Papas del fondo de la olla

Escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial

“Con un sexo breve y lánguido
el cristinismo nos viola a todos”
J.A.

1. Nostalgias de Reposo

“Con Reposo esto no pasaba”, confirma la Garganta. “Pasó con Gils Carbó”.
Es el turno egregio de encanar civiles. Derivaciones involuntarias del escándalo de Amado Boudou, El Descuidista, el error fundacional de La Doctora. Por haberse cargado, en un arrebato oral minuciosamente calculado, al jefe de los fiscales, el Procurador Esteban Righi, El Bebe. Otoño de 2012.
Para favorecer a El Descuidista se le buscó un rápido reemplazante al Bebe Righi. Fue el doctor Daniel Reposo.
Pero por su misericordiosa incompetencia el pobre fue triturado con facilidad. Los senadores opositores se hicieron con Reposo un picnic estudiantil.
Al desvanecerse la propuesta de Reposo, emergió la propuesta de Alejandra Gils Carbó, La Otoñal de Faldas Inquietantes.
La dama arrastraba cierta competencia intelectual y era portadora de elogios unánimes. Hasta, incluso, del cronista.
Justamente Gils Carbó, tres años atrás, confesaba ser perseguida. Por Righi, quien la acosaba -decía- por instrucción de Néstor Kirchner, El Furia, y por Héctor Magnetto, El Beto.
Ocurría que Gils Carbó, en un dictamen histórico, había osado pronunciarse, de manera desfavorable, hacia la venta de una empresa. Cablevisión. Intereses del Grupo Clarín. Tiempos sublimes en que El Furia y El Beto eran como Hansel y Gretel. Paseaban por el prado y se distribuían la influencia.
Pero la dinámica se modifica. Ahora, al nominarse a Gils Carbó como jefa de los fiscales, El Furia había (irresponsablemente) muerto. Después de iniciarse el divorcio litigioso con El Grupo Clarín, de repente el nuevo enemigo. Por lo tanto era bienvenida la obsesión antiClarín de La Otoñal Inquietante, que compartía la heredera. La llamábamos entonces La Elegida. Luego fue Nuestra César. Hoy es La Doctora.

“Con Reposo, sin embargo, hubiéramos estado mucho mejor”, confirma la Garganta.
No se hubieran registrado las polvorientas alteraciones. Como las que transcurren en el ámbito sobrio de la Justicia. La Legítima.
Como si la Justicia anterior a la irrupción de Gils Carbó hubiera sido, apenas, una Justicia Trucha.

2. Verbitsky, Milani y el “doble estándar”

Trasciende que La Doctora, según nuestras fuentes, aún no lo perdona a Horacio Verbitsky. Es el titular del CELS, o sea El Ganges, y Líder del Movimiento Todos por Horacio. No le perdona su cambio de orientación con respecto al Teniente General César Milani, El Irresistible Seductor de Sexagenarias. Jefe del Estado Mayor del Ejército.
Aparte Milani maneja la Marina y la Aviación. Como si estas fuerzas fueran meras dependencias complementarias del Ejército. Y hoy hace dibujitos animados con las jactancias del Estado Mayor Conjunto.
“Revisamos los casos donde aparece Milani como acusado y no hay nada”, confirma la Garganta. “No hay de dónde agarrarse para culparlo”.
El problema es que, por evidencias mucho menores de las que se le atribuyen a Milani, abundan cientos de presos militares. Portadores del mismo cuento. La “responsabilidad objetiva de saber”.
“A los 21 años Milani no podía tener ningún asistente como Ledo”, prosigue Garganta.
La Doctora suele ser crítica del “doble estándar de las potencias”. Lo reprocha a los desarrollados, por la confusión planteada entre nuestras Malvinas y Crimea. Dobles interpretaciones para el mismo hecho.
Si pese al tenor de las acusaciones, afirman que Milani “está limpio”, para ser coherentes deberían dictarse, de inmediato, cientos de liberaciones.
De sexagenarios que se agobian en Marcos Paz, en Ezeiza o Campo de Mayo.
De octogenarios que aguardan la partida final en sus domicilios, mientras se consolida el resentimiento divisorio de la descendencia.

