Las llamativas declaraciones del secretario de Seguridad, Sergio Berni, sobre la expulsión del país de extranjeros delincuentes han provocado polémica.
Me sumo a los que se asustan de la medida peticionada por Berni, pero por laxa.
En los lugares serios del mundo, el inmigrante por estar ilegalmente en el país puede ser deportado en un procedimiento rápido, pero al extranjero que además comete delitos, antes de deportarlo, hay que hacerlo cumplir condena.
En los casos de robos simples que alude Berni, coincido con el en que la Justicia poco hace para mejorar la seguridad pública de los argentinos al habilitar la “puerta giratoria” de la excarcelación automática.
Pero deportar inmediatamente a alguien que cometió un delito, más que aliviar el problema de los “contingentes” de delincuentes que llegan al país a diario “porque acá esta fácil” (y nadie controla), lo acrecentaría, ya que sería más fácil aún “intentar” el crimen. “Total, si sale mal, me vuelvo a mis pagos”, pensará rápidamente el criminal.
A más de resultar absolutamente inconstitucional por violatorio de la garantía de igualdad ante la ley, ya que ante el mismo delito el nacional iría preso y el extranjero de viaje de vuelta (como sucede en la actualidad con la posibilidad legal de ser deportado por expresa petición del delincuente extranjero al cumplir la mitad de la condena, artilugio que fuera utilizado por el conocido delincuente uruguayo Luis Vitete, autor del “Robo del Siglo”).
Resumiendo: primero cárcel, después deportación.