Anoche mientras transmitían los premios Martín Fierro vi que en Facebook circulaba una imagen que se partía en dos, por un lado el Martín Fierro y del otro lado Martín Insaurralde, y sobre uno decía: “Este Martín se compra”/”Este Martín no se compra”. Me hizo pensar sobre qué creerá más de un intelectual -kirchnerista o anti- sobre esto, y arriesgué prontamente a juzgar que seguramente deben ver una disputa ideológica en en lugar de una lisa y llana torpeza para comprender algunas cosas elementales.
Nuestra peor derrota frente al populismo es cuando se mete en nuestra cabeza y empezamos a ver grandes y épicas luchas por el poder incluso cuando compramos caramelos en el kiosco. También cuando nos acostumbramos a señalar con el dedo al que piensa distinto. El truco de los que hoy tienen pretensiones intelectuales está en que nos quieren hacer creer que todo es ideología y poder, o bien, que cualquier tipo de relación, por ser una relación de poder, es plausible de ser discutida ideológicamente y que eso tendrá algún efecto -mágico- para alterar la realidad.
Se pone en discusión una actitud política sobre la forma en que queremos que la República se desarrolle, qué tipo de relación queremos que tengan el Poder Legislativo con el Ejecutivo e incluso con el Judicial. No hay mucho más. Quiérase o no, ya se sabe qué es el kirchnerismo, cuáles son sus límites, cuáles son sus escrúpulos y cuáles son sus intereses. Hay motivos para esperanzarse, como por ejemplo, que ya no se use -tan seguido- la expresión “la oposición” es un buen paso para avanzar sobre la posibilidad de generar una propuesta alternativa seductora para la ciudadanía.
Algunas campañas, por la naturaleza de su complejidad, han debido generar expectativas muy altas, difíciles de sostener en el tiempo y que a su vez generan un efecto esperable para el 2014: la desesperanza. Las PASO pueden servir para afianzar electoralmente ciertas candidaturas, pero también está la posibilidad de que sirvan para volver un piso sólido sobre el que discutir el tono político en que queremos que se desarrolle la democracia -y el postkirchnerismo- a partir de 2015.
En estas elecciones se ponen en juego muchas cosas y es posible que parte de la tensión de lo que hay en el escenario tenga alguna vinculación ideológica, no obstante también se ponen en juego cuestiones anteriores como principios y estéticas operando como normas para determinar la forma en que queremos vivir. Lo importante será dedicarle cinco minutos a pensar en qué país queremos vivir a la hora de votar y que nadie nos quiera hacer sentir culpables por creer en esa idea, aunque para algunos sea “carente de ideología” o “apolítico” tener aspiraciones simples.