Sólo tres en la pantalla

El Fenómeno Insaurralde-Jesica y la competencia para seducir radicales

 

Sobre Informe de Consultora Oximoron

Redacción final Carolina Mantegari, especial para JorgeAsísDigital

 

Introducción

La construcción del buitre

Mauricio se opone de entrada. Siempre listo como boy scout Daniel apoya. Sergio opta primero por la cautela y luego también se opone.

El episodio sirve para marcar diferencias entre los tres exclusivos protagonistas de la gran pantalla.

Son los que ocupan la centralidad. Pese a los innumerables participantes que pretenden colarse, con lícito derecho, en la fotografía.

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Desde Boudou (Lijo) a Kicillof (Griesa)

La Argentina estancada. Imagen congelada de teleteatro.

escribe Oberdán Rocamora 
Redactor Estrella, especial

La Argentina se debate entre las fojas de la causa que conduce Ariel Lijo, con las fojas de la causa que deriva en el Juez Griesa.
En un marco de estancamiento, que los técnicos califican de estanflación. Coctel de recesión con inflación. Desde la decadencia del gobierno, se agudiza el hábito de la mala praxis. Ineptitud complementa la falta absoluta de credibilidad.
Basta agregarle al cuadro naturalista la atmósfera espesa de una campaña electoral prematuramente desatada. Con los comportamientos de las primeras figuras que dependen, en general, de los veredictos sabios de los encuestadores, y los consejos relativamente frívolos de los asesores de imagen.
Quien enlaza ambas causas, para unificarlas, es el ignoto Guido Forcieri, flamante emblema de la argentinidad al palo. Forcieri impregna de superior grotesco a la actualidad. Pretexta (a Lijo) que no puede comparecer en la Causa Ciccone, ya que debe colaborar con la patria en la comedia inflamada de los fondos buitres (que dirige Griesa). “Mi reino por un caballo”. Lo prioritario, siempre, es zafar.

La picaresca bonaerense   

El anecdotario que ilustra los berenjenales de ambas causas es bastante nutrido. Se detalla con generosidad en los grandes medios.
Anécdotas ideales para ser comentadas, apenas, en el entretiempo. Con el complemento del Mundial de fútbol, la realidad televisiva es perfectamente tolerable. El torneo tendría que ser eterno.
Las coloridas peripecias de Amado Boudou, El Descuidista, y de su “Cataliñón”, José María Núñez Carmona, Nariga (que se atienden en Lijo), en el imaginario colectivo se mezclan con las excursiones “negociadoras” de Axel Kícillof, El Gótico (que se atienden en Griesa).
Las primeras producen la actual sobredosis de Boudou. Remiten a la literatura picaresca del Siglo de Oro español, del siglo XVI.
Para entender a estos antihéroes, que podían haber desfilado en El Lazarillo o en Guzmán de Alfarache, hay que recurrir a la astucia ofensiva del pícaro. Pero son exponentes de la picardía bonaerense generada entre los siglos XX y XXI. De los que sin grandes escrúpulos encararon la utopía del ascenso social. A través de la salvación individual, que depara la riqueza.
“Hacerla”, como sea, es la consigna. Para llegar. 
Aquí emerge Boudou como el prototipo del oportunista que supo distinguir el claro. Aprovechar hábilmente los agujeros por dónde infiltrarse, para crecer. Y “hacerla”.

