Las discusiones sobre el efecto y legalidad de la marihuana están latentes en las agendas de los gobiernos. Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en legalizar completamente la producción y venta de esta droga, cuyo consumo ya era legal. En la Argentina el debate sigue abierto. Pese a seguir siendo una droga ilegal, su consumo se ha normalizado en los últimos tiempos. A continuación, algunas aclaraciones sobre su uso, efectos y consecuencias.
Se obtiene a partir de la planta Cannabis Sativa que puede cultivarse en interior o exterior. Puede fumarse liada en papel (porro), en pipa convencional, o en pipa de agua; también se puede ingerir en comidas (brownies, entre otros).
La marihuana es fumada por hombres y mujeres de todas las etnias y clases sociales. Contiene 421 sustancias químicas de las cuales 61 son especificas (cannabinoides), pero se considera que la más importante es el THC (etrahidrocannabinol), ya que es el responsable del efecto buscado por parte de los usuarios. El THC produce una adicción psicológica. Todavía se discute si existe algún tipo de dependencia física. La tolerancia a los efectos psicoactivos aparece con el uso crónico y cuando éste se interrumpe surgen síntomas leves de abstinencia como inquietud, insomnio, irritabilidad y anorexia.
Los efectos aparecen en pocos segundos y pueden durar varias horas y consisten en taquicardia, boca seca, inyección conjuntival (ojos rojos) y pupilas dilatadas, relajación, euforia (risas), hambre, alteración de las habilidades cognitivas y motoras. Puede producir además ansiedad, pánico y alucinaciones, entre otras cosas. El consumo crónico se asocia a trastornos cognitivos, síndrome amotivacional, trastornos de las vías respiratorias, problemas de memoria y aprendizaje, disminución de la libido y la fertilidad (sobre todo en varones), aparición de trastornos psiquiátricos y cáncer (de pulmón, lengua, entre otros). El organismo puede tardar casi 30 días en eliminar completamente un solo porro y el humo del cigarrillo de marihuana contiene más cancerígenos y aumenta más el monóxido de carbono en sangre que los cigarrillos de tabaco.
La marihuana con fines medicinales se puede usar contra el glaucoma, los vómitos asociados a quimioterapia, asma, y otros, pero nunca se trata de marihuana fumada, sino en preparados sintéticos a partir de la planta. En conclusión, si bien puede debatirse sobre si penalizar a la gente que consume es correcto o no, hay que poder decir también que la marihuana es tóxica. Que en agudo puede predisponer a accidentes, que el uso crónico aunque sea esporádico trae trastornos de memoria, de aprendizaje y cáncer, entre otros efectos, y que esto interfiere en el desarrollo normal de los jóvenes. El síndrome amotivacional produce que la gente se aleje de los intereses habituales como trabajo, escuela y proyectos a largo plazo.
Durante el embarazo puede provocar parto prematuro y los usuarios crónicos tienen un riesgo relativo 6 veces mayor de tener esquizofrenia que la población no consumidora.
Opino que las políticas de reducción de daño son muy buenas pero insuficientes. Hay que seguir bogando por la prevención del consumo, desmitificando creencias tales como que la marihuana aumenta la libido, la concentración y que es inocua, lo cual es falso.