Clement y la estrategia del pedal

escribe Bernardo Maldonado-Kohen

“Para Estados Unidos, Argentina es más importante que el gobierno argentino”, confirma la Garganta.

En especial cuando se trata de un gobierno que tiene fecha de vencimiento.

La pelota del default hoy se encuentra en Washington. Precisamente en el campo sutil de la Supreme Court of the United States.

La circunstancia le aporta alguna tensión narrativa a la dramatización nacional de los holdouts. O sea, a la Guerra de Los Buitreros. Bonistas obstinados que se quedaron afuera del canje de la deuda. Negociación que Néstor Kirchner, El Furia, supo encarar con Roberto Lavagna, La Esfinge, y Guillermo Nillsen, El Flaco. Y que el kirchnerismo suele presentar, hasta hoy, como uno de los más grandes méritos de la década.

La acción se enmarca en el antagonismo apasionante de los lobbies alquilados. Y de los abogados con reputación que cobran por hora.

El Estado argentino está representado por el estudio Cleary Gottlieb Steen & Hamilton. Aunque, para este tramo, debe confiarse en el aporte de otro “lawyer”. Paul Clement. Ampliaremos.

El tema, en vísperas del torneo mundial de fútbol, moviliza cuestiones profundas de identidad.

Es motivo incluso de la partida, hacia Washington, de la inquietante delegación de legisladores. Patriotas que asumen el desafío de los viáticos para cumplir la misión esclarecedora. La encabeza el presidenciable Domínguez, El Lindo Julián, titular de los Diputados. La comitiva incluye cuatro opositores admirablemente envueltos que participan de una “política de Estado”. Grandeza que explica a los próceres cotidianos del Billiken de la actualidad, que pretenden la utopía de influir, a esta altura, sobre los parlamentarios norteamericanos. Para que estos, a su vez, influyan favorablemente para la causa nacional, en la decisión de los 9 miembros de la Supreme Court. Se reúnen el próximo jueves 12. Para dar a conocer el fallo el lunes 16.

Tres escenarios

Tres escenarios deportivos se abren (o se cierran) para la posición.

1.- Que La Corte acepte el delirio de tratar el reclamo argentino (triunfo).

2.- Que lo rechace (derrota)

3.- Que se traslade la cuestión hacia la Procuración General. “El Solicitor General”, suerte de Gils Carbó. Del Tesoro (el empate más conveniente, para la estrategia del pedal).

“Lo más racional sería que se diera el segundo escenario, que la Corte no acepte tratarlo”, confirma la Garganta.

Pero en el Departamento de Estado parece producirse una ola positiva, de esperanza y de fe. Una manera de sciolismo internacional, destinado a evitar que Argentina se vaya de nuevo al descenso. Que caiga en el suspenso del “default”. Se percibe desde Sullivan, el piso, Encargado de Negocios, hasta Obama, la altura, El Keniano. Con doña Roberta Jacobson, en el intermedio, responsable del Área Sur. Una reacción destinada a eclipsar a Los Buitreros de Paul Singer, que suele bancar a los republicanos insensibles. Aunque también proliferan los demócratas lícitamente hartos de las letras tristes de nuestros reclamos. Útiles para la estrategia de la dilación.

Para La Doctora, la quiebra técnica, el default, sería una consecuencia indecorosa. Acompañada por Kicillof, El Gótico Genial, hasta aquí, La Doctora brindó expresivas señales. Muestras caras de cambios.

Al humillar a billetazos, por ejemplo, a los “titanes catalanes” de Repsol, que hicieron finalmente el negocio de su vida. Al cobrarle, de más, al moribundo que amenaza con recuperarse gracias a la Vaca Muerta.
O someter, también a billetazos feroces, a los decadentes miembros del Club de París. En un acuerdo secreto que no debe figurar en ninguna web. Con notables incrementos que se tragan, inadmisiblemente, los opositores siempre bien envueltos, de criterio frágil y de impotencia generalizada. Ampliaremos también.

Internas de abogados

Por los cuantiosos intereses en juego, con las respectivas especulaciones derivadas del precio de mercado de los bonos, la pugna interna por los abogados se volvió vibrante. Pudo percibirse cuando se filtró el memo confidencial del Estudio Cleary Gottlieb, enviado al filtradero del Ministerio de Economía. Un texto tan confidencial que apareció en simultáneo en el portal Seprin. Hubo quienes atribuyeron la maniobra a los hackers que se encuentran a sueldo de mister Singer, El Gran Buitrero. Pero también se registró la posible maldad de algún maligno de Economía, interesado en el recambio de los profesionales.

