La enorme mayoría de las personas, por lo menos a lo largo y ancho del continente americano, contamos con inmigrantes en nuestros antepasados. Personalmente, si me remonto tan solo tres generaciones, me encontraré con que ninguno de mis bisabuelos nació en la Argentina; de hecho todos ellos provienen de lugares lejanos, en su mayoría de Croacia, aunque también de Italia y España.
Nuestras tierras han sido pobladas por millones de familias procedentes de todos los rincones del planeta, que recibieron con los brazos abiertos tanto a las víctimas de guerras hartas de tanta destrucción como a todo aquel que sintiera un techo en sus capacidades que aquí pudiera ser elevado. Nadie cuestiona lo provechoso que fue aquella posibilidad que nuestro continente brindó con tanta generosidad durante siglos en el pasado, pero por alguna razón parece que aquello que alguna vez nos benefició es ahora un enorme peligro.
¿Pero es realmente la inmigración un problema? La respuesta es sin lugar a duda negativa y paso a explicar por qué. Continuar leyendo