Nuestra herida democracia se construyó sobre silencios, el de los pañuelos blancos que increparon al poder cuando la mayoría tenía miedo; el que a la hora en la que el sol se escondía tras las montañas de Catamarca, en una mezcla de marcha cívica y procesión, rugía sin palabras por el crimen de María Soledad; el que levantó las maquinas fotográficas en recuerdo de José Luis Cabezas. El silencio que calla para no gritar. Cuando las palabras no dicen porque gritan y lastiman, mejor el silencio para no ahondar peligrosamente esas trincheras que algunos intentan construir. El silencio también es una expresión de sabiduría. Porque, como dice el refranero popular, a los bueyes se los une por los cuernos y a los hombres, por las palabras. Pero cuando las palabras matan porque amenazan, cuando lastiman, agreden, odian, mejor hacer silencio. Continuar leyendo