Consta que desde el inicio El Descuidista aprovechó todo lo que pudo. En ámbitos ya superiores, supo utilizarlo de canal a Sergio Massa, La Rata del Tigre, para consolidarse en Ansés. Se las ingenió también para que Massa, entonces Premier, lo acompañara a presentar cierta idea salvadora a La Doctora. Ya que el pícaro, para escalar, siempre debe resolver los problemas al poderoso. La idea consistió en pegar el manotazo furibundo hacia los fondos previsionales de pensión. Aquí el pícaro se excedió: conquistó no sólo a La Doctora. También lo sedujo a Néstor, El Furia, tan reacio y desconfiado para tratar con “los lindos”. Como Boudou. Que enterneció (con fondos y soluciones) hasta a la señora Hebe de Bonafini. Tocaba la guitarra, cantaba a dúo hasta con Cabandié, andaba en motocicleta con el pelo al viento, mientras una rubia extraordinaria se abrazaba a su cuerpo.
Muestras que el pícaro había escalado. La “había hecho bien”. Y El Ganador fue rápidamente ministro, para algarabía de su Cataliñón, Núñez Carmona.
Juntos, los pícaros hubieran cometido menos desprolijidades si sospechaban que La Doctora iba a escoger a Amado como compañero de fórmula presidencial. 
Si se conformaba con ser candidato a la jefatura del Artificio Autónomo, para perder con Macri e instalarse.

No olvidar cuando La Doctora, que aún tenía el vibrante manejo del suspenso, convocó a los tres aspirantes. Filmus, El Psicobolche, Tomada, El Buenito, y Boudou, Para dictaminar: “Filmus, vas vos”.
Tampoco se debiera olvidar que El Furia lo barajaba a Boudou para postularlo como gobernador de Buenos Aires. En uno de los innumerables esmerilamientos a Scioli.
La cuestión que El Pícaro, muy pronto, se había acostumbrado a las alturas. Acumulaba manejo informativo. Aunque siempre, invariablemente, en algún momento, le saltaba el trucho que aún habita en su interior. Por ejemplo cuando lo visitó la embajadora de Estados Unidos, y le dijo que le fascinaba esquiar en Aspen, surfear en California. Pero la embajadora debía entenderlo. No lo podía decir.
Como hoy tampoco El Descuidista puede decir: “¿Por esta tontería de Ciccone me voy a caer?”. “Con la que aquí se llevaron me van a llevar puesto por esto”.
En el ocaso, en la caída, El Pícaro se convierte en el problema. Porque es del estilo tierno. Melancólico. Casi mimoso. De los que no les gusta irse solo.
Quiere estar acompañado. Extraña mucho.

La tragedia ideológica

Así como el dilema de Boudou remite a la literatura picaresca (que despacha Lijo), el dilema de Kícillof remite al riesgo de la tragedia (que administra Griesa).
Mientras Boudou se atormenta por el procesamiento de Lijo, Kícillof tiene que encarar la animadversión de la sentencia de Griesa.
Aquí, para ser ecuánimes, debe diferenciarse la moralidad de cada sujeto.
Boudou es el pícaro descubierto que bregó por la salvación individual, mientras lo de Kícillof es más grave. Es el crédulo que apostó por un proyecto colectivo, que hoy confronta con la realidad. Y hace estragos en su identidad. El post keynesiano, casado con una crítica literaria, debe hacer un curso acelerado de pragmatismo y batirse interiormente entre su discurso y su acción.
El ideologismo de centro de estudiantes de Kícillof nada tiene en común con la amoralidad atractiva de Boudou.
Lo que tienen en común, sin embargo, es la confianza que La Doctora depositó en ellos, a los que hizo ministros de Economía.
Primero en Boudou, que se convirtió en el gran error de su administración de viuda. Cuando El Descuidista de Mar del Plata sedujo políticamente a la muchacha de Tolosa, al extremo de formar la dupla de la Ruta 2.
Es la misma confianza que La Doctora ahora deposita en Kícillof, intelectualmente seducida por la arquitectura de sus razonamientos.
Hoy Kícillof es el ministro principal, sobre todo después del superlativo desgaste de Milton Capitanich, El Premier.
Si a El Gótico le va más o menos bien con la instrumentación de los inventos que instruye La Doctora, va a ser, según nuestras fuentes, el Elegido para intentar sucederla. Así sea en elecciones posiblemente adelantadas.
Se impone Kícillof en la predilección de La Doctora sobre Sergio Urribarri, El Padre del Marcador, que sobreactúa su lealtad y tiene el defecto de ser peronista.
Y por supuesto Kícillof cuenta con mayor legitimidad que Rossi, El Soldadito de Milani, o Florencio Randazzo, El Loco de la Florería. o Domínguez, El Lindo Julián. Estimulados, todos, por la devoción más irracional de La Doctora, que heredó también de El Furia. Esmerilarlo a Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol.La epopeya de los fracasos 