En aquel memo se detallaban las diversas acciones a seguir. Incluso hasta la conveniencia de entrar en default. Por supuesto, el ultraje a la confidencialidad fue aprovechada por Los Buitreros, que operaron de inmediato en Nueva York sobre el Juez Thomas Griesa, El Anthony Quinn de Notre Dame.

Trascendió, incluso, que hasta el propio Griesa se enterneció con semejante suspenso narrativo. No fuera cosa que estos argentinos pícaros, los deudores seriales, lo utilizaran otra vez como un plástico. A los efectos de producirle la condena del default que podía ser, en el fondo, el objetivo.

Entonces Griesa se obligó a distribuir valiums, para tranquilizar a las partes en conflicto.

A esta altura ya puede asegurarse que, aunque la Corte rechace el tratamiento, escenario dos, y ni siquiera se envíe el dossier hacia el Solicitor General, escenario tres, Argentina no se irá irremediablemente al descenso. Griesa llamará a negociar. Invitará al Estado argentino a ponerse de una vez.

Pese a que el estudio Cleary Gottlieb cuenta con el eficiente Jonathan Blackman, que se encuentra siempre preparado para lucirse en una gestión ante la Corte, la Argentina lo contrató nomás a Paul Clement. Fue el Procurador General de George Bush junior, en 2005, y antes fue el segundo de otro Procurador, Ted Olson.

Fue George Soros quien recomendó especialmente a Clement. En la entrevista personal que mantuvo con La Doctora, según nuestras fuentes, en septiembre pasado, durante la Asamblea General de Naciones Unidas.
En apariencia, Clement mantiene cierto ascendente sobre los miembros republicanos de la Corte.

Puede confiarse en que el doctor Clement consiga el traspaso hacia la Procuración. Le permitiría, a la Argentina, pedalear a los holdouts durante un par de meses, nunca menos de seis, como para terminar con los bonistas que se aferran a la cláusula Rufo. Los que ya cobraron con el canje anterior y pretenden, en el revoleo, volver a cobrar.

Con Clement la estrategia del pedal puede estirarse, con alguna respiración, hasta diciembre.

“Después vamos viendo”, confirma otra Garganta, habituada a la apasionante improvisación.

Apretar por YPF

Lo va a desmentir. Como corresponde. “Ni un paso atrás” (aunque adelante esté la ciénaga).

Pero La Doctora, según nuestras fuentes, está arrepentida de haber confiscado YPF.

La pobre creyó. Conste que aquí no se escribe el plácido “le hicieron creer”.

Se anotó sola en el contagio del cuento de colores. Con ilustraciones.

Creyó en la magia de otro relato. Al que le modificaron el desarrollo y -sobre todo- la incertidumbre del final, que persiste riesgosamente abierto.

La Doctora está presa en el laberinto de la energía.

Tiene que juntar los dólares para pagar los barquitos durante los próximos dos años (más inciertos aún). Sin embargo ya se le resisten hasta en el directorio de Enarsa. La invención módica que Juan Carlos Romero, con acierto, bautizó En Farsa.

Y toda la movida para quedar, en definitiva, como la insaciable que no respeta las reglas. Ni el juego.

Que dejó de ser confiable. Porque la voraz “se robó”, literalmente, una empresa. Y ahora tiene que pagarla.

Cuando, arrastrada por la ceguera del rencor, la habían convencido exactamente de lo contrario.

Eran “Los Gallegos”, con Brufau a la cabeza, los que tenían que poner. Los Vaciadores.

 

Valijas sin rumbo

 

Este epílogo, que es tan triste, lo padece, justamente, La Doctora.

La que supo clausurar, tanto en Olivos como en Balcarce, la escala obligada de las valijas misteriosas.

Consecuencias de la dinámica instalada del Sistema Recaudatorio de Acumulación. Que estaba, a su manera desprolija, armado.

Para bien o para mal, pero admitía la ficción del funcionamiento. Cierta continuidad. Así fuera un mecanismo pecaminosamente irresponsable.

Deriva, en la actualidad, a la paralización de las valijas sin rumbo. Al cuentapropismo que carece siquiera de la menor orientación.

Las valijas -después de todo- están contenidas. Alguien siempre se hace cargo.

“En el final, Carolina, es el caos”, confirma la Garganta.

Un “todos contra todos”. Con alianzas levemente transitorias. Ampliaremos. Aún queda tiempo y el portal no tiene apuro.

Trasciende, incluso, que alguien vaga con una cifra. Sin saber a quién entregar la cifra. Y que no puede, por distintas razones, “quedársela”.

