Ya se encuentra en Siria la comisión de la ONU que tiene como tarea revelar la cantidad y tipo de armas químicas con las que cuenta el régimen de Bashar Al Assad. Se trata de un grupo de unas veinte personas entre las que se encuentran químicos, ingenieros químicos, médicos y expertos en seguridad. Es el inicio de una tarea que continuará con su destrucción en un plazo estipulado para mediados de 2014. Todo supervisado por la OPAQ (Organismo para la prohibición del uso de armas químicas). Esta medida fue posible gracias al acuerdo que se logró el viernes en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, con el voto unánime de todos sus miembros y que vino a dar marco legal al acuerdo ya conseguido hace 15 días por los ministros de relaciones exteriores de EEUU y Rusia, John Kerry y Serguéi Lavrov, para eliminar el arsenal químico de Siria.
Pero que esta resolución se haya conseguido y votado por unanimidad no garantiza que pueda llevarse a cabo con éxito. Los expertos coinciden en señalar lo dificultoso que puede ser desplegar este tipo de misiones en un contexto de conflictos, especialmente de guerra civil. Porque las misiones necesitan contar con un mínimo de garantías de seguridad o no pueden operar hasta que estén dadas las condiciones. Dado el panorama, pueden surgir resistencias tanto del ala más dura del propio ejército sirio -en contra de lo que considera una “intromisión” de la comunidad internacional- como de los rebeldes a quienes esta resolución no los beneficia. Recordemos que a esta guerra la iniciaron no porque el régimen tenga armas químicas, sino para sacar a Bashar Al Assad del poder.