Paulatinamente Kícillof se eleva como el continuador ideal. Aunque remite a la tragedia.
El Gótico se habituó a la rutinaria tergiversación de presentar los grandes fracasos como epopeyas gloriosas. Imposturas que los opositores envueltos deben comerse, con la salsa de su incapacidad.
La catástrofe más simbólica fue la confiscación de YPF. Aquí Kícillof superó el desgaste irreverente. Pasó del amague de no pagar una moneda a provocar -por instrucción resignada de La Doctora- la glorificación de Brufau. En España deberían construirle hoy a Brufau un monumento en Plaza Cibeles. Por haberle cobrado dinero fresco al moribundo, aunque anticipado por la Banca Morgan, a la cuenta diferida del futuro que deberán saldar alguno de los opositores envueltos.
Hoy Kícillof y Galluchio juntos enlazaron a YPF con Chevron. Con aspectos que no deben saberse, en un acuerdo que va a terminar, según nuestras fuentes, mal. Para algarabía de Carlitos Bulgheroni, El Dragón del Cerro. Ampliaremos.
Otro fracaso de Kícillof, que se celebra con cohetes y cañitas voladoras, es el arreglo con el Club de París. En su rendición incondicional, Argentina se comprometió a pagar hasta el punitorio más inimaginable. Y  algunos créditos que –se sospecha- no contaban con el seguro de crédito a la exportación. Miles de palos de más para que el relato derrumbado conserve alguna migaja de credibilidad para los “muchachos que bancan el proyecto”. Para sacar del acuerdo al Fondo Monetario Internacional que Argentina integra. Y no arriesgarse al examen de un artículo 4 que no le importa, en definitiva, a nadie. Ni siquiera a los viatiqueadores del Fondo que llegan a las capitales con más deseos de aprobar todo que de irse.

Kícillof, la estrella del cristinismo, tonto pero no tanto, es el instrumentador de la estrategia del pedal que castiga Griesa. Y que conduce, para nuestro horror, Carlos Zannini, El Cenador que se mantiene dispuesto siempre a los churrascos. 
A los billetazos limpios, Kícillof debe combatir el default permanente que habitamos. La cesación de pagos. La situación de quebranto a la que se llegó por la combinación de mala praxis, desidia e ineptitud.
Pero con estilo envolvente. Útil, apenas, para envolver opositores. Al que se le agrega la alucinante internacionalización del conflicto que ya se dirimió en el ámbito judicial (Griesa).
A partir del colapso de la irresponsable estrategia del pedal, Kícillof lleva el conflicto a las Naciones Unidas. Como si hablara en una asamblea estudiantil, lanza su prédica casi antimperialista en la ONU. Y ahora se dispone a mangar solidaridad, para colmo, en la OEA, que tiene menos utilidad práctica, incluso, que el Grupo de los 77, aunque se le incorpore China, anotada en el cinismo multilateral..
A partir de hoy, 30 de junio, Argentina ingresa en la moratoria. Con la guillotina sobre su piadosa estructura, mientras suplica por solidaridades intrascendentes, que se agotan en los discursos encendidos que se apagan a medida que se emiten.

La picaresca de Boudou brinda el desbarajuste institucional que termina, a lo sumo, en Zamora, El Neo Juárez. El santiagueño, mucho más pícaro y efectivo que El Descuidista, se prepara para –llegado el caso- encargarse del Ejecutivo. Y llamar, en caso de no poder evitarlo, a las elecciones anticipadas. ¿Ampliaremos?
Los desplazamientos orales de Kicillof, en cambio, mantienen el final incierto. Un riesgo de calesita chocada.
Con el país estancado, congelado. Como una mala imagen de teleteatro vulgar.

