Una vez más, la humanidad está frente a la oportunidad de poner los intereses de todos por encima de la voracidad económica de las corporaciones. Se trata de la batalla entre los millones que entienden que hay que proteger el Ártico, santuario de nuestro planeta, y la industria petrolera que pretende extraer hidrocarburos de una de las regiones más frágiles de la Tierra.
Ya lo hicimos una vez cuando en el 61 se puso en marcha el Tratado Antártico, con 50 países adherentes, que preserva el territorio para la libre investigación científica y prohíbe la actividad militar en el continente. A fines de la década del 90, con la entrada en vigencia del Protocolo de Madrid, se agregó un área protegida ambiental que impide los desarrollos industriales, petroleros y mineros, y prevé la protección del medio ambiente antártico.
Greenpeace formó parte de la campaña global para establecer el Protocolo de Protección Ambiental y ahora busca crear algo similar en el otro extremo del mundo. Exige un “santuario”, una reserva marina completamente protegida de la actividad pesquera, la extracción de petróleo y la actividad militar. El área cubierta sería el centro del Océano Ártico, más allá de las 200 millas náuticas que involucra las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) de los Estados costeros. Un área bajo protección de las Naciones Unidas, un sitio dedicado a la ciencia y la investigación. No está solo en este reclamo: la acompaña uno de los ocho Estados Árticos, Finlandia, líderes culturales y sociales como el Premio Nobel Desmond Tutu, Sir Paul McCartney o Penélope Cruz, y más de 5 millones de personas en todo el mundo que apoyaron la petición.
El problema que enfrenta es grave: el hielo del Ártico, del que todos dependemos, está desapareciendo. En los últimos 30 años, se derritió el 75 por ciento de su hielo flotante, que cumple la función de reflejar una gran cantidad de calor solar hacia el espacio y evitar así un aún más grave derretimiento de los hielos.
Para perforar el Ártico, las petroleras tienen que apartar los icebergs que sus plataformas encuentran en el camino y derretir el hielo flotante. Si permitimos que lo hagan, un derrame catastrófico es sólo cuestión de tiempo.
Tenemos el conocimiento y la tecnología necesarios para comenzar la transición del petróleo que se extrae de nuestro suelo contaminando gravemente al ambiente, a energías limpias, seguras e inagotables, como la energía del viento, la tierra y el sol. Para cambiar este modelo el primer paso es proteger el Ártico hoy, como hicimos con la Antártida hace más de 40 años.