El cubo mágico de Obama

Para EEUU la política exterior siempre fue un asunto serio. Ser una potencia requiere, antes que nada, entender cómo funciona el mundo y reaccionar con certeza y determinación para que no queden dudas de quién lleva la batuta del ritmo global.  La administración de Barack Obama no es una excepción en ese sentido. Desde el primer momento en que el actual presidente pensó el armado de sus dos gestiones, lo hizo de modo tal de asegurarse tener en su mesa a los pesos pesados de la materia. Como sostiene Marco Vicenzino, director del Global Strategy Project  y miembro de la Junta de Directores de Afghanistan World Foundation, Obama es un producto de la política de la ciudad de Chicago y, si bien no tenía experiencia internacional antes de candidatearse, es muy juicioso respecto a su importancia por lo que “se rodeó de gente del Partido Demócrata con experiencia en política internacional’’.

Una realidad preocupa a los grandes líderes: el mundo está que arde. Si bien los conflictos existen desde los albores mismo de la humanidad, esta dinámica multipolar, de economías interdependientes, donde la información es cada vez más poderosa, veloz y globalizada, lleva a que se aceleren y se enreden, como una madeja al viento, al punto de tornarse un desafío inédito. Con esto se encuentra EEUU ahora. Con un laberinto internacional muy intrincando, donde cada movimiento genera múltiples impactos a nivel externo e interno, muchos de ellos no buscados ni deseados. Un juego de ajedrez donde las piezas del tablero tienen varias caras, según cómo se las mire. Aquí radica la novedad.

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El silencio de los inocentes

Desde hace más de dos años, la barbarie y la muerte ganaron las calles de Siria. Ese bello país que mira la orilla oriental del mar Mediterráneo se ha convertido en el infierno viviente para quienes lo habitan. Todo comenzó con los reclamos y manifestaciones que vinieron de la mano de la Primavera Árabe y que chocaron con la voluntad de hierro de su presidente, Bashar Al-Assad, de mantenerse en el poder a sangre y fuego, aun cuando el fuego fuese contra sus propios conciudadanos y la sangre de inocentes.

Desprecio, frialdad y frivolidad sin límites por parte del máximo mandatario hacia su pueblo. La pareja presidencial ni siquiera parece estar a tono con lo que ocurre, como lo demostraron los mails que salieron a la luz, apenas iniciado el conflicto, en los que la primera dama aparecía preocupada sólo por sus carísimas compras online y alardeaba con una amiga de ser ella “la verdadera dictadora”. Lo propio vale para su marido que, en medio de la crisis, sube fotos a Instagram en una cuenta que ha sido calificada de “despreciable” por la portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, quien dijo además que “es repulsivo que el régimen de Assad use esto para ocultar la brutalidad y el sufrimiento que causa y lo que realmente está pasando”.

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