Mientras viajaba hacia la marcha del miércoles, me preguntaba si la lluvia iba a ser capaz de detener el entusiasmo que muchos ciudadanos teníamos por demostrar que nos dolió la muerte del fiscal Alberto Nisman, que nos duele la impunidad, la falta de justicia en nuestro país. A poco de llegar al lugar mis dudas se disiparon: una increíble multitud llenaba las calles. En silencio, pero con la firme convicción de que había que estar allí, todos nos dirigimos a Plaza de Mayo. En el camino me encontré con amigos, compañeros de ruta, dirigentes políticos y sobre todo con la familia del fiscal, que legítimamente encabezaban la marcha.
Fue muy emocionante ser parte de esa marea humana que, entre paraguas y carteles, con cintas negras expresando dolor, compartía la misma sensación de impotencia frente a un Gobierno que decidió hace rato hacer oídos sordos frente a todo reclamo popular u opinión que disienta frente a sus postulados. O que simplemente se haya cansado de sus mentiras o doble discursos. Al mismo tiempo, fue movilizador saber que somos muchos los que queremos construir una sociedad en la cual sentirnos parte de un todo. Donde impere la ley y las instituciones. Un lugar en el que se pueda confiar en la justicia y la transparencia de los actos de gobierno.<
Fueron muchas las críticas del oficialismo a quienes decidimos salir a la calle a expresarnos. Nos trataron de golpistas. De querer volver al pasado. Y como siempre se victimizaron. Como si no tuvieran nada que ver con todo el asunto. Como si no se hubieran mostrado inoperantes para lograr llegar a la verdad en tan tremendos atentados. O como si no hubieran usado en su favor y durante años, los mismos servicios de inteligencia que ahora nos cuentan son la mismísima encarnación del diablo.
Entre tantos manifestantes, yo solo vi hombres, mujeres, jóvenes, adultos mayores, familias enteras. No vi ningún golpista. Nadie en su sano juicio caminó esas calles bajo semejante aguacero pidiendo derrocar a la Presidente. Todos queremos que este Gobierno termine su mandato como corresponde, con elecciones libres y democráticas. Y como precisamente de eso se trata, de democracia, y porque aprendimos hace tiempo que ese es el camino que queremos transitar, es que ejercimos nuestro derecho a expresar que no vamos a permitir más impunidad.
Nuestro país debe reconstruir su credibilidad a partir de refundar sus instituciones. Y en eso, no solo los dirigentes y partidos políticos tenemos una gran responsabilidad, sino también la sociedad en su conjunto, opinando, decidiendo y participando en todas las formas que sea posible. Que esta contundente manifestación nos sirva no solo para que arribemos a la justicia en el caso Nisman, sino y por sobre todo, para que desde todos los sectores sociales y políticos edifiquemos una Argentina más democrática, más justa y en la que dejemos de pelearnos unos contra otros sin ningún motivo real.