Gran parte de los niños de la ciudad de Buenos Aires tiene la suerte de crecer en el seno de una familia. En ella, los padres cuentan con el derecho de criar a sus hijos en libertad, según sus propias creencias, sin la interferencia del Estado. Pero los hijos no son propiedad de sus padres. La libertad de estos para elegir las mejores maneras de educarlos tiene un límite: no se pueden violar sus derechos. El derecho a la privacidad en el marco de la familia no justifica conductas violentas que puedan generar daño a los niños.
Muchos chicos de nuestro país están expuestos a la violencia doméstica, ya sea porque escuchan amenazas entre sus padres o las reciben de ellos. Esto los pone en una situación difícil. Como ha sido ampliamente estudiado, el efecto de vivir rodeado de violencia, cuando no es la muerte o un daño físico reparable, suele estar acompañado de ansiedad, problemas en el rendimiento escolar, aumento de la agresividad. Continuar leyendo