Cuba buscará inversores “extranjeros” para un megapuerto. Un capricho del destino quiso que este enclave hito de la claudicación marxista leninista en todo su espectro ideológico, se situase en el Puerto de El Mariel, célebre por haber sido punto de partida de uno de los mayores éxodos mundiales del siglo XX. El exilio de más de ciento veinticinco mil personas superó con creces a los treinta mil que salieron unos cuantos años antes por Camarioca con igual destino: Miami. Más allá de los golpes y las humillaciones de los que fueron objeto aquellos emigrantes por el simple hecho de querer viajar para ampliar sus horizontes, más allá del peso del horror de los castigos infligidos a todo aquel que plantease que Cuba debía abandonar el estatismo y desarrollar el libre mercado, me pregunto seriamente si quienes han tomado este rumbo diametralmente opuesto a las imposiciones de medio siglo sin excusarse siquiera con los damnificados conocen algún límite en la desfachatez y la inmoralidad. Aunque reconozco que mis interrogantes son recurrentes. No alcanzo a explicarme la razón de por qué muestran ese ahínco en que los elegidos sean adoradores de amasar fortunas de dinero a través de la plusvalía, genuinos explotadores de la clase obrera pero con una única condición excluyente: que no sean cubanos. ¿No colisiona esto frontalmente con los más elementales principios patrióticos, libertarios y, por supuesto, los pretendidamente comunistas? Y por otro lado ¿dónde están aquellos que juraban luchar hasta morir antes de ver perecer al socialismo? ¿Estarán alzados en los distintos montes de la isla, en la lucha clandestina, en los calabozos o en efecto bajo tierra?
Por aquí me dicen que no, que de eso nada, que era todo alarde, paripé, papití como decían en Cuba. ¡Uf, que alivio! Porque sucede que conozco a tanta gente que juraba aquello con tal bravura y dramatismo, que yo ya no podía evitar sumirme en el dolor por semejante tragedia. ¡Suerte que al final era todo humo! Según el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, ahora el principal objetivo de todo revolucionario es volcarse para buscar samaritanos capitalistas que quieran invertir “pastuqui” en la isla. Piden disculpas por el pequeño cambio en el proyecto socialista: ya no se busca al “Hombre nuevo”, ahora están tras el mismo viejo picarón de siempre, el hombre de “quítate tú que me pongo yo”. Pero los revolucionarios del mundo entero no tienen nada de que preocuparse, con este método se creará una fuerte clase proletaria bien explotada, carente de todo derecho que convenientemente se sabrá revolver contra el abuso, y se presume que finalmente se podrá establecer la auténtica dictadura del proletariado. ¡Siempre cabe la posibilidad de que detrás de este mamarracho llegue una especie de comunismo cósmico bajo la prolífica estirpe “castrense”!