Una nota informativa del Ministerio del Interior recién publicada en los medios oficiales da cuenta de la detención de cuatro cubanos residentes en Miami “cuando planificaban ejecutar acciones terroristas en el territorio nacional”. Precisa la nota que “los detenidos reconocieron que pretendían atacar instalaciones militares con el objetivo de promover acciones violentas”, y que estarían dirigidos por figuras históricamente vinculadas a este tipo de actividades. No podía faltar en la relación de vínculos de este cuarteto el nombre más tenebroso de todos: Luis Posada Carriles.
Más allá del rechazo natural a estos métodos violentos por parte de la mayoría de los cubanos de todas las orillas –incluyendo a la oposición interna–, la nota de referencia exhibe deficiencias esenciales que opacan la loable finalidad de “informar al pueblo” acerca de los planes de estos terroristas y de sus implicaciones.
Lo primero que salta a la vista es que los objetivos a atacar fueran, como el Moncada en 1953, instalaciones militares. Cuesta creer que cuatro sujetos se consideraran capaces de burlar la vigilancia y seguridad que deben tener dichas locaciones, y encima “promover acciones violentas” en Cuba. Esto sugiere varias interrogantes implícitas: ¿son tan vulnerables las instalaciones militares cubanas que apenas un puñado de fanáticos violentos constituyen una amenaza para ellas? ¿Acaso contaban con grupos armados al interior de Cuba para apoyarles en esas acciones? ¿Existe alguna posibilidad de que un reducido número de individuos –lo suficientemente mal preparados como para ser detectados y detenidos en flagrante delito– puedan “promover acciones violentas” en la Isla? ¿Tendremos, pues, que preocuparnos?
Dejemos de lado la observación obvia de que cualquier objetivo económico del país podría considerarse como una “instalación militar”, habida cuenta que los polos estratégicos de la economía están completamente en manos de los militares. Es decir, que un ataque terrorista contra un complejo hotelero de “Gaviota”, contra el Puerto de Mariel o una tienda recaudadora de divisas, bien podría entrar en tal clasificación. Pero estos son apenas algunas pecas menores.
Lo que realmente llama la atención es que el gobierno cubano siempre tenga la fortuna, la buena suerte o comoquiera que se le llame al hecho –exceptuando el término “casualidad”, por no parecer adecuado al caso–, de que en las coyunturas más difíciles aparezcan forajidos infiltrados, cargados de torvas intenciones, que quieren destruir la Revolución y sus conquistas, subvertir el orden, etc.; que detrás de ellos esté siempre la mano tenebrosa de Posada Carriles y sus compinches; y que procedan invariablemente del territorio estadounidense. No nos sorprendamos si en el proceso investigativo “se descubre” también la oreja peluda de la CIA y otros nombres demoníacos de personajes de la política, como ciertos congresistas y senadores cubano-americanos.
Pero repasemos brevemente algunas de las incidencias que enmarcan el hecho: el gobierno cubano necesita desesperadamente inversiones de capital extranjero; el embargo mantiene su presión sobre la política y la economía de esta isla “soberana” y constituye un freno para los inversionistas, especialmente para los empresarios de EEUU; la Unión Europea (UE) y EEUU –pese a las sanciones aplicadas a Moscú– no acaban de conciliar sus posiciones en torno a la crisis en Ucrania; la UE ha iniciado un acercamiento al gobierno cubano cuyo final debería ser el levantamiento de la Posición Común, supuestamente condicionado a mejoras en el tema de los derechos humanos en la Isla…
Se está produciendo un nuevo y sospechoso acercamiento entre el régimen cubano y Rusia –incluyendo visitas de barcos espías rusos en nuestras aguas y en el territorio nacional. EEUU mantiene a Cuba en la lista de países que promueven el terrorismo internacional; Cuba sigue figurando como una de las peores sociedades represivas del mundo debido a “los abusos en cuestiones de derechos políticos y libertades civiles”, según el más reciente Informe Freedom of the Press 2014. En tanto, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional en su informe mensual correspondiente al mes de abril de 2014, ha denunciado más de 900 detenciones por motivos políticos y 90 casos de agresiones a disidentes “por agentes policiales o parapoliciales”. El régimen cubano, por su parte, denunció que el país ha estado sometido a una ciber-guerra –Zunzuneo y Piramideo son los “ejemplos” más recientes–, propósito que, según asegura, cuenta con “mercenarios al servicio de una potencia enemiga” al interior de la Isla.
Ergo, el descubrimiento y arresto de los cuatro bandidos de ocasión le viene al régimen como anillo al dedo: ahí tiene la opinión pública la prueba de que somos una pequeña nación acosada por un enemigo poderoso, por eso la represión, que no es tal, sino el derecho del país a “defenderse”, porque “en una plaza sitiada la disidencia es traición”. Así de sencillo.
Razón tiene el colega Reinaldo Escobar cuando, en un reciente post que publicó en su blog, nos recordaba los momentos críticos previos a la Primavera Negra de 2003, lo que nos alerta sobre las veleidades de la política y la utilidad que hace el gobierno cubano de cada coyuntura, por lo que es de temer una nueva redada en tiempos venideros: “Cuando la lealtad cubana a Rusia se convierta en un insulto inaceptable para Europa, los tiempos de la Posición Común serán recordados como una luna de miel. Entonces ya no habrá a quien prometer ni con quien simular que van a respetarse los derechos humanos en la Isla”.
Hay que ver lo ventajosos que pueden resultar “los enemigos” a una dictadura que no hubiese sobrevivido sin ellos. Por lo que a mí respecta, a estos nuevos “infiltrados terroristas”, si realmente lo fueran, a todos los anteriores y a quienquiera que los aúpe o financie desde cualquier punto del planeta, el gobierno debería entregarles el carné del Partido, con honores. Jamás ha tenido el castrismo colaboradores tan eficientes como ellos.
Este artículo apareció originalmente en el sitio Cubanet.