¿Es la reelección?

El Frente Renovador, que lidera Sergio Massa, presentó un proyecto de ley provincial que, entre otras medidas, apunta a limitar la reelección de intendentes en territorio bonaerense para que sólo puedan cumplir dos mandatos consecutivos.

Pero ¿cuál es la envergadura del fenómeno de la “reelección indefinida” a nivel local en territorio bonaerense? ¿Qué ocurre en el Gran Buenos Aires, donde encontramos a casi siete de cada diez habitantes de la provincia?

En su libro Atrapada sin salida. Buenos Aires en la política nacional (1916-2007), la politóloga María Matilde Ollier ofrece información concreta al respecto.

En un relevamiento que va de 1983 a 2003, se comprueba que en el Gran Buenos Aires 32 intendentes completaron un solo mandato, 16 lo hicieron en dos períodos, 5 lograron dos reelecciones, dos obtuvieron tres y otros tantos cuatro. Uno solo accedió a cinco reelecciones.

De esta información surge que el 82 por ciento de los intendentes que ocuparon ese cargo en el Gran Buenos Aires en los primeros veinte años de democracia respetó la “regla Massa” de no reelección por más de dos períodos.

En palabras de Ollier: “Así, observamos que mientras 32 veces cumplen un solo período, sólo un jefe comunal termina seis mandatos. En el medio hay un número razonable de reelecciones (16). Menor todavía es la cifra de intendentes con tres, cuatro y cinco períodos completos”.

En la porción de la Primera Sección electoral que forma parte del conurbano, al momento de realizarse el relevamiento, los intendentes con mayor cantidad de reelecciones eran Enrique García (Vicente López) y Ricardo Ubieto (Tigre), que dejaron esos puestos en 2011 y 2007, respectivamente, habiendo sido reemplazados por actuales integrantes del Frente Renovador. La fuerza de Ricardo Ivoskus (San Martín), que completó tres mandatos, también perdió en 2011 a manos de un dirigente que ahora integra el partido de Massa. Algo similar ocurrió en San Fernando, donde Luis Andreotti, del FR, cortó cuatro mandatos del justicialista Gerardo Amieiro. En la Tercera Sección Electoral, las reelecciones desde 1983 de Manuel Quindimil encontraron un fin con la llegada del el kirchnerista Darío Díaz Pérez en 2007.

En cambio, la “dinastía Posse” -ahora también en el partido de Massa- sigue en pie, a través de los mandatos de Melchor y Gustavo, contando desde 1983. También sobrepasan el “límite” de dos reelecciones Luis Acuña (Hurlingham), Alberto Descalzo (Ituzaingó), Jesús Cariglino (Malvinas Argentinas), Raúl Othacehé (Merlo), Hugo Curto (Tres de Febrero)  y Julio Pereyra (Florencio Varela).

De 23 municipios en el Gran Buenos Aires, siete estarían por fuera de la regla de dos mandatos como máximo para un intendente. 

Se da en ese contexto el curioso caso del municipio de La Matanza, el más populoso de la Argentina y siempre peronista, en el que la “regla Massa” de dos mandatos como máximo  se respeta como si ya estuviera escrita en una ley. Federico Russo, Héctor Cozzi, Alberto Balestrini y Fernando Espinoza encabezaron las boletas electorales sólo para acceder al cargo ejecutivo y para una reelección.

Como vemos, la imagen de que los “barones del conurbano” se perpetúan en sus cargos debe ser matizada. Si bien está la figura de la reelección indefinida, por la que, como se comprueba, algunos jefes comunales no dudan en inclinarse, también ha habido otro fenómeno extremo, como es el de la destitución del jefe comunal, que entre 1983 y 2007 afectó a diez intendentes.

Desde ya que haber estado alguna vez como intendente es una ventaja clave para quien se postula para encabezar un Municipio -ocurrió en 83 elecciones de 150 relevadas por Ollier en el Gran Buenos Aires entre 1983 y 2007-. Aunque también lo es -en menor medida, en 15 casos- presentarse como “delfín” de un intendente saliente, estrategia que bien podría ser usada por los oficialismos locales, aún si se aprobara el proyecto de Massa.

La iniciativa dada a conocer en las últimas horas también apunta a dar la posibilidad de desligar las elecciones nacionales o provinciales de las locales. Este también es un elemento de relevancia para que un dirigente acceda al ejecutivo municipal, aunque no definitorio. Del centenar y medio de accesos al poder computados en el trabajo citado, el 30 por ciento se dio por “arrastre” de alguna candidatura provincial o nacional.

Habrá que ver también si el diseño institucional lo es todo al momento de definir los resultados de una gestión. El propio Massa aseguró en varias oportunidades que la administración de Ubieto, su antecesor al frente de la comuna de Tigre (cinco mandatos consecutivos, al que habría que sumar uno durante la dictadura militar) tenía aspectos positivos. “No puede ser que la política argentina sea esta cosa en que el que viene rompe todo lo que hizo el anterior, lo que está bien hecho, hay que cuidarlo”, señaló en el entonces candidato a jefe comunal en campaña. Lo mismo habrán pensado los integrantes de la Fundación Konex, que destacaron en 2008 a Ubieto (post mortem) con un Diploma al Mérito en la categoría Administrador Público.

Mandar cualquiera

Los disparates que se escuchan desde el mes pasado en el debate público sobre la cuestión de la inseguridad son mucho más que exabruptos de dirigentes políticos: comienzan a marcar el tono de lo que será la próxima campaña electoral y la disputa por suceder a Cristina Kirchner.

En los últimos días, por ejemplo:

  • Sergio Massa consideró que los episodios de linchamientos de presuntos delincuentes “aparecen porque hay un Estado ausente” y “tienen que ver con los mensajes que se dan desde el Estado”.

  • Su aliado Jesús Cariglino llamó “linchamientos entre comillas” a los ataques y los justificó.

  • Una actitud similar tomó el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien habló aquí y allá de “Estado ausente”.

  • Desde la flamante coalición UNEN, el exdiputado Alfonso Prat-Gay pidió no “cargar las tintas sobre los que linchan” y el actual legislador Humberto Tumini evaluó que “hay compatriotas que frente a la permanente congoja por la inseguridad en que viven, deciden tomarse justicia por mano propia”.

El rechazo a los actos de violencia aparece desde estos sectores muy en segundo plano o recién luego de varios días de la justificación. Al igual que ocurrió cuando la oposición cuestionó con mentiras un anteproyecto de reforma del Código Penal o quitó su respaldo a los integrantes de la comisión que elaboró el texto, parece claro que se busca un rédito de corto plazo.

Se sabe que en períodos preelectorales, o cuando aumenta el ritmo de los posicionamientos políticos, los conceptos que vierten los dirigentes pierden muchas veces equilibrio y matices, con la intención de atraer el apoyo de tal o cual sector. Pero desde que en febrero de 1989 Carlos Menem habló de “derramar” sangre para recuperar las Islas Malvinas que no se escuchan en campaña frases inescrupulosas como las que estamos escuchando por estos días.

A eso hay que sumarle planteos de periodistas y conductores radiales y televisivos que dicen cosas como “y en tercer lugar, está mal matar” o tratan de justificar a como dé lugar los ataques violentos.

Así parece estar planteado en el debate público a un año de que comience formalmente la campaña electoral tras la que dejarán sus cargos la Presidenta, así como varios de los gobernadores de las provincias de mayor peso político y económico del país.

Preparémonos entonces para seguir escuchando este tipo de planteos. Y que el tono de la próxima campaña sea decir cualquier cosa a la pesca de algunos votos o puntos de rating. Total, después vemos…