En 1966, el conocido activista e intelectual de la generación beat norteamericana, Allen Ginsberg, fue invitado a Cuba por Haydeé Santamaría de Casa de las Américas. Al poco tiempo, lo expulsaron de manera fulminante por criticar la represión contra la homosexualidad que ordenaba practicar el tío y el padre de Mariela “Rainbow” Castromasov, y tal vez lo echaron también por ser homosexual él mismo.
Me pregunto: ¿No hay otras personas con más autoridad moral para ser los adalides de cualquier tipo de cambio en Cuba que únicamente los integrantes de esa familia?
¿No hay en toda Cuba ni un solo gay o lesbiana con más conocimiento de las necesidades de su colectividad y con más derecho que esta muchacha para dirigir ese movimiento? ¿Solo lo puede hacer ella?
Hoy Mariela nos muestra una faceta ya adulta de su personalidad, ligada cada vez con menor disimulo a los deseos de permanencia sempiterna en el poder, hablando de los opositores al feudo de sus padres como un manojo de ignorantes y de vendidos.
Resulta patético, además de increíble, que alguna persona de bien que en su momento simpatizó con aquella lejana revolución logre tras un esfuerzo encomiable establecer algún tipo de nexo entre aquella experiencia barbuda con esta ruina anquilosada y consiga sentir la misma simpatía por este cúmulo de despropósitos. Continuar leyendo