Son liberales, Kimosabi

(Esta nota cuenta algún que otro pormenor de la película “El llanero solitario”)

La película El llanero solitario, uno de los “tanques” de estas vacaciones de invierno, protagonizada y producida por Jonny Depp, aborda cierto tema de teoría política que quizás nos sirva para reflexionar sobre sucesos recientes del debate público en la Argentina.

Ocurre que uno de personajes principales del film, John Reid, quien más tarde se convertirá en el Llanero Solitario, se muestra como más que un atento lector de John Locke. Así, cuando una mujer lo invita a unirse a una plegaria, Reed rechaza el convite y dice “esta es mi Biblia”, mientras muestra una copia del Segundo tratado sobre el gobierno civil, del padre del liberalismo.

¿En qué cree entonces Reed, si es que ha leído a Locke? Básicamente en que el hombre ha sido en alguna etapa concreta y primigenia de la historia un ser que por naturaleza se encontraba en un pacífico “estado de perfecta libertad” y de “igualdad”. En esa plácida situación, cada uno pudo disponer de sus posesiones como más lo juzgó oportuno y la ley que regía entonces a todos era la de la razón, accesible a cada hombre.

Locke relata en su obra clásica que la propiedad tiene un límite para los hombres que es poseer hasta tanto sea utilizable, es decir mientras no se eche a perder lo que posee. Pero claro, la introducción del dinero, una medida de valor que no es “perecedera”, hace que, en los hechos, la propiedad resulte ilimitada y que esté distribuida en forma desigual.

Ese estado de naturaleza casi perfecto puede convertirse en estado de “guerra” cuando algunos hombres violan la propiedad o ponen en peligro la vida de otros. Luego, mediante un pacto, los hombres deciden crear una comunidad en la que renuncian a su poder inmediato y consienten que la mayoría tiene derecho a “actuar y decidir en nombre de todos”. Si el gobierno que se crea llega en algún momento a tener la intención de contar con un poder ilimitado, los hombres tienen derecho a rebelarse contra él.

Derecho de propiedad ilimitado y de distribución desigual y gobierno limitado es, a no dudarlo, parte del ideario liberal de la “Biblia” que el bueno de Reid acarrea de acá para allá.

Sin embargo, tan lector de Locke como el orgulloso fiscal Reid, a quien como fiscal “el Estado de Texas le ha conferido el poder” de aplicar la ley, es el villano de la historia, Latham Cole, que hasta cita al autor británico de memoria en un tramo del film. El personaje encarnado por el actor Tom Wilkinson es un magnate que lleva adelante la construcción de un ferrocarril. Con el andar de la historia nos daremos cuenta de que el hombre de negocios viola la ley, utiliza para su beneficio el poder del Estado -del Ejército norteamericano- y mediante engaños y crímenes brutales saquea las riquezas locales.

En el transcurso de la película, Reid muta de fiscal a Llanero Solitario y también empieza a revisar la idea de que los hombres son bondadosos y racionales por naturaleza.

Mientras tanto, en la Argentina vemos que algunas ideas de Locke parecen mantenerse más vivas de lo que se creía. Por lo menos así surge de las campañas electorales de buena parte de la oposición, que plantean que los argentinos han sido divididos por la maléfica acción del Gobierno nacional.

Según parece, los argentinos vivían en un estado de paz y armonía, cada quien sin preocupaciones, sin conflictos y sin perjudicarse en nada unos a otros hasta que el kirchnerismo, en forma “irracional” vino a desunirlos. El actual oficialismo enfrentó a buenos amigos, de acuerdo a las propagandas de campaña de Hermes Binner. También dividió para siempre a los hombres y mujeres de “Argen” y de “Tina”, por lo que se desprende de los “spots” de campaña de Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer. Y hasta dejó de “hacer la paz”, “sonreír” y “dar amor”, si se decodifican los jingles de Sergio Massa.

Provenimos entonces de un mundo ideal donde todos éramos iguales y vivíamos felices, pero el Gobierno se erigió como un “opresor” al que sería bueno quitar de ese lugar. Los amantes de la propiedad ilimitada y el gobierno limitado, quizás el primigenio John Reid, firmarían al pie de esta interpretación.

No sabemos si pensaría lo mismo el Llanero Solitario. O el indio Toro. Me imagino -si se me permite la licencia poética- que si le preguntáramos a aquel nativo americano , lo diría con claridad: “son liberales, Kimosabi”.