Miguel Galuccio no parece una personalidad habitual en la vida pública argentina. El CEO de YPF es reconocido -aquí y en el exterior- por sus cualidades “técnicas”, puntualmente por su conocimiento del negocio petrolero, aunque al mismo tiempo no se priva de tener y expresar una mirada política de la realidad.
Por un lado, están algunos de los hechos que la gestión de Galuccio al frente de la petrolera controlada por el Estado empieza a mostrar. Las novedades de los últimos dos meses hablan por sí mismas:
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Acuerdo con Repsol por la expropiación de las acciones de la compañía -lo que incluye despejar amenazas judiciales contra YPF-.
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Adquisición de los activos de la firma Apache, acción que le permite a YPF constituirse en la principal compañía en extracción de gas.
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Firma de un acuerdo con la malasia Petronas para la explotación de gas y petróleo no convencional en el yacimiento de Vaca Muerta.
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Difusión de los resultados operativos de la compañía en 2013, que incluyen datos como la mayor “tasa de reemplazo de reservas” de los últimos 14 años, con un 158%, un crecimiento de la “utilidad neta recurrente” del 45,6 % respecto al año anterior y de la “utilidad operativa recurrente” un 52%.
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Anuncio del descubrimiento de 15 millones de barriles de recursos de petróleo en Río Negro
Al mismo tiempo, aparece la veta “política” de Galuccio, de 45 años, a quien apodan “el Mago”.
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En una entrevista que ofreció en la TV Pública a fines del año pasado apuntó contra los pronósticos pesimistas expresados por distintos medios de comunicación y, levantar su tono de voz, los acusó de tener doble discurso: “Los medios decían que era imposible conseguir un socio, que era imposible traer inversores a la Argentina. Ese era el problema antes y ahora el problema pasó a ser Chevron”, se quejó.
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Cuando le preguntaron por los países que prohíben la técnica del “fracking”, utilizada para extraer gas y petróleo no convencional, no se privó de una explicación de ribetes políticos: “Hay muy pocos países en el mundo que han suspendido el fracking. Francia es uno, Francia decididamente no tiene los recursos que nosotros tenemos, ellos tienen una fuerte experiencia en lo que es el desarrollo de la energía nuclear”.
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A mediados del año pasado habló en el Consejo de las Américas y ante empresarios destacó el “valor, el coraje y la visión de la presidenta Cristina Kirchner para impulsar un nuevo modelo” de la petrolera nacional en el que “podemos alinear los objetivos de un país con los objetivos de una empresa”. Cada vez que le hablan de “internas” con el Gobierno, responde con el respaldo que recibe de la jefa de Estado y destacan que el Poder Ejecutivo alineó sus políticas a los objetivos de la compañía.
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Hace dos días, se dejó sacar una foto con Sergio Urribarri, el gobernador de Entre Ríos, quien fue el nexo político para que Cristina lo tuviera en cuenta como número uno de YPF. Lo hizo en momentos en que Urribarri comenzó a mostrar no sólo con acciones que quiere competir por la candidatura presidencial del Frente para la Victoria.
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Suele cruzarse elogios con el poderoso jefe del Sindicato de Petroleros de Río Negro, Neuquén y La Pampa, el senador Guillermo Pereyra.
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En una entrevista que le dio el año pasado a Daniel Tognetti, Galuccio dio a entender que tiene en mente un modelo de lo que un país debe hacer si logra grandes beneficios con el negocio petrolero. Habló del ejemplo de la empresa noruega Statoil, una compañía con un 63 por ciento de participación estatal, que tiene un directorio profesional, integrado en un 40 por ciento por mujeres, con representación de los trabajadores. Destacó que en ese caso, con las enormes ganancias de la explotación hidrocarburífera, Noruega creó un fondo por el que “el gobierno noruego distribuye la renta soberana en la gente común”.
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En esa entrevista, Galuccio dijo que su trabajo en la compañía petrolera nacional tiene “algo que trasciende lo profesional” y con lo que busca “contribuir a un proyecto que uno cree”. Y habló con admiración del general Enrique Mosconi, primer presidente de YPF.
Como decíamos, una personalidad poco habitual, de la que seguramente escucharemos más cosas en el futuro.