Jugar el destino en el despacho de Griesa

La tristeza de endeudarse para pagar las deudas.

Escribe Bernardo Maldonado-Kohen
Nueva York, especial

Salvo que Dan Pollack -flamante intermediario impuesto por el juez Thomas Griesa- nos llegue con la “stay” (cautelar) bajo el brazo, en seis días Argentina ingresa en el descenso -aún evitable- del default.
Significa confirmar que la fecha fronteriza no es el 30 de julio, como se creyó con optimismo. Es el 30 de junio. El lunes próximo.
“La postergación del pago por 30 días sólo activa el seguro privado que tienen los bonos”, confirma la Garganta.

Manual de equivocaciones escogidas

En la antología de las equivocaciones escogidas del cristinismo no podrá faltar la idiotez de publicar las solicitadas. En Wall Street Journal y en New York Times.
El error se explica con un fundamento cronológico: las páginas fueron alquiladas antes de la admirable acrobacia que La Doctora protagonizó el viernes. Fue la arena de tres pistas de Rosario. Cuando se pasó de acusar “extorsión” a suplicar por mejores condiciones para pagar.
El destino inmediato del país se debate, en adelante, en el despacho del juez Griesa, de primera instancia. Es en el último piso, el 16 (que tiene para él solo) del edificio de Pearl al 500.
Desde sus ventanales se participa de la generosa tarjeta postal de Manhattan. Un mero complemento de la sobria escenografía.
El Juez, un decano venerable, ya tiene un “master en argentinos”. Cuentan que se acostumbró a que los funcionarios lo maltraten desde los medios de comunicación.
No puede decirse que la situación lo divierta. Tampoco que las diatribas lo irriten. Son las contingencias de dirimir en un caso que mantiene fuertes tensiones, tan dramáticas como emocionantes.
Consta que Los Buitreros de Paul Singer están pendientes de las declaraciones de nuestros lenguaraces. Las mandan traducir para depositarlas, con perversidad documental, en la mesa de entradas del despacho.
Sin embargo, que le puntualicen las diatribas desde las páginas alquiladas de los medios que leen sus nietos en New York ya comienza, según las fuentes, a alterarlo.
Para colmo, en las solicitadas lo acusaron de tener animosidad contraria hacia los intereses de la Argentina. Insinúan que es juez y parte.
“En inglés básico el gobierno argentino quiere decir que Griesa trabaja para los litigantes”.
Que no cumple con la obligación de la ecuanimidad. A cambio, probablemente, de alguna recompensa pecuniaria.

Es tratar de corrupto a un jurista que sólo tiene para cuidar, a esta altura, el jardín de su prestigio.
Aparte de ser grave, la acusación es idiota, ya que el Estado Argentino, “una de las partes”, necesita de su cooperación. Sobre todo si pretende encontrar otra salida más racional para “la cosa juzgada”.

Repetir el error de Videla

Con el tenor de solicitadas semejantes, La Doctora -acaso sin saberlo- reitera el error primario del general Jorge Rafael Videla.
Aquel Videla autorizó al ministro Martínez de Hoz para contratar a la Agencia Burson-Marsteller (ahora instalada también en Buenos Aires). Fue a los efectos costosos de encargarse de construir la inutilidad de otra imagen del gobierno militar, en vísperas del Mundial ’78.
Curiosamente, durante el Mundial 2014, y desde la democracia, La Doctora sigue el ejemplo de Videla. Autoriza al ministro Kícillof para alquilar las mismas páginas que alquiló Martínez de Hoz. Para reproducir las palabras alquiladas que no persuaden, en definitiva, a nadie. Sirven apenas, según las fuentes, para indisponer aún más al juez decano, que ya se encuentra lo suficientemente harto de los desmanes.
Consta, por ejemplo, que Griesa ni siquiera vaciló en levantar la cautelar. El “stay” que impedía, a Los Buitreros, encarar la carnicería de los embargos.
El “stay” que ahora, en una cartita doliente, el ministro Kícillof solicita restablecer. Pide una “medida suspensiva”. Para pagarle a los reestructurados, sin que los carniceros le embarguen los fondos.
Pero Griesa disponía de competencias para mantener aquel dichoso “stay”, sin que se lo pidieran, durante 25 días más. Así Argentina presentara, ante la Corte, un “re-hearing”. O sea, una reconsideración. Una apelación que la Suprema Corte iba nuevamente, con seguridad, a rechazar. Pero que podía permitirnos ganar (o perder) un poco de tiempo.
Sin embargo “la estrategia del pedal” (cliquear) tratada en un texto anterior, se fue a la lona. Cuesta rescatarla. Imposible levantarla, en realidad, con solicitadas.

