Una de las lecciones del colapso neoliberal del 2001 es que la deuda externa es un tema central de la política económica. El peso de la deuda externa puede convertirse rápidamente en un problema insoluble, y requerir para el pago de sus intereses esfuerzos económicos de la población con impacto social negativo en el empleo y el salario.
Esta lección está presente cuando se analiza la información de países como Grecia, España, Italia, que entran en recesión por el creciente pago de intereses de su abultada deuda. Para enfrentar esas obligaciones, vemos cómo esos gobiernos realizan políticas de ajustes mediante reducción de salarios públicos, vemos cómo crece el desempleo, vemos cómo se profundiza la crisis cuyo epílogo intuimos.
Desde 2003 el gobierno nacional -así como varios gobiernos de los países emergentes como Brasil o Rusia- llevó a cabo una política de desendeudamiento y de independencia respecto de los organismos como el Fondo Monetario Internacional, políticas que fueron fundamentales para la estabilidad y el crecimiento económico.
Al revés de esa tendencia, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se destaca y no por buen alumno: eligió endeudarse hasta niveles desconocidos desde la constitución de la ciudad autónoma en 1996.
La comparación entre la política de deuda llevada a cabo por el Estado nacional y la Ciudad de Buenos Aires dan cuenta de la existencia de diferencias conceptuales profundas entre ambas administraciones. A nivel nacional, la deuda representaba 166% del Producto Interno Bruto en diciembre de 2002, 56% en diciembre de 2007 y 41% en junio de 2012, fruto de la política de desendeudamiento. Además de disminuir el stock de deuda respecto del tamaño de la economía, ésta implicó cambios significativos en la composición de los acreedores. Los tenedores privados perdieron peso y la deuda del Estado nacional con este sector disminuyó en la actualidad al 13,8% del PIB, cuando en 2002 era del 105% del PIB. Hoy gran parte de la deuda del sector público se encuentra en manos de organismos del Estado lo que reduce el riesgo de renovación y permite no tener que endeudarse a las tasas exigidas por el mercado.
A contramano, la Ciudad de Buenos Aires viene incrementando su endeudamiento, subiendo en términos nominales un 124% entre 2007-2012 (cuando en Nación el incremento fue del 26% en igual período). Esto implica un incremento en términos de su producto bruto geográfico del 40% hasta 2010.
El porcentaje de la deuda contraída con organismos internacionales también muestra diferencias entre ambas gestiones. Mientras los organismos representan el 10% de la deuda de la Nación, en la Ciudad el porcentaje es del 19% sin tendencia a disminuir.
Por su parte, otro aspecto donde se ven diferencias relevantes es en la composición de monedas en que está contraída la deuda. En la Nación en junio de 2012 el 61% de la deuda se encontraba en moneda extranjera (en su mayoría en dólares estadounidenses), cuando en 2002 era superior al 90%, siendo este otro de los aspectos positivos de la política de desendeudamiento. Por el contrario en la Ciudad la deuda en moneda extranjera pasó de representar el 60% en 2007 al 90% en 2011, tornando la situación financiera de la Ciudad más vulnerable al contexto internacional y una variación en el tipo de cambio.
En estas circunstancias, el candidato a diputados de la ciudad por el PRO Federico Sturzenegger afirma que una devaluación del 40% sería necesaria para solucionar los problemas del país. Si bien esta afirmación es muy discutible, lo cierto es que, en base a los datos oficiales de la Ciudad de Buenos Aires, significaría un incremento de la deuda de la ciudad en la misma proporción si la valuamos en pesos. La historia de tomar deuda en dólares en un país que cobra sus impuestos en pesos ya es conocida: el propio presidente del Banco Ciudad la conoce porque él fue viceministro de Economía de la Alianza hasta el 20 de noviembre de 2001.