El trabajo remoto o flexible, en oposición a la rutina de oficina tradicional, llegó para quedarse. Es una consecuencia inevitable de la globalización y desarrollo tecnológico. Cuando la tecnología permite a las personas trabajar con más eficacia a distancia o en movimiento, ¿por qué querrían éstos trasladarse todos los días a un lugar menos conveniente? Además, ¿por qué los empleadores querrían atar su propio capital a edificios que no están capacitados para satisfacer las demandas de una fuerza laboral moderna? Esto al final condena los espacios de trabajo a ser subutilizados. Sencillamente, no tiene sentido.
Mi propia empresa, Regus, acaba de concluir una encuesta sobre el trabajo remoto, basándose en más de 26.000 entrevistas a gerentes de alto rango y dueños de negocios en un total de 90 países de todo el mundo. La encuesta muestra que el 48% de quienes respondieron ahora trabajan de manera remota la mitad de su semana laboral. Estos resultados implican que los profesionales que siguen trabajando regularmente desde una oficina fija pronto serán una minoría. Esta tendencia también explica la razón por la cual Regus ha crecido tan rápidamente durante los últimos años, abriendo nuevos centros de negocios y prestando nuevos servicios para satisfacer la creciente población global de trabajadores flexibles y móviles.