“Se la llevan en pala”. ¿Se acuerdan de esta expresión?
Cristina Kirchner la usaba con frecuencia en sus intensas diatribas televisivas para señalar a los empresarios, financistas y/o productores agropecuarios. Eran los tiempos en que los dirigentes populares hablaban de “capturar la renta” y todas esas cuestiones.
La ex presidente usaba también con frecuencia la palabra “tarasca” para referirse a la plata.
En realidad, “tarasca” es la figura de una serpiente monstruosa que se exhibe en la procesión de Corpus y “tarascar” alude a morder o herir con los dientes.
A Cristina le gustó siempre hablar de tarasca.
“Como dice Máximo, cuando vos pones la tarasca querés que te la devuelvan” dijo en el 161 Aniversario de la Bolsa de Comercio.
Entonces hablaba de la deuda. No se refería, claro, a la acepción mitológica de la palabra que alude a “mordida” o para ser más precisos a “tarascón”
Otra palabra de la que hizo uso la primera magistrada fue “encanutar”.
Fue en 2014 cuando acusó a las automotrices de “encanutar” autos.
El “ canuto” alude a algo oculto, algo que hay que esconder, que disimular, algo que viene de la ilegalidad. También a una reserva, a algo que se acopia en la clandestinidad.
La filtración del texto completo de la declaración de Leonardo Fariña vuelve a poner en primer plano el tema de la plata, la guita, la mosca o como quieran llamarla.
Una suerte de compulsiva fascinación por el acopio de “físico”.
El tema vuelve una y otra vez de manera recurrente. Agobia, aturde, apabulla, deprime.
“Lázaro guardaba parte del dinero de Néstor Kirchner proveniente de los negocios y cuando Néstor muere, Cristina no estaba al tanto de los que Báez tenía”
“Néstor era mi amigo desde siempre. Ella no. esto lo hice con mi amigo y queda acá” le dijo Lázaro.
En principio Fariña despega a Cristina de los acuerdos y operaciones entre Néstor y Lázaro, pero no de lo que pasó después.
Por acción u omisión termina pegada. Aunque este no parece ser un tema que desvele a los apóstoles del modelo. Para ellos, si se roba para seguir haciendo, todo parece estar bien.
“Ella creía que Lázaro se estaba quedando con su dinero” asegura Fariña.
Todo parece girar en estos días en torno a la tarasca encanutada.
Empalaga, ofende, indigna la data que muestra tanta plata sustraída, robada, escondida o lavada. Fatiga saber.
A la imagen de “latin lover” Leo suma su sofisticado expertise financiero. Le explica a los magistrados del back to back, el leverage buyout y las cuentas puente. Abre al conocimiento de todos un mundo insondable.
Se presenta como fino analista de un “modus operandi” pero también señala con precisión la trazabilidad del efectivo.
Aporta fechas, números de teléfono se, nombres, datos de vuelos, marcas de autos y patentes, direcciones de departamentos y locaciones de tesoros enterrados.
No se la llevaban en pala, según Fariña, sino en camiones y 4×4.
También en cables y transacciones “off shore”. La que queda estaría enterrada, acechada por moho y humedades.
Todo lleva a creerle. En su condición y situación, si miente, se autoincrimina.
Todo muy pornográfico.
Resta esperar el trabajo de la Justicia. La constatación de datos y allanamientos.
A la “Fariña jujeña”, Máximo Kirchner responde con el manual.
Para el heredero cobijado por fueros, la diputada del FPV Mabel Balconte es una suerte de panelista estrella de una conspiración mediática y la causa contra Lázaro una cortina de humo para tapar la pobreza, el ajuste y la inflación.
Nada que se diga o haga en los medios va a variar el curso de los acontecimientos.
No hay circo que tape la falta de pan.
El barullo que produce los temas de corrupción no sacan a la gente de la angustia de la inflación. Las estadísticas en eso son contundentes.
Los sobresaltos de la economía están primero a la hora de las preocupaciones de la mayoría.
El vértigo de las causas deja a los jueces atrapados sin salida. Hay que ir a fondo o irse.
Sebastián Casanello quedó en el ojo de la tormenta. Tiene demasiado por delante. Es ahora o nunca. Un país espera.
La concurrencia temporal de los datos que aportó Fariña más el cimbronazo del “Panamá Papers” obligan al juez a sumergirse en las profundidades del entramado de operaciones financieras transnacionales en las que se centrifugó la plata K.
Está obligado a no reparar en propios ni extraños. No hay más margen para dilaciones ni cajoneos. Es hora de ir a fondo o partir.