Esta semana el diario La Nación publicó una carta del productor y director teatral Carlos Rivas, en la cual este último explicaba las razones de su distanciamiento de la organización “Abuelas de Plaza de Mayo”. Recomiendo leer la carta. Es sincera, sentida, y al recorrerla uno nota el pesar del autor.
La decisión del productor obedecería a la creciente “politización” de aquellas organizaciones y su estrecha vinculación con el actual gobierno. La carta es una excelente muestra de un conjunto de posturas y actitudes muy habituales dentro de la “intelectualidad” y de gran parte de nuestra sociedad, acentuadas durante la última década. Hay puntos muy interesantes de la carta para analizar.
En primer lugar, creo que es válida la decisión de Rivas. Es mejor cambiar que persistir en el error. No obstante, me pregunto por qué motivo este tipo de personalidades han necesitado más de diez años de latrocinio kirchnerista y de falsificación de la historia para ver las verdaderas intenciones del gobierno y de aquellos que los secundan. Me podrán decir que las personas pueden cambiar, y que tienen derecho a hacerlo. Sí, claro que lo tienen. Pero ¿qué pensaba Rivas a lo largo de estos diez años, mientras el autoritarismo gubernamental crecía sin límite alguno, mientras se perseguían periodistas y civiles disidentes, mientras se expropiaban empresas, mientras se construía un aparato de propaganda y manipulación psicológica financiado con dineros públicos, mientras se rentaban historiadores para arrancar ciertas páginas de la historia argentina vinculadas a los excesos de la izquierda revolucionaria, mientras se firmaban acuerdos con la teocracia iraní, mientras se recibían los petrodólares venezolanos, o mientras el matrimonio K incrementaba su fortuna en más de catorce veces alegando haber sido “abogados exitosos”?
En segundo lugar, Rivas manifiesta reiteradamente su admiración hacia las abuelas de Plaza de Mayo y la “altísima dignidad” con la que han llevado su “lucha”. Espero no ofender, pero soy muy escéptico con respecto a estas posturas. ¿Estará también de acuerdo Rivas con la reivindicación que han hecho estas organizaciones de “derechos humanos” del terrorismo subversivo y la lucha armada? ¿Estará de acuerdo con la constante exaltación que hace esta gente de la satrapía venezolana y la dictadura castrista? ¿Estará de acuerdo con el hecho de que Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (organizaciones civiles y sin fines de lucro) actualmente reciben de manera discrecional gran parte del presupuesto de la Presidencia de la Nación (a través de su Secretaría General) por montos multimillonarios y de los escandalosos negociados que surgieron de esta repartija los cuales ya son de conocimiento público?
Rivas menciona reiteradamente su “consciencia ética” y su admiración por la lucha de los “derechos humanos”. Estas palabras se escucharon mucho durante la última década. Sin embargo, los únicos derechos que parecen defenderse son de aquellos que simpatizan con la izquierda. Los “derechos humanos” es un concepto que debería ser abarcativo, ecuánime, sin distinciones ideológicas, y con el elevado propósito de buscar la verdad y la justicia. A pesar de que la comisión que juzgó a los militares reconocía el carácter “revolucionario” y de escala “continental” del accionar subversivo, actualmente no hay ningún personero de dichas organizaciones de izquierda que estén detenidos o rindiendo cuentas a la justicia. Las víctimas del terrorismo revolucionario superan las 18.000 (según el “Proyecto Víctimas” de la ONG CELTYV) y en la actualidad siguen sin ser reconocidas por el “relato oficial”, su memoria sin ser debidamente reparada, y sus testimonios parecen haber sido borrados de nuestra historia. ¿Por qué nunca escuchamos hablar a Rivas sobre estas víctimas? ¿Por qué estas últimas quedan fuera de su prédica si él mismo dice ser un defensor de los “derechos humanos”?
Reflexiono y hago memoria. Por eso cuando Rivas comenta que fue a la cárcel de Devoto en la época de Cámpora para liberar a los “presos políticos” empiezo a recordar. Ellos también querían, como Rivas, una sociedad “solidaria, justa, equitativa y de signo nacional”. Las eternas consignas detrás de las cuales se escondían las verdaderas intenciones de los terroristas del ERP, FAP, FAL y Montoneros y su falsa “revolución proletaria”. Pero sobre este punto, hay que llamar la atención de los desprevenidos y los incautos. Esos “presos políticos” que se refiere Rivas eran terroristas de extracción marxista-leninista que habían sido encarcelados por una Cámara Federal Penal, creada a los efectos de combatir al terrorismo subversivo y surgida por ley en 1972, cuando se crea todo un andamiaje institucional para encauzar la lucha antisubversiva por vías legales. Dicha cámara estuvo vigente desde el 72 hasta su disolución en el 73 apenas asume Cámpora, cuando se dicta una amnisitía de carácter “urbi et orbi” que libera a todos los terroristas que habían sido juzgados “con la ley en la mano”. ¿Qué hicieron estos últimos cuando fueron liberados? Lejos de mostrar arrepentimiento por su accionar retomaron la lucha armada, pero previamente intentaron asesinar a los jueces que integraban la Cámara Federal que los había juzgado. Todos los jueces tuvieron que exiliarse del país, salvo el juez Quiroga que no un tuvo la misma suerte ya que murió acribillado por la espalda por estos “luchadores populares”.
Carlos Rivas en su carta menciona reiteradamente su ética, su moral, y su conciencia cívica. La gente de izquierda siempre lo hace. El problema es que aquello no es ni ética ni es moral.