El desempleo, más que un miedo presente en todos los trabajadores, es una realidad innegable que afecta a millones de personas en la Argentina. El origen de esta situación se encuentra obviamente en una muy baja demanda de mano de obra. Cuando un empresario contrata a un trabajador lo hace solo por ambición, no le está haciendo ningún favor, sino que simplemente para hacer crecer sus negocios necesita emplear gente. Según la lógica sería entonces la falta de ambición de los empresarios argentinos el origen de los desempleos. Por supuesto que no. Al igual que los inversores de cualquier parte del mundo, los argentinos buscan mayores ganancias, pero nadie va a poner su dinero en donde no esté seguro, y lamentablemente la Argentina no tiene los más atractivos marcos institucionales al respecto.
Para que podamos ver a nuestro país con los ojos de cualquier productor, habría que consultar algunos índices realizados por respetadas instituciones del contexto internacional: En el Índice Haciendo Negocios 2014 realizado por el Banco Mundial, en donde se mide la mayor protección a los derechos de propiedad y la facilidad que tienen los empresarios para operar en el país debido a regulaciones más simples, Argentina ocupa el puesto 126 del ranking que se encuentra liderado por países como Dinamarca, Nueva Zelanda y Estados Unidos. A su vez, en el Índice de Competitividad Global desarrollado por el World Economic Forum, que mide un conjunto de instituciones, políticas y factores que definen los niveles de prosperidad económica en el corto y largo plazo, Argentina ocupa el puesto 104 muy por detrás de, por ejemplo, Ruanda, Botsuana e Irán.
Con tranquilidad podemos afirmar que el desempleo es una decisión política, muy probablemente no consiente, pero decisión política al fin. Si el país se vuelve atractivo para la inversión, la demanda de mano de obra aumentará y lo que escasearán serán los trabajadores disponibles, de este modo los empresarios no tendrán otra alternativa que mejorar las condiciones de trabajo y elevar los sueldos para conseguir a los mejores empleados.
¿Pero cómo hacerlo? Recientemente leí en un artículo que el Dr. Martín Krause escribió para la Universidad Francisco Marroquín, sobre una medida que se tomó en el Reino Unido llamada Regulaciones Dos por Uno. Estas consisten simplemente en que la adopción de una nueva regulación que genere costos para los empresarios solo puede hacerse si se deroga otra regulación con un costo económico dos veces más importante. Esto les permitió a las empresas ahorrar entre 2011 y 2012 alrededor de €1.300 millones, y como ahorro significa inversión, y esta se traduce en más empleo, no sería descabellado proponer una ley similar como punto de partida.
Pero como no existe mejor manera para demostrar un postulado que con la mismísima realidad, será mejor que vayamos a los hechos. Me gusta utilizar el ejemplo de Nueva Zelanda, ya que es un país que salió de una profunda crisis en muy poco tiempo tan solo utilizando medidas compatibles con el libre mercado. El distinguidísimo periodista y escritor cubano, Carlos Alberto Montaner, explicó de manera espléndida lo sucedido en este remoto país de Oceanía en su libro “Las Columnas de la Libertad”. Allí nos cuenta como el gobierno de aquel país notó que para no quedar rezagados por el mundo sería necesario formar parte de la globalización. Pero para convertirse en una economía competitiva a nivel mundial era necesario liberalizar el mercado y consecuentemente flexibilizar la economía en todos sus ámbitos, incluyendo por supuesto, el laboral.
Fue así como los acuerdos sectoriales se acabaron y se le dio espacio al libre acuerdo entre empleador y empleado. Se le dio inicio a la libertad de horarios, de precios (acabando con todo control en los mismos), se terminó con los subsidios, se realizó una apertura a la competencia exterior, se ejecutó un desmantelamiento arancelario y además se introdujo una absoluta libertad de las empresas para tomar decisiones económicas, lo que incluye una total flexibilización del sector laboral, dejando de gravar con “cargas sociales” los puestos de trabajo y abandonando la rigidez en el terreno de los salarios.
En un comienzo, como era de esperarse, los sindicalistas pusieron el grito en el cielo y hubo cierta inestabilidad, pero esto fue irrelevante ya que en menos de seis meses la curva de desempleo comenzó a descender y los sueldos de los trabajadores a aumentar. Hoy en día Nueva Zelanda está entre los países que mayores salarios y mejor calidad de vida les brinda a sus trabajadores, lo que se ve reflejado en el Índice de Desarrollo Humano, elaborado por la ONU, que mide el nivel de educación y de vida digna, larga y saludable de los países, donde los neozelandeses ocupan el sexto lugar.
Paradójicamente, el llamado “progresismo” argentino jamás ha traído desarrollo a nuestro país ya que se ocupó de alejar al sector empresario con leyes populistas a las que llaman “conquistas sociales” que lo único que lograron fue trabajo en negro y desempleo. Cuando la historia demuestra que la inversión de capital ha sacado a más gente de la pobreza que cualquier otro programa ¿por qué no realizar verdaderas “conquistas sociales” atrayendo a inversores y logrando así que sea la realidad quien lo muestre y no la ley quien lo diga?