Testimonio de una rendición

“Primero, los argentinos no tienen que hablar más de negociación”, aconseja la Garganta de Wall Street. “Ni siquiera en los medios de Buenos Aires”.
Hablar de “negociación” aquí irrita -por lo que trasciende- hasta el paroxismo. No tiene cabida ninguna “negociación” cuando ya no hay nada que “negociar”. Podía haberse “negociado” años atrás.
Ahora sólo debe tratarse la “forma del pago”. Sin ninguna posibilidad de desplazar el “lugar” del pago.
“Lo de pagar en Acoyte y Rivadavia, olvídese, no va”, asegura otra Garganta.

Sin abusar de la lógica mundialista, que se apodera hasta de los Woody Allen de Manhattan por el desempeño de la selección (norte)americana, a los argentinos les conviene -para la Garganta- dejar de hablarse encima.
“Se hacen, con las palabras, muchos goles en contra”.

Lo importante es que, en su magnífica lección de acrobacia, La Doctora ahora decide pagar. Tardíamente. Debió haberlo decidido dos años atrás. Cuando se padeció el fallo adverso de la Cámara.
Pero La Doctora expresa la decisión de pagar como consecuencia de una capitulación. Es la resignación fatal, ante la derrota inapelable.
“Ponerse como una gansa” implica, en su caso, el testimonio de una rendición.
Abandonar las imposturas que la hicieron regularmente temible. Pero sólo por la imprevisibilidad de persistir.
Es el peor complemento para una credibilidad absolutamente desmoronada. Imposible, a esta altura, de reconstruir. Es la muestra cara de la fragilidad.
Cuesta entonces tratar formas de pago con Griesa. O ahora con el flamante lawyer Pollack, en Park Avenue. Desde una posición tan vulnerable.
En todo caso, La Doctora debería atender la sugerencia de Consultora Oximoron (ver “Estamos, Butch, en problemas”). E intentar una Moncloa rápida. Una Moncloa express. Una Moncloa reducida y veloz para impulsarle cierta consistencia a su sorprendente resignación racional. A la decisión de pagar que debiera acordarse con los eventuales sucesores. Sea Macri, Massa, Binner, Cobos, Sanz, o el desmarcado Scioli.
Los que tienen que hacerse cargo de las extraordinarias facturas que La Doctora les va a legar.

Fracaso colectivo

Debe asumirse la tristeza de endeudarse para pagar la deuda. Vicios del círculo.
El énfasis del modelo -como la moral- está también por el piso. El relato del modelo sostiene un desenlace lúgubre. Final abierto.
Las críticas, ahora, son tan innecesarias como los lamentos.
El ridículo es demasiado obvio. Como son obvias las contradicciones. Los comparativos del declaracionismo.

Debe asumirse también que Argentina se transformó en el hazmerreir del continente (la gozan, en secreto, los vecinos cordiales que amagan con solidarizarse).
Es el ejemplo del estado fallido, por culpa de la imaginativa irresponsabilidad de una dirigencia alucinada.
Colmada, eso sí, de pedantes a veces simpáticos. De inteligentes que suelen destacarse por la superioridad individual que dramatiza, en el fondo, el grandioso fracaso colectivo.

