Por una urgente Revolución Verde

Este día de la primavera será histórico. Se espera que cientos de miles de ambientalistas nos concentremos en simultáneo en Nueva York, Londres, París, Berlín, Rio de Janeiro y Buenos Aires para alertar sobre el cuidado del medio ambiente, en lo que será conocido como la movilización contra el cambio climático más numerosa de la historia.

La importancia de la movilización radica en que tendrá lugar dos días antes de la apertura de la Cumbre de emergencia sobre el Clima a la que asistirán más de 120 jefes y jefas de Estado, de cara a la próxima cumbre de Paris 2015. Miles de voces “verdes” alzadas por este tema universal deberán llegar a los oídos de los principales dirigentes del planeta.

La situación es alarmante: tuvimos en 2014 el mes de Agosto más caluroso de los últimos 134 años. Un reciente informe del Panel Intergubernamental de la ONU sobre Cambio Climático (IPCC) advierte que la temperatura promedio del planeta se encuentra en una escalada de dos grados por año. Y asegura que sólo “un gran cambio institucional y tecnológico”, acompañado de “inversiones sustanciales”, podrá revertirlo.

El documento de la ONU señala que, a este ritmo, los Estados tienen apenas 15 años para llevar adelante los esfuerzos necesarios para detener el cambio climático. Sí, leyeron bien. Tan sólo 15 años para modificar de raíz las políticas públicas que nos están llevando a un callejón sin salida. Vencido el plazo, el objetivo se volverá tan costoso como desastrosas sus consecuencias.

Por eso, con la movilización del domingo buscamos generar un efecto concreto en las autoridades de los tres poderes y en todos sus niveles, municipal, provincial y nacional, para que se comprometan a tomar decisiones importantes sobre el cuidado del medio ambiente. Queremos poner en marcha una verdadera revolución verde, tanto a nivel político como a nivel ciudadano.

Hay que decir también que el problema del medio ambiente es especialmente sensible a las principales ciudades del mundo, dado que en ellas se concentran los mayores niveles de contaminación y donde se ve más afectada la calidad de vida de las personas. Los desafíos en la Ciudad de Buenos Aires se centran en el saneamiento de la Cuenca Riachuelo-Matanza, la regulación de la construcción en barrios sobrecargados de cemento como Caballito, Almagro y Balvanera, y el cumplimiento de la Ley Basura Cero.

Esta ley, sancionada en 2007 con el objetivo de reducir la generación de residuos, es ignorada por el gobierno de la ciudad que, como venimos denunciando hace tiempo, no sólo no cumple con los parámetros de reducción establecidos por la norma sino que descarga las responsabilidades sobre terceros. Los contratos abusivos de las empresas de recolección con el Gobierno de la Ciudad han alcanzado estatus de escándalo: en CABA pagamos hasta diez veces más por tonelada reciclada que en otras ciudades del país.

Durante mi mandato como legisladora porteña, promoví la creación de la Comisión de seguimiento de la Ley de basura cero, convencida de la necesidad de regulación y control de los organismos públicos y de las empresas encargadas. A su vez, impulsamos la Ley de Construcciones Sustentables, con el objetivo de otorgarle a los y las vecinos y vecinas el poder que les otorga la Constitución de ser partícipes del planeamiento urbano, y establecer así límites concretos a las construcciones desreguladas. Incentivar el desarrollo de Energías limpias es otro de los desafíos de la Ciudad en materia ambiental, priorizando los contratos con aquellas empresas comprometidas con la reducción de emisiones de monóxido de carbono.

Estos temas que nos preocupan los llevamos a la vigésima Cumbre de la Tierra “Río+20” en el 2012, a la que asistimos en calidad de representantes de la legislatura porteña, junto a miles de congresistas de todo el mundo reunidos para seguir los avances en cada ciudad de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo del año 1992.

El cambio climático es una realidad palpable por todos y todas. Es necesario ponerse en marcha e instalar en la agenda pública la necesidad del compromiso de todos los sectores políticos para poner en práctica una estrategia fruto del consenso, que otorgue al Estado las herramientas para revertir la situación. La revolución verde es urgente: no tenemos mucho tiempo.

Poner el eje en la gestión ambiental

La semana pasada se cumplieron seis años del histórico fallo de la Corte Suprema que ordena el saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo. Lamentablemente, no escuchamos pronunciamientos de ningún funcionario del Gobierno de la Ciudad que rinda cuentas sobre el cumplimiento de las obligaciones que el fallo les demanda. No es un tema menor: se trata del corazón mismo del área metropolitana y de la calidad de vida de millones de personas.

