Estados y Unidos

-¿Es de Tina o es de Argen?
-Es de Argen, pero ¿qué importa de dónde es?

Publicidad Electoral del Frente Progresista Cívico y Social

El reciente “cierre del gobierno” de los Estados Unidos (cuyos detalles analiza la politóloga María Esperanza Casullo en profundidad aquí) es otra oportunidad más para comprobar que la visión consensual, de puros acuerdos que recorre la mirada “inocente” que un sector de la dirigencia política local y de algunos medios de comunicación buscan mostrar sobre los llamados “países serios” -de acuerdo a algunos de esos exponentes, todos aquellos que no son la Argentina- está bastante alejada de la realidad.

Una fracción del Partido Republicano forzó el “shutdown” por estar en desacuerdo con una ley aprobada por el Congreso y avalada por la Justicia: la que avanza con el plan de salud conocido como “Obamacare”. Nada de negociaciones, nada de ponerse de acuerdo, ningún pacto de la Moncloa ni de otro tipo.

Es interesante evaluar también una visión muy difundida que indica que el rol del periodismo sería “cuestionar siempre al poder”, entendiendo por “poder” a quien ocupe el Ejecutivo nacional. Sobre todo cuando tanto The New York Times como The Washington Post, en sendos editoriales la emprendieron con dureza contra los republicanos, avalando la posición de la Casa Blanca.

El New York Timesatacó en parcicular a John Boehner, el republicano que encabeza la Cámara baja. Lo acusó de protagonizar un “fracaso” y de plantear demandas “absurdas” y “ridículas” a cambio de la posibilidad de frenar el “cierre” del gobierno.

“La imprudente obsesión de los republicanos con la destrucción de la reforma de la salud y con herir al Presidente ha quedado plenamente al descubierto. Y, mientras la ira del público crece con esta crisis totalmente innecesaria, ésta debería estar dirigida a un partido y un presidente de la Cámara baja que son incapaces de gobernar”, enfatizó el periódico.

Por su parte, el Washington Post publicó un editorial titulado “los diputados republicanos le están fallando a los norteamericanos”. “…(E)ste Congreso está fallando. Más específicamente, los líderes republicanos de la Cámara de Representantes están fallando. Deben cumplir con sus funciones básicas para el pueblo estadounidense o dar paso a los legisladores que lo hagan”, subrayó el matutino. Además, le advirtió en particular a los legisladores opositores que se espera un “mínimo nivel de competencia y responsabilidad” por parte del Congreso, que permita “pagar las cuentas y no avergonzarnos frente al mundo”.

Al sur del continente, en la actual campaña electoral argentina de cara a las elecciones legislativas , el Frente Progresista Cívico y Social dice ser la herramienta política para unir a dos países que han sido divididos en estos años kirchneristas: “Argen” y “Tina”. A su vez, Mauricio Macri llamó a “terminar con los enojos, las divisiones y las broncas”. Y el candidato a diputado Sergio Massa llamó varias veces a “terminar con la lógica de la división”.

Deberían empezar a pensar en exportar su fórmula porque, al parecer, afuera no se consigue. O quizás ocurra que ni aquí ni en casi ningún lado la política se parece a un té a las 5 con buenos amigos.

¿Justicia? ¡Política!

Una mayoría de la Corte Suprema que emite fallos “dañinos”. Que actúa con “deshonestidad intelectual”. Que “usurpa el poder del Congreso”. Un presidente del máximo tribunal que escribe porciones enteras de sentencias “enteramente equivocadas”.

Con esas durísimas palabras, el comité editorial de The New York Times se refirió el último martes a un fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos que calificó como inconstitucional una sección de la Ley de Derechos Electorales (sancionada en 1965) que buscaba evitar la discriminación racial en estados con pasado segregacionista.

“La mayoría conservadora de la Corte Roberts (por el presidente del tribunal, el conservador designado por George W. Bush John Roberts) emitió este martes otro fallo dañino e intelectualmente deshonesto”, descerrajó el prestigioso diario.

El presidente norteamericano, Barack Obama, se mostró a su vez “profundamente decepcionado” por la decisión de la Corte -adoptada por cinco votos contra cuatro-, una medida que dejó en el limbo legal a una norma símbolo de la lucha por los derechos civiles en aquel país.

Un día después de este bombazo a la igualdad política en varios estados sureños de los Estados Unidos, la Corte emitió dos fallos a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo.

En el sitio web Huffington Post, uno de sus editorialistas, evalúa ambas decisiones en conjunto. Y no duda entonces en definir al juez Roberts como el “político más astuto, manipulador y radical” en Washington. El analista señala:

“Políticamente, estos fallos tolerantes sobre el esquema social del país desvían la atención sobre el objetivo más profundo de la corte Roberts: eliminar al gobierno federal como un impedimento para el poder corporativo, provincial (estadual) y local. En otras palabras, desmantelar el marco de leyes progresistas y de decisiones judiciales que se remontan a Teddy Roosevelt, el New Deal y la Gran Sociedad”.

Otro columnista del New York Times, Richard Hansen, también nos recuerda esta semana: el juez Roberts es “un hombre paciente jugando un juego largo”.

Como vemos, los ministros de una Corte Suprema en cualquier sistema democrático y republicano, como pueden ser el norteamericano o el argentino, no son seres “intocables”, sino que se convierten en pedestres jugadores del juego del poder a través de sus decisiones.

Tienen así objetivos políticos que van mucho más allá de un supuesto rol de cierta imparcialidad. Calculan y miden sus jugadas. Cuentan con un enorme poder de fuego que en ocasiones algunos sectores pueden considerar -legítimamente- que avasalla al Congreso. Y no puede evaluarse por lo tanto que los duros cuestionamientos que reciben de otros dirigentes políticos o funcionarios, de sectores de la prensa o de ciudadanos de a pie, sean ataques ajenos al libre juego democrático.

¿Justicia? ¡Es política!