Final con Buscapinas

Hoy analizar el comportamiento de La Doctora implica regodearse.
Enumerar las imposturas representa ya una manera del encarnizamiento.
Correspondería sacar el tema de las primeras planas. Dejar la cuestión de los holdouts para los especialistas. Los que presuntamente conocen de las sutilezas de las pari pasu, o los pormenores de la clausula Rufo.
Pero es imposible desalojar el tema del primer plano. Porque “el infierno tan temido” -que tan bien describía Juan Carlos Onetti- se encuentra muy cercano.
Habrá que resignarse, como La Doctora. Endeudarse para pagar la deuda. Y celebrar también la aparición providencial de los buitres dobles. Los buitres al cuadrado.
Son los Buscapinas. Los financistas internacionales que se aproximan para encargarse del negocio despojado de la capitulación.

 

Estamos, Butch, en problemas

Ineptitud, Mala praxis. Falta de credibilidad. Sin fiado.

Moncloa, cancelación de PASO y adelantamiento electoral

sobre Informe de Consultora Oximoron

Redacción final Carolina Mantegari, especial para JorgeAsísDigital

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Introducción

Credibilidad agotada

“Para negociar, la Presidente argentina hoy es un impedimento” confirma la Garganta, telefónicamente, desde New York. “Y con su ministro de Economía es peor”.

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Clement y la estrategia del pedal

escribe Bernardo Maldonado-Kohen

“Para Estados Unidos, Argentina es más importante que el gobierno argentino”, confirma la Garganta.

En especial cuando se trata de un gobierno que tiene fecha de vencimiento.

La pelota del default hoy se encuentra en Washington. Precisamente en el campo sutil de la Supreme Court of the United States.

La circunstancia le aporta alguna tensión narrativa a la dramatización nacional de los holdouts. O sea, a la Guerra de Los Buitreros. Bonistas obstinados que se quedaron afuera del canje de la deuda. Negociación que Néstor Kirchner, El Furia, supo encarar con Roberto Lavagna, La Esfinge, y Guillermo Nillsen, El Flaco. Y que el kirchnerismo suele presentar, hasta hoy, como uno de los más grandes méritos de la década.

La acción se enmarca en el antagonismo apasionante de los lobbies alquilados. Y de los abogados con reputación que cobran por hora.

El Estado argentino está representado por el estudio Cleary Gottlieb Steen & Hamilton. Aunque, para este tramo, debe confiarse en el aporte de otro “lawyer”. Paul Clement. Ampliaremos.

El tema, en vísperas del torneo mundial de fútbol, moviliza cuestiones profundas de identidad.

Es motivo incluso de la partida, hacia Washington, de la inquietante delegación de legisladores. Patriotas que asumen el desafío de los viáticos para cumplir la misión esclarecedora. La encabeza el presidenciable Domínguez, El Lindo Julián, titular de los Diputados. La comitiva incluye cuatro opositores admirablemente envueltos que participan de una “política de Estado”. Grandeza que explica a los próceres cotidianos del Billiken de la actualidad, que pretenden la utopía de influir, a esta altura, sobre los parlamentarios norteamericanos. Para que estos, a su vez, influyan favorablemente para la causa nacional, en la decisión de los 9 miembros de la Supreme Court. Se reúnen el próximo jueves 12. Para dar a conocer el fallo el lunes 16.

Tres escenarios

Tres escenarios deportivos se abren (o se cierran) para la posición.

1.- Que La Corte acepte el delirio de tratar el reclamo argentino (triunfo).

2.- Que lo rechace (derrota)

3.- Que se traslade la cuestión hacia la Procuración General. “El Solicitor General”, suerte de Gils Carbó. Del Tesoro (el empate más conveniente, para la estrategia del pedal).

“Lo más racional sería que se diera el segundo escenario, que la Corte no acepte tratarlo”, confirma la Garganta.