Lo que ocurre, en este doble estándar, es que quien cambió fue La Doctora. En su interpretación relativa a los militares. Terminó de convencerse que los militares aún pueden ser útiles para algo. Fue, según nuestras fuentes, durante los efectos de las inundaciones en La Plata. Tragedia que admite diferencias macabras en materia de contabilidad de muertos.
Junto a su vocera principal, la señora Hebe de Bonafini, La Doctora se impresionó favorablemente por la labor desplegada, en el territorio, por los representantes del Ejército y la Marina. En las tareas de ayuda a las víctimas. Origen de los Operativos Dorrego de entrecasa. Simulacros que se realizan, en la actualidad, con el pretexto de “urbanizar”. Entre exponentes del Ejército, de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, y de las Madres de la Plaza, la poderosa constructora quebrantada. A las Madres ya dejó de abrazarlas sólo “el pueblo”, como consigna la clásica consigna. Hoy quien las abraza es Milani. El Irresistible Seductor hasta se deja entrevistar por Hebe, La Comandanta.

Aparte de la diferencia por Milani, al temible Verbitsky se le suma el desaire por la víctima favorita de su literatura. El Cardenal Jorge Bergoglio.
El jesuita investigado en varios de sus tomos se transformó, de pronto, en el bueno del Papa Francisco. Inquilino de la nueva Puerta de Hierro, El Vaticano. Es quien le regala dulces escarpines a La Doctora, para el nietito, y de paso para que simbólicamente no jorobe con el asunto del aborto.
Francisco la invitó a almorzar a La Doctora dos veces en un año. Demasiado para un Papa que le concede estrictos 50 minutos a Obama, El Keniano que para colmo lo admira. Y apenas 45 a la reina de Inglaterra, y 30 a Francois Hollande, El Motociclista. Pero se queda dos horas y media para atender las tribulaciones geopolíticas de La Doctora, hoy ya casi una dama piadosa de confesión diaria. A la que espiritualmente sostiene.

3. El caramelo de madera de los civiles

Pero el distanciamiento de La Doctora con Verbitsky de ningún modo puede concluir en ruptura. Y menos en enfrentamiento.
A Verbitsky, en el cristinismo, se le teme demasiado, según nuestras fuentes, como para romper. Conserva una invalorable capacidad de maniobra, y en cualquier momento arma un gravitante batifondo internacional, desde Nueva York, Washington o Ginebra. Con la redituable temática de los derechos humanos, que resulta fundamental para conservar, en medio del ajuste feroz, el apoyo romántico de los humanistas. De todos los que aún creen participar de la revolución (imaginaria). Los que prefieren creer que Jaime, El Señor de Los Subsidios, o Lázaro, El Resucitado, con sus bolsones míticos, son sapos digeribles que deben, de un saque, comerse. O invenciones de los conspiradores que se escudan en el periodismo artesanal.

Para mantenerlo a Verbitsky adentro de la bolsa -y sobre todo para que se entretenga-, se le concede, según nuestras fuentes, el caramelo de madera de perseguir a los “cómplices económicos de la dictadura militar”. Un concepto que ya “cae en desuso”, porque se le debe agregar, a la dictadura, el carácter “civil, empresarial y eclesiástico”.
“Empresarios que son procesados penalmente por contribuir a desaparecer a sus operarios, víctimas que demandan a los bancos que financiaron a la dictadura, reclamos económicos en el fuero laboral por detenciones en el lugar de trabajo que se convierten en desapariciones y son declarados imprescriptibles, sentencias que instruyen investigar la complicidad editorial de diarios”…
Con estos grupos quedan “cuentas pendientes”. Como se titula su último libro, que firma también Juan Pablo Bohoslavsky (editó Siglo Veintiuno). Para ilustrarlo recurrieron a Recalde Padre, el ex moyanista, con la idea superadora de conformar una Comisión Investigadora en el parlamento.
Es comprensible, si ya se acabaron prácticamente los militares para apresar. Los más emblemáticos se mueren. Y en el puchero de la reparación sólo quedan algunas papas que flotan en el fondo de la olla.
Papas civiles a las que se debe previamente iluminar. Aunque si hay tiempo, si el cristinismo no cesa, corresponde ir también precipitadamente por alguna moneda reparadora. En coincidencia con la acción programada de la justicia, a través de la comprobada eficacia de los “fiscales ad hoc”. Los que fueron designados por Gils Carbó, y de ninguna manera deben ser tratados como “fiscales truchos”.
“¿Te das cuenta por qué en el fondo era mejor Reposo? ¿Entendés mi nostalgia?”, insiste la Garganta.
La impostura de la Justicia Legítima se dispone a inaugurar la nueva temporada de encarcelaciones. De ser posible arranca el próximo 24 de abril, con el escritor y periodista Vicente Massot, El Dandy Reac, actual director de Nueva Provincia. Por dos muertes de trabajadores de la empresa, acaecidas en Bahía Blanca, en junio de 1976. Cuando el “imputado”, El Dandy Reac, estaba de corresponsal en Buenos Aires, sin cargo en la empresa, con 23 años y el pecado imperdonable de ser “de derecha”. Nacionalista católico para colmo.
En la sala de espera se encuentra también Don Blaquier, un Navajas Artaza, y siempre Magnetto (ampliaremos).

