Paz y administración, un imperativo vigente

Se cumplen hoy, 19 de octubre, cien años desde el fallecimiento del general Julio Argentino Roca, conquistador del desierto, dos veces presidente constitucional y constructor fundamental del Estado Nacional. Roca es, pese a las demonizaciones y falacias, el más grande estadista del siglo XIX.

La operación de ocupación de las vastas tierras que hoy forman las provincias patagónicas argentinas es el resultado, básicamente, de dos ideas centrales. La primera, la concepción de que la expansión territorial era una prioridad estratégica de las naciones: al tiempo que la Argentina realiza su campaña, iniciada por Rosas en la década de 1830 y completada por Roca cincuenta años después, los EEUU avanzan incesantemente hasta completar su inmenso señorío hasta el Pacífico. La segunda, es el resultado de una decisión política de envergadura histórica por su significación. Al comprender que Chile estaba en conflicto con Perú, en la denominada Guerra del Pacífico (1879-1883), es el entonces ministro de Guerra Roca quien entendió que esta era la oportunidad propicia para la Argentina para ocupar los territorios que hoy conforman la Patagonia argentina. En esa inteligencia, convence al presidente Nicolás Avellaneda de impulsar su decidida iniciativa. Después de encabezar la misión, conocida como “Conquista del Desierto” que determinó la posesión definitiva del sur del territorio nacional por parte de nuestro país, Roca, con tan sólo treinta y siete años se convierte en Presidente de la República por primera vez.

Bajo el lema de “Paz y Administración”, al asumir el poder el 12 de octubre de 1880, Roca pone en marcha el más exitoso programa de consolidación del Estado Nacional de toda la historia argentina. En materia de política exterior, establece el acuerdo de límites con Chile (1881) en el que se determina que es la línea divisoria de aguas, constituida por las más altas cumbres, la delimitación de la que es una de las más extensas fronteras del mundo. En su segunda presidencia (1898-1904) será Roca el primer jefe de Estado argentino en practicar activamente la llamada “diplomacia presidencial” al entrevistarse con sus pares brasileño y chileno.

Tras consolidar el territorio y la delimitación del mismo, el gobierno del general Roca pone en marcha políticas fundamentales para consolidar el Estado moderno. En materia educativa, la administración roquista impulsó y aprobó la ley 1420 que establece la educación obligatoria y universal que extiende la instrucción básica al conjunto de la población incluyendo los sectores más postergados. La iniciativa, además no se agota en el plano legislativo: el país pasa de tener 1214 escuelas en 1880 a 1804 seis años más tarde. La cantidad de maestros, en tanto, aumenta de 1915 a 5348 durante el sexenio. La verdadera “revolución educativa” del gobierno de Roca, sumada a la política de poner en cabeza del Estado la función de llevar el registro de nacimientos, matrimonios y defunciones, tarea que hasta entonces realizaba la Iglesia, envenenarán las relaciones con la jerarquía eclesiástica, que llevarán incluso a la ruptura de relaciones con el Vaticano, reestablecidas posteriormente, durante su segundo mandato presidencial.

En materia militar, Roca establece la uniformidad del Ejército Nacional, clausurando la actuación de las milicias provinciales clausurando décadas de inestabilidad institucional. En su segunda presidencia creará el Servicio Militar Obligatorio, modernizando en los criterios de la época el funcionamiento de las fuerzas armadas de nuestro país. Al mismo tiempo, Roca unifica la moneda estableciendo un signo monetario nacional que elimina la emisión de monedas provinciales generando las condiciones fundamentales para permitir, en el plano de la realidad económica, el mandato constitucional de libre intercambio comercial en todo el territorio argentino.

Al completar su primer período, Roca habrá consolidado los elementos clave del Estado-nación moderno al unificar el territorio, la identidad cultural -a través de la educación-, el Ejército nacional y la unidad monetaria. Roca será el líder político más destacado, por su actuación, de la llamada Generación del 80. Al momento de su fallecimiento, hace cien años, la Argentina era el octavo país más rico del mundo y el segundo en materia de inmigración europea, solo superado por los Estados Unidos. El producto bruto argentino era equivalente al de todos los países de la región sudamericana sumados, incluyendo Brasil.

La política llevada adelante por los gobiernos de la Generación del 80 resultó en un extraordinario éxito histórico. Hoy el orden público resulta asolado por una feroz ola de violencia, que amenaza permanentemente la vida y la propiedad de los argentinos. La calidad educativa exhibe un alarmante deterioro, tal como vemos en cada medición nacional o internacional de nuestro desempeño cultural y la moneda es castigada por una altísima inflación solo superada por la que sufre el pueblo venezolano.

El programa de “Paz y Administración”, lejos de ser una consigna del pasado, constituye un imperativo categórico de la Argentina del futuro.

Una audaz agenda hacia la modernidad

Al asumir la Presidencia de México, el 1 de diciembre de 2012, Enrique Peña Nieto planteó un programa de grandes transformaciones para impulsar la modernización de su país. En los meses que siguieron, el Congreso mexicano fue aprobando, una a una, las reformas legislativas que esa plataforma requería. Al hacerlo, puso en práctica el acuerdo político alcanzado por las principales fuerzas políticas, conocido como Pacto por Mexico.