Pero en el Departamento de Estado parece producirse una ola positiva, de esperanza y de fe. Una manera de sciolismo internacional, destinado a evitar que Argentina se vaya de nuevo al descenso. Que caiga en el suspenso del “default”. Se percibe desde Sullivan, el piso, Encargado de Negocios, hasta Obama, la altura, El Keniano. Con doña Roberta Jacobson, en el intermedio, responsable del Área Sur. Una reacción destinada a eclipsar a Los Buitreros de Paul Singer, que suele bancar a los republicanos insensibles. Aunque también proliferan los demócratas lícitamente hartos de las letras tristes de nuestros reclamos. Útiles para la estrategia de la dilación.

Para La Doctora, la quiebra técnica, el default, sería una consecuencia indecorosa. Acompañada por Kicillof, El Gótico Genial, hasta aquí, La Doctora brindó expresivas señales. Muestras caras de cambios.

Al humillar a billetazos, por ejemplo, a los “titanes catalanes” de Repsol, que hicieron finalmente el negocio de su vida. Al cobrarle, de más, al moribundo que amenaza con recuperarse gracias a la Vaca Muerta.
O someter, también a billetazos feroces, a los decadentes miembros del Club de París. En un acuerdo secreto que no debe figurar en ninguna web. Con notables incrementos que se tragan, inadmisiblemente, los opositores siempre bien envueltos, de criterio frágil y de impotencia generalizada. Ampliaremos también.

Internas de abogados

Por los cuantiosos intereses en juego, con las respectivas especulaciones derivadas del precio de mercado de los bonos, la pugna interna por los abogados se volvió vibrante. Pudo percibirse cuando se filtró el memo confidencial del Estudio Cleary Gottlieb, enviado al filtradero del Ministerio de Economía. Un texto tan confidencial que apareció en simultáneo en el portal Seprin. Hubo quienes atribuyeron la maniobra a los hackers que se encuentran a sueldo de mister Singer, El Gran Buitrero. Pero también se registró la posible maldad de algún maligno de Economía, interesado en el recambio de los profesionales.

En aquel memo se detallaban las diversas acciones a seguir. Incluso hasta la conveniencia de entrar en default. Por supuesto, el ultraje a la confidencialidad fue aprovechada por Los Buitreros, que operaron de inmediato en Nueva York sobre el Juez Thomas Griesa, El Anthony Quinn de Notre Dame.

Trascendió, incluso, que hasta el propio Griesa se enterneció con semejante suspenso narrativo. No fuera cosa que estos argentinos pícaros, los deudores seriales, lo utilizaran otra vez como un plástico. A los efectos de producirle la condena del default que podía ser, en el fondo, el objetivo.

Entonces Griesa se obligó a distribuir valiums, para tranquilizar a las partes en conflicto.

A esta altura ya puede asegurarse que, aunque la Corte rechace el tratamiento, escenario dos, y ni siquiera se envíe el dossier hacia el Solicitor General, escenario tres, Argentina no se irá irremediablemente al descenso. Griesa llamará a negociar. Invitará al Estado argentino a ponerse de una vez.

Pese a que el estudio Cleary Gottlieb cuenta con el eficiente Jonathan Blackman, que se encuentra siempre preparado para lucirse en una gestión ante la Corte, la Argentina lo contrató nomás a Paul Clement. Fue el Procurador General de George Bush junior, en 2005, y antes fue el segundo de otro Procurador, Ted Olson.

Fue George Soros quien recomendó especialmente a Clement. En la entrevista personal que mantuvo con La Doctora, según nuestras fuentes, en septiembre pasado, durante la Asamblea General de Naciones Unidas.
En apariencia, Clement mantiene cierto ascendente sobre los miembros republicanos de la Corte.

Puede confiarse en que el doctor Clement consiga el traspaso hacia la Procuración. Le permitiría, a la Argentina, pedalear a los holdouts durante un par de meses, nunca menos de seis, como para terminar con los bonistas que se aferran a la cláusula Rufo. Los que ya cobraron con el canje anterior y pretenden, en el revoleo, volver a cobrar.

Con Clement la estrategia del pedal puede estirarse, con alguna respiración, hasta diciembre.

“Después vamos viendo”, confirma otra Garganta, habituada a la apasionante improvisación.