El factor Milani

El factor Milani (I): por primera vez en 30 años un militar tiene cuotas de poder real.

escribe Oberdán Rocamora

El control de la calle

En Egipto, Bolivia, Túnez, Argentina o probablemente pronto en Venezuela, lo que derriba gobiernos es “la calle”.
Es la lección positiva que dejó Néstor Kirchner, El Furia. La necesidad de mantener controlada “la calle”. E impedir que el adversario sea quien la ocupe.
El Furia invirtió dinero en abundancia del Estado para compartir la calle con los sectores inofensivos de la izquierda. Fue a través de las “organizaciones sociales”. Padecimiento organizado, adicto al arte de aferrarse al presupuesto.
Aparte entonces contaba a su favor con el espectro de Hugo Moyano, El Charol. Y con el encanto de la negritud disuasoria.
No iba a ser nada fácil disputarle “la calle” a Kirchner.
Pero el primero que lo atormentó, hasta el desequilibrio, fue El Ingeniero Blumberg. Aquel que convocó cientos de miles de inseguros portadores de velitas.
A Blumberg, El Furia logró controlarlo con leyes y billetes. Llegó hasta a exhibirlo en aquel penoso Corsódromo de Gualeguaychú.
Hasta que ocurrió el (auto) devastador conflicto del campo. Cuando hubo que recurrir hasta a la trompada previsible de Luis D’Elía, El Falso Negro Levantino.
Y después fue la ocupación trágica del Parque Indoamericano. Resuelta por el bolso mágico y el banco móvil del teniente coronel médico Sergio Berni, El Licenciado Serial (que tiene mucho que ver en la miniserie que hoy se inicia).
En adelante se registraron los sustanciales cambios en el área cosmética de la Seguridad. Se le concedió el poder inusual a la Gendarmería, que irritó a la Policía (y también al Ejército, aunque aún no contaba).
Emergía Gendarmería como la fuerza geisha del cristinismo (Ver “Gendarmería para la Victoria”). Hasta que al cuerpo le estalló la propia crisis que asustó al gobierno desprevenido hasta el espanto.
Era tarde, aparte, para entregarse a la policía. Contenía el flagelo del conflicto que estallaría definitivamente en el último diciembre, en la vanguardia de Córdoba. Para expandirse.
Con el marco desolador, como paisaje brutal, de la estrategia triunfal del narcotráfico. Y con las catástrofes del gobierno inepto, a la deriva, surcado por la mala praxis y atemorizado por el presagio del mal final.
Desde entonces, el Ejército es la única fuerza en que confía el cristinismo. O sea, para ser rigurosos, Carlos Zannini, El Cenador, La Doctora y a veces Máximo, En el Nombre del Hijo.
Es en el Ejército donde persiste el General inquietante. El Seductor de Sexagenarias. Casi carismático, poco escrupuloso, de ascenso irresistible. Acumula cadáveres en los placares, pero ya supo proporcionar muchos más servicios de los necesarios.
Está encuadrado, es “del palo”. Enternece hasta a la señora Hebe de Bonafini, La Comandanta, improvisada como entrevistadora.
Supo desgastarse en el periodo de los méritos y en la tensa eliminación de competidores.
Y se pronuncia, por si no bastara, a favor de “la causa nacional”. A la que pone el Ejército a su disposición.
En un cierre circular, llegado el caso, ya transformado en el Jefe de Estado Mayor, el Teniente General César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani asegura la movilización de tropas para sostener al gobierno. Apenas hay que darle todo lo que pide. Tragarse sapos. Y bancarlo.

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