El “ABC”, como lo concebía Juan Domingo Perón, era una región conformada por Argentina, Brasil y Chile. Tomemos la idea.
Una primera pregunta que sirve como parámetro para empezar comprender las protestas registradas esta semana en Brasil es desentrañar si se trata de manifestaciones más parecidas a las que tuvieron lugar hace en Chile para exigir “educación gratuita y de calidad” o a los “cacerolazos” (“8N! y “18A”) en la Argentina.
Las manifestaciones de los jóvenes chilenos tuvieron la clara intención de reclamar mayor presencia del Estado para consagrar la educación como “derecho” y restringir la presencia de mecanismos de mercado en ese servicio público. En la Argentina los motivos de los “cacerolazos” fueron múltiples. Mi impresión es que en general no se pedía “más Estado” -salvo por la idea de más y mejor “seguridad”-. Lo “no dicho” de las protestas de noviembre y abril pasados en la Argentina fue el malhumor de un sector importante de la sociedad por las restricciones a la compra de dólares para atesoramiento.
En Brasil vimos, por un lado a sectores en la protesta que no son la “base” del oficialista PT. No son las “nuevas clases medias” que acaban de mejorar su nivel de consumo y de vida en las favelas, ni los sectores sociales del Nordeste brasileño, que recién ahora ven ante sí cierta presencia del Estado. A su vez, muestran consignas más “populares” que las del 8N y el 18A argentinos: el detonante es un aumento en la tarifa del transporte público y se habla también de salud y educación.
Ningún país de la región es igual a otro. Así, por ejemplo, si ordenamos las “transiciones” a la democracia en “el ABC” diremos que Chile tuvo el proceso más “negociado” con el régimen militar -con una constitución que lleva la marca del pinochetismo-; le sigue Brasil, que recién por estos días tiene en funcionamiento una “Comisión de la Verdad”, comparable a nuestra Conadep de 1984 y luego la Argentina, con el conocido “derrumbe” de la dictadura tras derrota en la guerra de Malvinas. Los fenómenos sociales no son por lo tanto “equiparables”. Sirve, más bien, sumar elementos, ponerlos en contexto, compararlos y tomar las conclusiones siempre “con pinzas”.
Agrego cuatro datos:
- El New York Times publicó una serie de gráficos en los que demostró que las tarifas de colectivos aumentaron bastante por encima de la tasa de inflación en los últimos años en Brasil. Y lo mismo ocurrió con los costos de los servicios privados de salud.
- Se habló la semana pasada de una caída en los índices de imagen de Dilma Rousseff. El politólogo André Singer destacó en una nota reciente de Folha de Sao Paulo que esa caída fue mucho más pronunciada en los sectores más acomodados de la sociedad.La aprobación hacia la presidenta brasileña entre quienes cobran más de diez salarios mínimos en Brasil era del 60 por ciento el año pasado y en la actualidad es del 43 por ciento, de acuerdo a la consultora Datafolha. Diecisiete puntos porcentuales menos, cuando esa caída entre quienes cobran hasta cinco salarios mínimos ha sido de 6 puntos.
- El sociólogo Emir Sader, alineado con el PT, señaló a través de una red social mientras las protestas se desarrollaban que una “fragilidad fundamental” del Gobierno brasileño ha sido la “ausencia de políticas específicas para la juventud”.
- Todas las encuestas difundidas en los últimos días en Brasil indican que Dilma Rousseff (se conoció en las últimas horas una de IBOPE) tiene una imagen positiva que supera el 55 por ciento y que está en carrera para ser reelecta en primera vuelta el año próximo.