“Es tu problema”, le dijeron.

 

Cerealeras, Petroleras, Bancos

 

Quienes la impulsaron a deslizarse en el error patrióticamente nacionalizador ya desconocen, a esta altura, de qué modo conseguir dinero. Blanco.

De donde rajuñar los millones de dólares que faltan para que YPF salga del atasco.

Para que la empresa, que por torpeza y mala praxis devaluaron, no esté tan muerta como la Vaca que creyeron los iba a salvar.

Como la Vaca Muerta. Se la describieron como la gran solución cuando es, en realidad, el principal problema.

Y que va a dar leche, con suerte y miles de palos mediante, sólo en un par de años. Como las dos represas que fueron su obsesión. Y que los chinos, probablemente, van a financiar.

Axel Kicillof, El Gótico, junto a Guillermo Moreno, El Neo Gostanián, son los encargados de “juntarla”. Como sea.

Ilusoriamente ambos creen que los mangos que les faltan pueden salir de “las grandes Cerealeras”.

Las convocan para que Moreno, con la ruda metodología gastada, con la pólvora casi empapada, las acose.

Las Cerealeras tienen que poner, porque sí, “al menos setecientos palos”.

Y si los cretinos dicen que no los tienen, como lo dicen, que “la traigan igual”.

“De la mucha que se llevaron”. La que antes ganaron.

Entonces los funcionarios aprietan, a las Cerealeras, como si fueran naranjas paraguayas.

Del mismo modo que aprietan, según nuestras fuentes, a “las Petroleras”.

Como suponen que se puede apretar, también, a los bancos.

Se propusieron juntar dos mil palos y entonces hay que apretar para que la pongan.

Es parte de la mucha que ganaron, después de todo, “con el modelo”.

O que “se la llevaron”, los miserables.

Aprietan como si no entendieran las claves básicas del capitalismo.

Con la ingenuidad marxista del guitarrero, o incluso hasta la peronista del que se hace el malo. La alucinación de suponer que aún ahora, cuando se están por ir, es factible correr por la banda izquierda a cualquiera de estos linces. Profesionales lícitos de la ventaja, a los que no puede darse medio metro.

Para apretarlos con el cuento usualmente extorsivo. Si no ponen es “porque fueron cómplices de la dictadura”.

Quieren tratarlos como si fueran otros potenciales Blaquier, Navajas Artaza, o Massot.

Se creyeron en condiciones apretadoras de llevarse por delante hasta al reconocido empresario “que fuma debajo del agua”. Es el titán que siempre sabe mantener la actitud reclamatoria. El ganador admirable.

Lo convocaron también para decirle:

“Con este negocio vos ganaste mucho, ahora tenés que poner para YPF, porque si no te trabamos en…”

 

Sentido filosófico del apriete

 

El sentido del apriete constante es filosóficamente explícito.

El objetivo, según nuestras fuentes, es que ingrese algún atisbo de luz.

A los efectos de brindarle un poco de fe a La Doctora. Remontarle la moral. Llevarle alguna buena noticia que la rescate del bajón.

Ya que la pobre mantiene sobradas razones para el arrepentimiento que nunca, de todos modos, va a reconocer.

Para estar así, un año y medio después, en estado de súplica, entregada al acuerdo con los chicos más malos de la calle.

Con los relativamente escrupulosos de Chevron.

No hubo ninguna gloria ni valió la pena.

Con los esfuerzos para retenerlo a Miguel Gallucio. El empleado providencial.

El Mago que ya, según nuestras fuentes, dos veces se les quiso rajar. Hacia Londres o aunque sea hacia Riyad.

A La Tía Doris -cada día más próspera- le cuesta retenerlo a Gallucio.

Como también le cuesta al gobernador Uribarri, El Padre del Marcador.

Es -Uribarri- el que lo trajo a Miguelito, con el verso emocional del patriotismo y seductores mangos.

Con la esperanza política de crecer. Hasta ser, en Entre Ríos, el sucesor. La poderosa Tía Doris iba a ayudarlo.

“Para estar así, en el piadoso estado de súplica”, a La Doctora le hubiera convenido, en el fondo, “quedarse con Los Gallegos”.

Por lo menos, con Los Gallegos hubiera tenido, en la proximidad del final, a quien culpar. Alguien .un Brufau- al que reprochar. Responsabilizar.

Tener un material humano más convincente para justificar la pesadilla del fracaso.

Que la ronda. Hasta atravesarla. Porque (el fracaso) exclusivamente le pertenece.