El Gobierno porteño debería explicar, en primer lugar, porqué se retrasa con sus cumplimientos presupuestarios con la ACUMAR, organismo designado por la Corte para cumplimentar el fallo y compuesto en un 50 % por el Estado Nacional, un 25% por la Provincia de Buenos Aires y un 25% por CABA. En segundo lugar, debe responder por los habitantes de las villas y asentamientos lindantes con el riachuelo, en severo riesgo ambiental, que esperan ser relocalizadas en complejos de vivienda que el PRO no ha terminado de construir a pesar de que se han vencido largamente los plazos. Y finalmente, existen unas 300 empresas de la CABA que continúan sin presentar el Plan de Reconversión Industrial, lo que da cuenta de la falta absoluta de control hacia la contaminación del río.

Como integrante de la Asociación Ciudadana por los Derechos Humanos, una de las organizaciones civiles que constituyen el Cuerpo Colegiado de seguimiento al fallo, puedo afirmar que la gestión del Gobierno de la Ciudad en este punto carece de planificación y evidencia una desidia preocupante.

La recuperación de la Cuenca Riachuelo-Matanza es una oportunidad única para la necesaria equiparación de los barrios del sur con los del norte de la ciudad. Es un paso indispensable para la integración armónica de toda el área metropolitana. Cumplir, como gobierno de la Ciudad, con los objetivos y responsabilidades adjudicados por la ACUMAR es una prioridad absoluta de una gestión que tenga como horizonte mejorar la calidad de vida de los vecinos y vecinas.

Ello implica coordinar y concretar con ACUMAR gestiones y programas relativos al ordenamiento ambiental de la cuenca, el monitoreo de la salud de los habitantes, la urbanización de las villas, la construcción de viviendas, el proceso participativo para realizar las relocalizaciones necesarias y el cumplimiento planes de reconversión industrial a los estándares de emisión adecuados.

Más allá de los bonitos anuncios electorales sobre la “Ciudad Verde”, hasta hoy no vimos nada de eso. Lo mismo sucede con el incumplimiento de la Ley Basura Cero, la ausencia de una estrategia urbana que frene las construcciones no armónicas en barrios sobrecargados de cemento, el reciente intento de convertir la Reserva Ecológica en un basural y los emprendimientos privados en parques y plazas públicas sin consultar a los vecinos.

Para avanzar hacia una Buenos Aires en la que todos y todas vivamos mejor, hay que superar la actual dicotomía Ciudad-Nación, dejar de pasarse la pelota de las responsabilidades no resueltas y construir y articular desde una mirada amplia el diálogo necesario para cumplir con una gestión plural y eficaz.

Pero el diálogo al que hago referencia debe superar las meras buenas intenciones y plasmarse en logros concretos. Un avance en ese sentido fue sin dudas la inauguración de la Autopista Illia, fruto del trabajo conjunto entre la Ciudad y el Estado nacional. Sin embargo, en materia ambiental, los incumplimientos con el saneamiento de la Cuenca del Riachuelo y con la Ley de Basura Cero por parte del PRO no pueden caer siempre en la excusa del “no me dejan”. La Ciudad paga por cada tonelada de basura 1400 pesos, mientras que otras ciudades, como Córdoba, pagan menos de 200 pesos. Nadie los obliga. El problema actual es que se considera a la recolección de basura como un negocio privado del que sacar una tajada antes que como un servicio público.

Hay mucho para hacer. Es posible incrementar los espacios verdes de la ciudad incorporando tierras vacantes pertenecientes al Estado Nacional y las franjas costeras del Río de la Plata y del Riachuelo. Es urgente también priorizar a aquellas empresas que garanticen sustentabilidad ambiental para las compras y contrataciones por parte del GCABA, y cumplir con el ahorro del agua y el estimulo a las energías limpias en el marco de los compromisos para reducir los efectos del Cambio climático al que adhieren las grandes ciudades del mundo.

Durante mi mandato como legisladora, impulsé una normativa obliga al ejecutivo a presentar una Evaluación Ambiental Estratégica que considere las obras proyectadas en cada barrio y comuna de acuerdo a su sustentabilidad, dándole voz a los vecinos y sus organizaciones civiles. La reciente aprobación del Parque de la Estación en Once es un logro que convertimos en ley a partir de la iniciativa de los habitantes del barrio, aprovechando terrenos ferroviarios vacantes.

Cuando ponemos el eje en la gestión ambiental estamos defendiendo la calidad de vida de todos y todas. Una gestión ambiental con perspectiva metropolitana, diversa e inclusiva y no discriminatoria puede recomponer, recuperar y preservar los recursos naturales y patrimoniales de la Ciudad. Y trabajar para el desarrollo económico sustentable no sólo para el presente, sino también para las generaciones futuras.