Para sana envidia de muchos en nuestra postergada región sudamericana, el entendimiento arribado por los grandes dirigentes políticos del país implica una verdadera agenda de política de Estado: por ello las profundas transformaciones puestas en marcha gozan de un panorama de sostenibilidad en el tiempo y no corren riesgo de ser revertidas tras un período de gobierno.

Peña Nieto ha anunciado ahora el inicio de la etapa de la implementación de las ambiciosas reformas que se ha propuesto para susexenio. El joven presidente -asumió el poder con 46 años- ha decidido una impactante apuesta por la inversión en obras públicas de envergadura, como motor de la reactivación económica. Así, anunció la construcción de un nuevo aeropuerto para la gigantesca metrópoli del Distrito Federal y un programa de desarrollo de subterráneos. “Pensar en grande” parece ser el leitmotiv de su administración: las estimaciones del presupuesto de la nueva aeroestación rondará los 9.000 millones de dólares y cuadruplicará la capacidad del actual. La obra es solo la más emblemática de un plan global de infraestructuras que supondrá en los próximos cuatro años una inyección de 590.000 millones de dólares, que en una relación de dos dólares del sector público y uno correspondiente a la iniciativa privada se alza como el mayor impulso de inversión de la región.

“Cuando el 1 de diciembre de 2012 tomé posesión, era urgente dar el gran paso, fue el momento de romper con mitos y limitaciones. Para ello alcanzamos el Pacto por México un acuerdo nacional con las principales fuerzas políticas. La pluralidad permitió las reformas. El 11 de agosto con la promulgación de las últimas leyes se cerró un etapa. ¿Y ahora qué sigue? Ponerlas en marcha”, señaló Peña Nieto.

Desprovisto de ataduras ideológicas, Peña Nieto se ha animado a avanzar sobre un tabú de nuestras sociedades: sacudir la modorra de la burocracia educativa. La reforma en el campo de la formación ha llevado incluso al enfrentamiento con la hasta entonces todopoderosa líder del sindicato docente Elba Esther Gordillo, quien terminaría presa por acusaciones de malversación de fondos multimillonarios y señalada por Forbes en diciembre de 2013 como “una de las diez personas más ricas de México”. Alarmado por los lamentables resultados del país en las pruebas PISA, el programa busca revertir la decadente tendencia, imponiendo el impulso de la calidad educativa, la revisión y actualización de los contenidos y la adopción de criterios de evaluación permanente, una faceta resistida por los gremios docentes.

En la misma línea, Peña Nieto ha encarado una profunda y audaz reforma en el campo energético. Buscando revertir la tendencia declinante en materia de producción de Pemex, puso en práctica un verdadera revolución: convocó al capital privado para explotar el petróleo. Recordemos que México fue pionero mundial en estatizar el petróleo. Lo hizo el presidente Lázaro Cárdenas, en la década del 30. En materia de telecomunicaciones, se han atacado los monopolios que afectaban la competencia y la calidad del servicio para los más de cien millones de mexicanos. Los cambios terminan con la virtual exclusividad que gozaban las empresas del archimillonario Carlos Slim, considerado el hombre más rico del mundo, que llevaban a una concentración de entre el setenta y el noventa por ciento del mercado de la telefonía en las empresas Telmex y Telcel.

Reconociendo que el desempeño de la economía del país está lejos de las metas esperadas, Peña Nieto admitió: “La economía va en la dirección correcta, pero aún no hemos llegado a lo que necesitamos. El reto del crecimiento acelerado, sostenido y sustentable sólo lo podíamos hacer si realizábamos cambios de fondo. Y reformar implica tomar decisiones”, dijo el mandatario. La previsión de crecimiento para 2014 ha sido rebajada en sucesivas podas hasta un insatisfactorio 2,7%, muy lejos del anhelado 5% que persigue el presidente.

Embarcado en profundas transformaciones en áreas clave como energía, educación y telecomunicaciones, Peña Nieto no teme arriesgar su capital político: no tiene reelección en su futuro. La imposibilidad de perpetuarse en el poder parece una invitación a trabajar para la historia grande. Triunfe o fracase, se irá a su casa, irremediablemente, tras su sexenio en el poder. El principio de la no-reelección es el eje principal del sistema político mexicano en el último siglo.

Junto con Colombia, Perú y Chile, México lidera la denominada “Alianza del Pacífico”, una alternativa regional con miras al desarrollo y la inserción global de sus países. Los cuatro países comparten algo más que la ventana al Asia-Pacífico, el creciente centro de gravedad del sistema económico mundial del futuro. Al igual que México, Colombia, Perú y Chile coinciden en tres grandes líneas de su política: inserción internacional inteligente, promoción de la economía de mercado como motor del desarrollo y apego al ordenamiento institucional interno.

Los éxitos del país azteca, por lo tanto, deben entenderse en el camino al desarrollo en torno a dos esquemas de integración hacia afuera y hacia adentro del país. Junto con su pertenencia, desde hace dos décadas, al NAFTA, México se proyecta, junto con sus socios de la Alianza del Pacífico, a la conquista de mercados en la zona de mayor desarrollo económico del mundo actual: Asia. Pero ello lo hace a partir de haber alcanzado el entendimiento interno en el marco de un esquema político digno de envidia.

Por ello, no solo Peña Nieto es merecedor del aplauso por las reformas emprendidas: lo es el país en su conjunto. El ”Pacto por México” constituye, en lo esencial, un modelo de construcción a tener en cuenta para el futuro de nuestros país.