Es muy probable que finalmente los argentinos nos deshagamos de un estilo de administración que se fue transformando en una pesada mochila. El alivio será enorme y el trabajo que nos espera también.
Habrá que rehacer prácticamente todo, porque, a pesar de los dictados de la moderación política que se empeña en repetir “Vamos a rescatar lo bueno”, la verdad es que el kirchnerismo no sólo no hizo nada bien, sino que destruyó lo que estaba en su lugar antes de su desembarco. El costo social del enfrentamiento que fogoneó entre los argentinos y el ataque a los principios básicos de la convivencia democrática neutralizan cualquier aporte.
Con una nueva administración podremos solucionar los desaguisados económicos con mayor o menor esfuerzo; enderezaremos nuestro abollado prestigio internacional volviendo a los ámbitos de diálogo con el mundo civilizado; reconstruiremos los valores de la vida en comunidad, lo que implica volver a respetar la autoridad, la propiedad privada, los contratos y la ley; podremos recuperar los buenos modales y el disenso será, como antes, una opción que no nos convierte en enemigos de nadie. Hasta será posible batirse a duelo con la corrupción y los peores delitos que florecieron a la luz de la impunidad de la década k. Continuar leyendo