devaluar, actualizar tarifas. Ahora bien, para que esto resulte, debía ser parte de un plan integral, aún hoy ausente. Tampoco era de manual convocar inicialmente a un Consejo Económico Social, pero la realidad muestra que hubiese sido oportuno. Allí debió haberse dado el puntapié inicial al esbozo de un puñado de políticas de Estado para luego profundizarlas en la discusión parlamentaria y sancionarlas. Continuar leyendo