Al concluir en estos días una nueva cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y ver los escasos resultados de estos encuentros, bien vale la pregunta de cuánto podría haber avanzado esta región si el tiempo invertido en criticar a otros países lo hubiera utilizado en ver cómo solucionar sus propios problemas. La última cumbre de la Celac realizada en Cuba, isla gobernada hace más de 50 años por un mismo régimen, ha estado marcada por una visión más bien divisionista de la política internacional basada contraponer a buenos y a malos.
En épocas ya pasadas de la historia, era común ver que la integración entre países se basara en compartir enemigos. Pero esa época de una integración fría ya pasó hace bastante tiempo y parece que gran parte de los países de América Latina no se han dado cuenta. Los proyecto de integración regional que realmente funcionan en la actualidad no se basan en compartir enemigos, sino más bien en trazar juntos proyectos hacia el desarrollo económico y social.