En todo el mundo ha generado estupefacción la cantidad de días que la administración de los EEUU ha permanecido prácticamente clausurada. Este conflicto -generado por la incapacidad de los políticos de llegar a un acuerdo que le evite más inconvenientes al ciudadano de a pie- no parece propio de una gran potencia mundial, de quien se espera que dé cátedra de administración prolija y previsible.
Precisamente, parte del precio pagado en esta crisis es el daño a la imagen de los EEUU. Claro que también están los costos materiales concretos que se calculan en mil millones de dólares por semana. Esto quiere decir que las dos semanas de shutdown equivalen a las pérdidas producidas por el huracán Katrina, pero con la gran diferencia de que no se trata de una catástrofe natural, sino de una acción totalmente evitable y que es vista por los norteamericanos como capricho e ineptitud de los políticos.