Hay dos tipos de presidentes: ricos y pobres. No es un gran análisis, ni un gran debate filosófico. Seguro no encuentres a ningún titular de cátedra de políticas de la UBA comentándolo por los pasillos de la Biblioteca Nacional, en Carta Abierta.
Pero es así. Por lo menos acá, donde desconfiamos del presidente pobre. Lo miramos raro, porque seguro algo tiene guardado por ahí. Y es todo una máscara para sacar votos. Aunque sea ahí lo esconden. Acá ni eso.
Así de cínicos nos volvimos, o nos volvieron.
Si sacás el factor económico, tus decisiones políticas van a tener siempre la presunción de buena fe. Porque las elegiste porque te parecían lo mejor. Porque si no necesitás nada, no debés nada, entonces nadie te controla. Un presidente que no necesita mantener su riqueza, sus cargos, sus fueros para no ser procesado, nunca va a tener a nadie a quien responder, ni jueces a quien comprar.
Hace años tenemos el mismo conflicto con Uruguay por la ex Botnia. Y la verdad es que está probado en todo el mundo que con inversión y control esa tecnología no contamina. No terminamos de creerlo porque son dos palabras que no existen en el diccionario del político mediocre argentino: “inversión” y “control”.
Pero el conflicto es mucho más profundo. Porque nos creemos los hermanos mayores de Uruguay. Nos creemos mejores. Con más recursos. Más vivos.
Un país tan chico, tan humilde, con tan poco lugar. Pero con tantos logros. Porque se concentran en básicamente una cosa, ser felices. Tienen menos conflictos, menos violencia. Se juntan todos y hacen lo mejor para el país.
Ya sea un gobierno de izquierda o de derecha, en cada recambio hay ciertos pilares de su gestión que no negocian. Siguen invirtiendo en industria. Siguen apostando al campo. Siguen dejando todo por la educación y la salud, sean del partido que sean.
Pero nosotros, que supimos ser potencia hace 120 años. Nosotros, que una vez le metimos un gol a Inglaterra con la mano. Nosotros, que le dimos clases de economía a Europa que hoy se recupera y nosotros estamos cada vez peor, porque quisimos, porque no hicimos nada para evitarlo.
Nosotros, que le mostramos a Estados Unidos un nuevo sistema económico basado en el consumo. Y de repente Estados Unidos vuelve a la normalidad y acá el candidato a senador por el kirchnerismo festeja que haya más jóvenes que no estudian ni trabajan, porque total, el Estado les da planes. Para eso, para no trabajar, y para no estudiar.
Nosotros somos mejores. Y mandamos a un pobre viejito que gobierna un país chiquito, y cito a nuestro Canciller y máxima autoridad en Relaciones Exteriores, “a cuidar su chacra”.
La política se volvió la única empresa donde los brutos se llenan de plata. Porque, aceptémoslo, en el sector privado se morirían de hambre. Difícil que todos sean…. “abogados exitosos”.
Ojalá un día tengamos un presidente pobre. O al menos un presidente que no ganó un solo centavo mientras gobernó. Un tipo que se preocupe por su chacra. Y por las chacras del resto. Que quiera generar trabajo para los que no lo tienen. Que quiera que todos tengan una casita como la de él.
Y que todos puedan disfrutar al menos una vez del paraíso que él logró. El de ser rico no por tener más, si no por necesitar menos.